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El brebaje del Abuelo Lobo - Una historia de Rufino (Especial Doppelgänger 2023)

 

—Muchas cosas se han contado del Abuelo Lobo. Todas verdades y todas mentiras. Si tienes los bemoles necesarios para conocer la verdad, grumete de agua dulce, sigue prestando atención. De lo contrario no me molestes con tu presencia —farfulló el viejo lobo de mar mientras apuraba con avidez la botella de aguarrás. Acto seguido se pasó la palma de la mano por el morro y con mirada aviesa empezó a contar su extraordinario, y seguramente más falso que las peleas de los Power Rangers, relato.

Pazazu atendía aburrido el extraordinario relato del abuelo Lobo. Aún no había acabado de entender la razón de que el viejo lobo de mar, le llamase repetidamente grumete de mar, ni que hablase siempre en tercera persona como si la cosa no fuese con él. Se conoce que en su delirio etílico se creía que estaba en el coqueto "El atún miope", ¿o era "El besugo tuerto"?, y que le acompañaba un público menos exigente.

La muerte del abuelo Lobo no fue como se rumoreó, muy a su pesar. No fue rescatando a una damisela saltando de un castillo en llamas, ni fue luchando a brazo partido contra un Kraken, cuchillo en boca, en un ignoto mar. Tampoco fue jugando al mus y haciéndole trampas a una banda entera de piratas sarnosos. Fue consecuencia de una mala idea, que no lo parecía tanto, de hecho, parecía una estupenda, y que tuvo que ver con una ballena.

Pinocho, que también se hacía llamar Jonás según le buscará o no el cortarrollos del grillo pelmazo para darle consejillos, le había comentado que un gran tesoro se hallaba oculto en las tripas de una gran ballena blanca. Nuestro intrépido lobo de mar se embarcó junto a otros que también perseguían a tan inmenso animal. Unos que viéndolos ya parecía que iban a tener poco éxito en su misión. Un viejo cojo, un niño atontado, un nativo con la cara mal tatuada. Vamos que parecían sacados de la versión B del circo de Pinocho.

Cuando ya encontraron al bicho, este poco tardó en merendarse al barco entero de un bocado.  Y cuando digo entero, es entero. Poco alimento fue. El abuelo tenía un poco más de chicha, los otros estaban medio desnutridos y ya prestos al canibalismo. El abuelo como se embarcó de polizón, y sólo salía a escondidas de un barril de manzanas a comer tampoco lo pasó tan mal. Aunque su final fuera el mismo. Muerte por ingestión.


Dejaba el Abuelo Lobo atrás una vida de misterios, alguna que otra loba con el corazón partío, un camión de deudas, y lo peor de todo, sin registrar por escrito la secreta receta de su afamado brebaje pachanguero "revivemuertos". Bueno, la tenía apuntada en uno de esos papeles pequeñajos, doblados, descoloridos… vamos que no valía para mucho. Al abuelo Lobo le pesaba sumamente este hecho.

Hace tiempo, su nieto Rufino había mostrada interés en aprender de su inmensa sabiduría etílica, pensando en primer lugar que el brebaje sería un potente limpiador sanitario. El abuelo ofendido estuvo sin hablarle casi tres minutos. Rufino que se había retirado a por una naranja, ni se dio cuenta… el muy desconsiderado.

—¡Te concedo un deseo, más bien una acción a tu elección de la que tu nieto, tu Rufi siempre saldrá victorioso! —le bramó Pazazu—, si dejas de hablar de una puñetera vez en tercera persona y me revelas tu verdadero nombre, no ese genérico.

A Pazazu le engañaban mucho. Tenía éste una extraña obsesión heredada de un difunto duende amigo suyo saltarín en saberse lo nombre de pila de todo Dios. No servía para nada, pero a Pazazu le gustaba figurar. Plantarse en medio de una fiesta, y mientras se observaba interesado las uñas, soltar un infantil; "Yo sé algo que tú no sabes" y antes de que alguien mostrase interés, soltar una de sus patochadas.

—Rogelio —le mintió el Abuelo Lobo a la cara al gordinflas. ¡Tengo seis más, tantas como vidas que me quedan!

—Ey… no. Eso son los gatos. — enarcó la ceja Pazazu.

El abuelo está espantado. Sin vidas en el casillero de salida del Lobopoly y sin haber podido transmitir su tesoro más valioso.

—Es Goyo —respondió y esta vez sí contó la verdad.

Pazazu hinchado como una piñata, no cabía en su gozo.

—¿Qué deseas? —le preguntó curioso.

El abuelo Lobo estuvo tres semanas pensando, en realidad, en poco de dos minutos ya sabía la respuesta, pero quería hacerse el interesante. En el Infierno, eso del tiempo no vale para nada, y si le podía tocas los kiwis a Pazazu, que era un cotillo de tres pares de demonios, pues mejor.

Pazazu sorprendido, no daba crédito a sus oídos...; "¿Eso? ¿De verdad?".

El abuelo Lobo asintió pausadamente, pipa en mano. Seguro que su decisión era sabia. Como todas las que tomaba. Menos la de embarcar en el barco ballenero. Esa no.

—¡Cómo te ha salido otra vez el brebaje del abuelo Lobo, Rufino! No pierdes el tino —gritaba una exultante, y también algo achispada, Margarita a pocos centímetros del morro de Rufino, que seguía removiendo el contenido con un cucharón de metro y medio de madera, la bañera portátil que se había traído de casa.

Bueno, le habían traído sus sobrinos a hombros. Él adujo problemas de espalda y que sus sobrinos debían aprender el trabajo duro y que estaba sobre sus infantiles hombros la responsabilidad de una fiesta decente.

—No lo estropeéis ahora —decía Rufino montado en un carro que hubiese permitido sin duda alguna cargar la bañera, pero esta perra vida no te regala nada, y quién mejor que el tito para dar lecciones de vida lobuna.

Isidrín, más perjudicado que Margarita, se estaba poniendo pesadito y había sacada la guitarra de nuevo y eso que Rufino se la escondía todas las veces.

—¡Ach!, haremos de tripas corazón y que destroce otra canción de Los Lobos de Hispalis— murmuró nuestro noble lobo y se sirvió otro cubilete de brebaje especial del abuelo Lobo.

Por alguna extraña sensación, tenía la sensación de que nunca le salía mal, cómo si una imaginaria zarpa le ayudase con la mezcla perfecta de ingredientes en cada ocasión.

Rufino, echó la vista al cielo.

—Te echo de menos, abuelo —y se bebió el cubilete de una "sentá".

En el Infierno, el abuelo Lobo se había "agenciado" una bola mágica panorámica y observaba con sumo detalle la fiesta.

Podía haber elegido que su nieto fuera un as al volante, un seductor nato, el campeón en comer tartas a dos zarpas... tonterías mundanas. Eso ya lo tenía Rufino por parte suya, pero lo realmente importante era su brebaje especial. Eso no se podía perder. Sabía, y eso solo lo saben los lobos muy sabios cómo él, que cada vez que su familia bebiera y celebrasen juntos, permanecerían a las duras y a las maduras. Y qué demonios... también se acordarían de este viejo lobo de mar allá dónde estuviese.

Se levantó, le dio unas monedas al diablo que le había dejado entrar en la sala secreta junto a una colleja de regalo por tener ojos saltones, y se marchó a tocarle las bolas a Pazazu. Y se las tocaba muy bien, de hecho.

Gracias especiales a Klaus por dejarme jugar con el Abuelo Lobo.

¡No te pierdas el resto de relatos del proyecto Doppelgänger 2023, dónde diferentes autores reinterpretan los personajes de otros autores!

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Hans Zimmer - The Kraken


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Comentarios

  1. Es una tarea imposible escribir sobre Rufino, así que me decidí a escribir sobre el Abuelo Lobo. Muchas gracias por dejarme hacerlo y espero que os guste la historia.

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  2. Pues yo creo que has hecho un excelente y divertido trabajo. Rufino está satisfecho y yo también. ¡Enhorabuena!

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  3. Espero que este nuevo escriba no quiera recibir regalías ni royalties. Voy muy justo. Si me sobra algo de pasta que me lo pida vía e-mail en notedoyniundurosogorrón@lobo.com.

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