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Las pulgas de Escila (Especial Mitología griega 2023)




AÑO 2062
LA TIERRA

A mediados del siglo XXI el Sol emitió una serie de super llamaradas que provocaron en la Tierra el colapso de todas las redes eléctricas, la caída de todas las computadoras y la avería de todos los sistemas de refrigeración de los reactores nucleares.

El desastre del reactor nuclear iraní Persépolis 2 provocó una explosión que extendió material radioactivo en un área de miles de kilómetros a la redonda.

Fallecieron millones de personas.

La siguiente explosión, esta vez en una central nuclear costarricense, contaminó todos los cultivos de América. La intoxicada Tierra, al límite de sus recursos, se encaminaba a una hambruna como nunca se había visto en su historia.

Bajo el mando único del Registro Gaia, los países occidentales más avanzados se lanzaron, a la desesperada, a la exploración espacial.

Pero la República Popular China llevaba años preparándose en secreto para esta eventualidad. Cuando en el Registro Gaia aún discutían cómo coordinar la exploración, los chinos ya habían lanzado media docena de naves colonizadoras al espacio.
Dos de las más avanzadas, las naves exploradoras taikonautas Xīwàng y Jìnbù, capitaneadas por el científico chino Kun Zhao, junto a las mentes más brillantes de su nación, se dirigían directamente hacia Cerbero, uno de los cinco satélites de Plutón.

Lanzando, de forma controlada, una bomba nuclear del tamaño de la décima parte de Hong Kong, en teoría se podría crear un agujero de gusano que llevaría a los taikonautas al sistema estelar de Lambda Centauri. Los avanzados cálculos de Zhao habían deducido que dicho tubo unidimensional abriría un paso seguro a este sistema solar con múltiples posibilidades de poder albergar vida o, en su defecto, recursos para la supervivencia de la humanidad.

Los planetas de nuestro propio sistema solar habían sido descartados hace años y eran inviables para cualquier propósito a corto plazo.

La detonación fue un éxito.

Una vez creado el agujero de gusano, las naves chinas tardaron pocos segundos en atravesar el vórtice. Había viajado varias centenas de años luz por el espacio en cuestión de segundos.
Ante ellas se abrió una galaxia inmensa, nueva, sin explorar, llena de posibilidades.

Sin embargo, no era el sistema solar de Lambda Centauri.

Un solitario planeta, del tamaño de Venus, orbitaba alrededor de una estrella enana junto a una pequeña luna. El planeta, al que se denominó inicialmente KZ01, estaba rodeado casi al completo por un denso cinturón de asteroides, vestigio, sin duda, de otra luna gemela destruida hace eones, que recibió el el nombre de KZ02. Así mismo, grandes tormentas eléctricas recorrían su superficie.  A la luna superviviente se la llamó KZ03.

Los chinos estaban exultantes. Los análisis previos indicaban que KZ01 era rico en todo tipo de recursos. Habían descubierto, de facto, un planeta clase M, con una atmósfera que comprendía nitrógeno, oxígeno y abundante agua en estado líquido. Tenía todos las características que lo hacían compatible con formas de vida basadas en el carbono, como la nuestra.

La densidad del cinturón de asteroides disminuía en cierto hemisferio de KZ01 pero se acercaba peligrosamente a la atracción gravitacional de la luna KZ03. No obstante, a todas luces, parecía la ubicación más segura para intentar un aterrizaje.

La Jìnbù, sin más preámbulos ni análisis, impulsada por su potente generador de fusión se dirigió hacia dicha zona. KZ03 no tuvo piedad con la astronave. La atrapó sin misericordia en su gravedad y la estrelló contra su superficie. No hubo supervivientes, entre los fallecidos estaba Mei, la jefa de ingeniería y esposa de Kun Zhao.

Liú Song, uno de los médicos de la Xīwàng y gran aficionado a la mitología clásica griega, rebautizó en ese instante a los cuerpos celestes KZ01 y KZ03 como Escila y Caribdis.

Todos los tripulantes de la Xīwàng estaban devastados. Estaban tan cerca de la salvación de la humanidad y a la vez tan lejos... no se podían imaginar que recibirían una transmisión cuyo origen fuera la misma Escila. En un perfecto chino mandarín les daba la bienvenida al planeta y les ofrecía un paso seguro para aterrizar. De algún modo, la recién descubierta civilización era capaz de alterar la gravedad de Caribdis para atenuar la atracción. Así mismo a KZ01 parecía agradarle el nombre de Escila dado por Song.

Había vida inteligente en su superficie y capaz de comunicarse. Era un descubrimiento inaudito. No era un tímido y torpe paso para la humanidad, como el dado hace siglos por el astronauta Armstrong, era un salto enorme. 

Las siguientes horas tras el aterrizaje de la Xīwàng en el planeta son un misterio. A ello tampoco ayuda nada el hermetismo habitual de los chinos. Lo que sí se sabe es que solo la mitad de los taikonautas regresaron llevando a bordo un elemento que salvaría a la humanidad de la hambruna: la escilita, una materia prima natural con inmensas propiedades nutritivas. Un único kilo de este elemento era capaz de alimentar a miles de humanos, era un superalimento.

La Xīwàng fue recibida con grandes honores en la Tierra y a todos los taikonautas se les otorgó la máxima condecoración militar: la Orden del Doble Dragón. Kun Zhao afirmaba ilusionado que, descubierta esta materia, se iniciaba una nueva era de la humanidad. Y en Escila había trillones de kilos. Todo parecía perfecto.

Resultó no ser cierto.



AÑO 2113
EL VÓRTEX
NAVE CARGUERO ÍTACA
CARGA DESCONOCIDA

—Dime, otra vez, por qué razón debemos estar esperando aquí tanto tiempo —preguntó bostezando el capitán Dax a su ordenador Ómiros.

Era Ómiros el ordenador central que controlaba todas las funciones principales del avanzado carguero espacial Ítaca.

—Dax, ya lo sabes, es el protocolo estándar —contestó con su habitual tono metálico el módulo de voz del ordenador—. Para entrar en el agujero de gusano Vórtex, que nos lleva hacia la órbita gravitacional del planeta Escila y su luna Caribdis debemos ser autorizados previamente por la CMIE, la Corporación Militar Inter Espacial.

»Todos esos satélites militares con rojas luces intermitentes que rodean Vórtex están en modo alerta y fuertemente armados. Si accediéramos sin el permiso correspondiente, los satélites se activarían y recibiríamos una respuesta hostil. Seríamos atomizados en cuestión de segundos por sus haces láseres.

—¿Y cuál es la razón de que este planeta sea tan importante y haya tanta presencia militar?
—También lo sabes, Dax —respondió Ómiros.

A alguien le debió parecer muy gracioso dotar al ordenador de cierta inteligencia artificial para que se pareciera a un amigo listillo. 

»A raíz de que algunos países intentaran entrar en el vórtice de manera ilegal, se hizo evidente que debería haber algún tipo de control. Se acordó que CMIE regularía el acceso y salida. Hubo un incident...

Dax interrumpió al ordenador y se levantó de su asiento.

Se preparó un café tecleando dos botones en un panel. El sucedáneo de café salió de un compartimento de la pared entre silbidos. El café de verdad, junto al chocolate, había desaparecido totalmente de la Tierra hacía 75 años por el cambio climático y a raíz de la segunda guerra intercontinental entre Brasil y Vietnam por su monopolio. Esta taza humeante se asemejaba en color y cierto sabor amargo. O eso quería creer Dax. No lo había probado nunca. Dax hizo una mueca al sorber un poco el caliente brebaje. Cada vez sabía peor el sucedáneo de café. 

Las luces parpadeantes de los satélites militares se tornaron de color verde dando acceso al carguero. Dax rápidamente se volvió a sentar en su puesto y esperó a que Ómiros le cediera el control de los mandos. El recorrido a través del agujero de gusano siempre se hacía de modo manual, las particularidades del túnel unidimensional imposibilitaban el control automático habiéndose producido varios lamentables accidentes.


Ómiros no continuó con su explicación y se saltó la parte del incidente. A veces cuando le interrumpían, el ordenador dejaba incompleto su relato simulando hacerse el digno. Algún programador de IA en las inmensas fábricas de creación de los Ómiros en Valdepeñas estará ahora partiéndose de risa.

Tras pocos segundos, Escila y Caribdis aparecieron en todo su esplendor delante de la Ítaca. El rutinario trabajo de Dax era simple. Debía desamarrar las selladas bodegas de carga y lanzarlas a un punto determinado del hemisferio de Escila. Lo que hubiera en las bodegas no le incumbía y además le estaba estrictamente prohibido averiguarlo. No había que pedir autorización ni avisar para el lanzamiento. En Escila siempre estaban atentos.

A las pocas horas, una de las catorce bodegas regresaba desde el planeta cargada hasta el techo de escilita. Dax atrapaba con su haz tractor la retornada bodega, la enganchaba al Ítaca y regresaba por el Vórtex. Le pagaban bien y no hacía preguntas. Cero problemas. Lo único que le molestaba era que cada vez más aumentaba la frecuencia de sus viajes a Escila.

Mientras Dax esperaba el regreso de la bodega mirando el espacio, un ligero destello metálico en un asteroide del cinturón llamó su atención. Pidió a Ómiros que le diera una imagen nítida de esa singularidad. Lo que le contestó el ordenador central a Dax era imposible. No podía ser.

Eran los restos destruidos de la Xīwàng. 

—¿Cuánto tiempo tenemos hasta que regrese la carga? —interrogó Dax al ordenador.
— 2 horas, 14 minutos, 34 segundos —respondió Ómiros—. ¿Qué estás pensando?

El piloto no respondió, sólo se encaminó a la parte trasera del carguero y se ajustó el traje espacial de mantenimiento.

— Voy a comprobar una cosa. Abre la esclusa de salida 43. 
— Dax, ¿conoces el protocolo, cierto? Una vez esté ensamblada la bodega al Ítaca, tomaré el control de la nave y nos encaminaremos al Vórtex. Más vale que estés aquí cuando esto suceda.
— No seas cortarrollos. Será divertido — dijo Dax mientras salía al frío espacio exterior.

A diferencia de lo que se suele pensar, los mayores avances de la humanidad no han sido por avances tecnológicos, siempre se han producido por la innata curiosidad de los humanos para averiguar lo desconocido. Dax era un buen ejemplo de ello.

El asteroide que albergaba los supuestos restos de la nave china estaba a escasos 20 minutos de la Ítaca. Con los propulsores traseros de su traje llegaría hasta al asteroide, echaría un vistazo, comprobaría que no era la Xīwàng, sería seguramente la Jìnbù, y se daría la vuelta. Acercarse con la Ítaca quedaba descartado, llamaría demasiado la atención de Escila y esta podría sufrir daños por asteroides rezagados.

Tras dieciocho minutos, y con un ligero golpe al posarse, Dax llegó a la parte delantera de la astronave china.

Estaba destrozada. Todo indicaba que había sufrido una explosión interna. Entró nadando por una apertura del centro de mando.  Era dantesco. Restos de mobiliario congelado flotaban por doquier en el habitáculo junto a restos de difícil identificación. El cadáver de un taikonauta metido en su traje espacial se hallaba firmemente abrochado en su asiento de mando. Dax se acercó y, con una pasada de la palma de su mano, limpió la capa identificativa.

Dio un respingo. Rezaba  Kun Zhao y, sin duda, estaba en la Xīwàng. El científico fallecido, en su rigor mortis, agarraba firmemente una tableta de datos.

— Ómiros, ¿cuánto tiempo me queda? —inquirió Dax por su comunicador.
— Dax, sólo 27 minutos y 4 segundos — respondió de mala gana el ordenador.

El tiempo había pasado inusualmente de un modo muy acelerado. Ya no daba tiempo a investigar más. Con un golpe arrancó la tableta de la mano del cadáver, esta se desprendió del cuerpo y Dax se dirigió a la apertura de salida. La mano ennegrecida de Zhao flotaba en círculo como si  le hiciera un signo de despedida.

 — Dax,  17 minutos y 23 segundos — respondió la computadora.

Se había entretenido demasiado en su exploración. Más vale que se diera prisa. De lo contrario se quedaría flotando eternamente en el espacio. La Ítaca no le esperaría.

Normalmente, los trajes de mantenimiento espacial, suelen poseer un pequeño departamento auxiliar de energía para una baliza de emergencia. Si pudiera puentear esa potencia a sus propulsores, podría llegar antes de lo previsto. Dax tecleó el código en su panel del brazo que anulaba el protocolo de seguridad y recibió un empuje extra.

Mientras volaba a toda velocidad por el espacio, se descubrió pensando en cómo sería la civilización de Escila. Se los imaginaba, no sabría decir por qué, como unos seres de dos metros, insectoides, verdes y con 4 brazos. 

Cuando apenas quedaban doce segundos para el cierre del Ítaca, Dax ya se hallaba en el interior de la esclusa.
 
 —Dax, menos mal que has llegado a tiempo. Pero no hacía falta que corrieras. Todas mis funciones han sido anuladas por Escila. No va a dejar que nos marchemos.
—¿Han dicho algo? ¿Cómo es posible que se hayan dado cuenta que he ido hacia la Xīwàng?
 —Dax, sólo han anulado todos mis protocolos. No se molestan en dar explicaciones. ¿Se la daría tú a una hormiga?

A veces Ómiros era demasiado sincero.

El capitán terminó de quitarse el traje. Debía pensar algún modo de salir de este embrollo. Intentaría comunicarse con ellos. Les daría alguna excusa. Ya pensaría en algo. 

Se volvió a sentar pesadamente en su asiento de mando. Tenía en su mano aún la tableta de datos. Quizás averiguando lo que pudiera contener, sacaría alguna idea para revertir su cagada. Su maldita curiosidad. O, tal vez, Escila se había sentido robada de algún modo, y con devolver la tableta era suficiente.

Escila observaba en silencio sus elucubraciones.

La tableta de datos era antigua, por lo menos debía tener 40 años. Pero el carguero era moderno, se había fabricado sólo hace 10 años estándar y así era imposible conectar el antiguo dispositivo a ningún sitio. Lo único anticuado de su nave era la máquina procesadora de café.

¡Había dado con la solución!

Dax abrió con un pequeño destornillador la tapa de la máquina y, tras tirar de varias conexiones, pudo vincular la tableta al ordenador.  Ya no podría hacer más sucedáneos de café, pero ese brebaje estaba tan malo que casi se había hecho un favor. 

La tableta se encendió y empezaron a aparecer líneas ascendentes en lenguaje chino. Su interpretación no era un problema.

El chino mandarín era el lenguaje más hablado del mundo y se enseñaba en todas las escuelas desde que la República Popular China salvara la humanidad hace casi 60 años. Por ello, Dìqiú (La Tierra) llamada así extraoficialmente recibía llamando así el nombre oficial de Planeta Popular de China (Zhōngguó mínjiān xīngqiú), ya que  los chinos dominaban y gobernaban absolutamente todo.

Tras unos segundos, en la pantalla de la tableta apareció una antigua grabación visual. En ella se veía a un taikonauta sentado en su asiento de mando mientras manipulaba con fatiga los controles de una nave.

Era el científico Kun Zhao.

AÑO 2072
ESCILA
REGISTRO 52.13.78

<<No tengo dudas de que no viviré para contar esto en persona. Esta grabación será el testimonio final y mi penitencia por los horrores a los que hemos condenado a la humanidad.

Hace diez años, tras detonar con éxito la bomba nuclear de mi astronave y crear el Vórtex, descubrimos el planeta KZ01, Escila, como lo llamó mi amigo y camarada Liú Song. Y desde entonces hemos guardado un obligado silencio.

El Partido nos prohibió expresamente contar los sucesos que acontecieron al aterrizar en Escila. Tras descender de la nave, hace una década, comprobamos pletóricos que toda la vegetación y los paisajes eran espléndidos, y ricos en materias primas. Poseía Escila una atmósfera respirable, con una gravedad de 8,87 m/s², similar a la de la Tierra. Se abría ante nuestra gran nación un brillante futuro esperanzador y, por ende, para la humanidad. Habíamos obedecido escrupulosamente las indicaciones del lugar de aterrizaje y esperábamos, con anhelo, una comitiva perteneciente a la nueva raza.

Pero no apareció nadie.

Tal vez, esa avanzada civilización nos estuviera observando, analizando, viendo nuestra idoneidad de algún modo hasta averiguar nuestras intenciones. 

Montamos un improvisado campamento y aprovechamos para realizar variados análisis. Tras unos minutos, nuestro biólogo Wong Bo, se acercó corriendo jubiloso hacia mí. No podía ocultar su excitación. Portaba, en un pequeño contenedor, una raíz de vivos colores que, preliminarmente, poseía unas capacidades nutritivas extraordinarias.

Le golpeé el pecho amistosamente y le di las gracias a los Ocho Inmortales.

Sin embargo, no pude visualizar a la otra mitad de mi equipo. Habían desaparecido junto a todo tipo de sonido.

En ese instante, una parte de la tierra se abrió y emerg...>>

La tableta chisporroteó y tuvo dificultades para visualizar correctamente el documento. Dax maldijo su suerte y pasó a los siguientes registros.


REGISTRO 52.15.31

<<.. nte. Nos permitió llevarnos la raíz. Era un recurso natural único que acabaría con el hambre de nuestro planeta. No volvimos a mencionar a nuestros camaradas caídos. Si cumplíamos con nuestra parte del acuerdo, podríamos volver a por más escilita cada 300 ciclos a cambio de lo que nos había exigido. Se despidió de nosotros añadiendo que estaba gratamente sorprendido con la humanidad y que le gustábamos mucho.>>

REGISTRO 131.50.22

<<Llevo varios años ya trayendo nuestra "carga" a Escila con el mínimo personal posible. Nadie debe cargar con nuestras elecciones. Los diez contenedores están repletos. Son diez contenedores a cambio de uno solo de escilita. Un compuesto del que nos hemos hechos adictos. Toda nuestra base alimenticia está basada en él. Por supuesto la Tierra tampoco sabe que, si empezáramos a sustituirla por otra base, nuestro aparato circulatorio, nuestra sangre se volvería tóxica y nos causaría la muerte a corto plazo.

Somos esclavos y adictos a la escilita.

Antes de desamarrar los contenedores, me vuelvo a la bodega y observo su interior. Están perfectamente alineados en cajas como mercancía. Solo que están vivos. Humanos. Le gustan mucho.>>

REGISTRO 131.50.23

 <<Al principio eran enfermos terminales, pero su sabor no le agradaba. Los deseaba sanos, repletos de vida. Empezamos a mandarles disidentes, prisioneros políticos, personas contrarias al régimen, ecoveganos... Nuestro planeta de esos tenía a espuertas. Pero cada vez era más voraz, deseaba más cantidad y más frecuente. Sufría de una bulimia de humanidad.

¿Cómo era la civilización de Escila?

Siempre pensamos, en nuestra pequeñez mental, que una civilización nueva alienígena debe ser similar a la nuestra, antropomórfica, de un tamaño parecido, inteligente, culta, con valores morales.

Qué equivocados estábamos.

En Escila no había seres vivos, no había una raza alienígena. Escila ERA el ser vivo. El planeta era un único ser sintiente, inteligente y voraz.

Nos había dejado posarnos en su cuerpo como un perro permite a las pulgas anidar en su pelo. Las pulgas de Escila.
Cuando llegamos, hace diez años, nos observó, nos estudió y aprendió nuestro idioma en cuestión de minutos.

La escilita era parte del ser. Nos ofreció una mísera parte de su cuerpo a cambio de carne humana. Pero al igual que nos hicimos adictos, él se hizo dependiente de nuestra carne.>>

REGISTRO 131.50.24

<<Escila sabe que he venido a destruirlo. Lo lleva sospechando años. Analiza cada carga que le enviamos en busca de algo que pudiera hacerle daño. Nunca encuentra nada. No soy tan estúpido o torpe para mandarle una bomba metida en una carga. Pero hoy es el día, hoy acabaré con Escila. Estoy solo en mi vieja nave Xīwàng. Que la humanidad me perdone por lo que voy a hacer.

Lo tengo todo preparado. Voy a detonarla. ¿Qué pasa? ¡He perdido el control de la nave! ¡Se está sobrecalentando el motor de fusión!

¡Escila lo ha estado escuchando todo! ¡Me voy a estre...!>> 

FIN DE LOS REGISTROS.

Dax se quedó un momento mirando la tableta de datos. De algún modo, sabía lo que tenía que hacer. Le pidió a Ómiros que comprobara unos antiguos datos técnicos de la expedición de la Xīwàng y la JìnbùLeyó con detenimiento la información y, acto seguido, desplegó un submenú de la vieja tableta. Esta le pidió una contraseña de tres letras. Probó con Mei. Accedió sin problemas a la nueva pantalla. Presionó el comando.

La bomba nuclear de Jìnbù entró en ignición. Llevaba cincuenta años protegida dentro de la bodega de la nave estrellada en la superficie de Caribdis. Ambas naves poseían una. Sólo llegaron a utilizar la de la Xīwàng para abrir el vórtice.

Caribdis empezó a perder su rotación. Enormes fragmentos se precipitaban hacia Escila. La colisión de ambos cuerpos celestes era inminente.
 
—Dax, he vuelto a recuperar todas mis funciones. Escila, se conoce, está ocupado ahora mismo en otra cosa más urgente.
—Sácanos de aquí y llévanos al vórtice cagando leches. En unos instantes se va producir un cataclismo planetario y más vale que no estemos cerca.

Dax sonrió. Le pareció oír chillar de rabia y dolor a Escila. Que se joda. Y referente a la escilita... bueno, ya lo solventaría más adelante la humanidad. Siempre lo hemos hecho.


MITO DE ESCILA Y CARIBDIS
Escila y Caribdis son dos monstruos marinos de la mitología griega situados en orillas opuestas de un estrecho canal de agua, tan cerca que los marineros intentando evitar a Caribdis terminarían por pasar muy cerca de Escila y viceversa.

Mientras que Escila vivía en los acantilados, tenía doce patas y seis cuellos largos y devoraba a quien osara acercarse, Caribdis tragaba una gran cantidad de agua tres veces al día para devolverla otras tantas veces, formando un peligroso remolino que absorbía todo cuanto estaba a su alcance. Aunque ambos destinos eran difíciles de superar, Circe aconsejó a Ulises pasar junto a Escila, ya que era preferible perder a seis hombres que el riesgo de perder a todos, que representaba Caribdis.


Dibujos de ArtStation:
Sol: Daniel Fisher 
Campo de asteroides: Josef Surý 
Carguero y paisaje alien: Pengzhen Zhang 

Música para escuchar mientras lees el relato:
Lorne Balfe - Looking Up (Main Theme)


Gracias especiales a Luis y Beto por todas sus generosas, y espero que gratis, aportaciones al relato.

 SafeCreative 2303123778213. Todos los derechos reservados.

¡No te pierdas el resto de relatos del mes de la mitología griega bajo el siguiente enlace!

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Comentarios

  1. Me ha encantado la historia. Muy, muy buena. Enhorabuena. Rufino debería tener miedo, mucho miedo de quedar relegado a un segundo plano. Klaus nos ha demostrado que no solo sabe escribir con un humor arrebatador si no que además tiene una imaginación desbordada cuando toca escribir cosas más serias. Espero ¡no! Exijo segunda parte.

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    1. Muchas gracias por tus palabras. La segunda parte se llamará "Las pulgas de Rufino". 😂

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  2. Las tormentas solares son realmente una gran amenaza para la Tierra. Muy bien escogido, así como que sean los chinos los protagonistas. Muy alejado del registro que te he visto usar hasta ahora, pero colando, inevitablemente, tus puntadas de buen humor. La escilita ¿Son las heces de Escila? Sin duda sería ideal que nuestro superalimento fueran los desechos de nosotros mismos. 👍👍👍👍👍

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    1. Me parece súper interesante la idea de que sea los desechos del ser viviente apuntado por enslayers.

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  3. Estoy sorprendida. No sólo por el cambio de temática, sino también por el estilo tan diferente al que has usado hasta ahora y que para mí es único. Y aunque Rufuleto me encanta, no me importaría que lo aparcada durante un tiempo y siguieras con estas narraciones. Me engancho desde el principio. Te felicito. Espero con ganas el próximo.

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  4. Muchas gracias. Escribiré más entonces

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  5. Aunque no sé si le dejaré. Tengo muchas historias graciosas que contar. A ese que llamas Rufuleto no se quién es es.😌

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  6. He de reconocer, que la ciencia ficción no es un tema de mi gusto, pero aún así he disfrutado mucho el relato. 👏🏻👏🏻👏🏻

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  7. Klaus vuelve a llevar el mundo a su colapso absoluto. Nada le gusta más. Nos demuestra que sabe hacer mucho más que el humor al que nos tiene acostumbrados con Rufino. Esperamos una nueva entrega en la que mandar el mundo a tomar por cucu.

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  8. Espectacular. No puedo decir otra cosa

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