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Megera (Especial Mitología griega 2023)

Orestes perseguido por las Furias por William-Adolphe Bouguereau.
Mariola Martínez
Colaboradora Relatos

Las luces de neón de la avenida se colaban a través de las cortinas medio corridas de la suite 314 del hotel Conferencias. En el ambiente, el olor dulzón a Chanel nº5, se mezclaba con las partículas de vaho que escaparon del baño cuando Arturo salió de la ducha. Desnudo, se acercó a ella, que le esperaba de pie, subida a los zapatos de tacón, sobre la alfombra de pelo. La lencería, compuesta por apenas unas tiras de lycra, no dejaba margen a la imaginación. La tomó por la cintura, recorriendo con sus manos la curvatura de su espalda. Y apretándola contra él, aspiró el olor del perfume que acababa de regalarle. Sonó el teléfono.

—Mi mujer, seguro— dijo—. 

Ella hizo una mueca de desagrado.

—Arturo, ¿dónde andas? — Su voz era chillona.

—Hola cariño. Sigo aquí. Se ha complicado un poco la firma del contrato. Estos tíos han puesto algunas condiciones y estamos ultimando los detalles. Pero pinta bien. Me quedo a dormir en el hotel y mañana por la tarde estoy allí.

—Joder, siempre pasa algo—contestó —. Pues cómprale algo a los niños; llevan todo el día pensando que les ibas a llevar al búrguer.

—Sí, ya lo había pensado—dijo mientras Esther acariciaba su miembro—. Hasta mañana, te quiero—. Colgó apresuradamente y, dejando caer el móvil sobre la alfombra, la agarró por las nalgas recorriendo su cuello con la lengua.

—¿Y tu marido? —preguntó sin mucho interés.

—Jugando al pádel.

FACULTAD DE HUMANIDADES (MISMA HORA)
CONFERENCIA SOBRE MITOLOGÍA GRIEGA.

—Unos seres curiosos, dentro de la mitología griega, son las llamadas “Furias” o “Erinias”, espíritus de la venganza—explicaba el profesor, paseando de un lado a otro de la tribuna—. Nacieron de la sangre de Urano, cuando el hijo de éste, Cronos, le cortó los testículos. Dicha sangre, derramada sobre la madre tierra Gaia, las hizo germinar. Podemos decir que las “Erinias” son fuerzas primitivas anteriores a los dioses olímpicos. Los hombres huían de ellas, ya que al ser anteriores a Zeus, no se someten a su autoridad. Esto las hace implacables. Su cólera es difícil de apaciguar, ni aun con sacrificios.

—¿Qué poderes tenían? —preguntó un alumno desde la tercera grada.

—Las Erinias eran las encargadas de ejecutar la venganza, tanto en vivos como en muertos. Su insaciable necesidad de vengar todo tipo de injusticias, las hacía temerosas de los hombres. Ya que su venganza podía ir más allá de la vida, persiguiendo al pecador incluso en el inframundo.

—¿Cuántas eran? —dijo una voz femenina que provenía de la primera fila.

—Tres—contestó el profesor encendiendo con el mando el proyector de la pared y mostrando un cuadro del siglo XIX de William-Adolphe Bouguerau —. Tres hermanas, a cuál más temible. Su misión, aunque loable, estaba provista de violencia y rotundidad.

—”Ojo por ojo, diente por diente” —apuntó alguien.

—Más o menos—continuó, dando paso a la siguiente proyección.

SUITE 314 DEL HOTEL CONFERENCIAS.

—Me encanta cómo te mueves—susurró Arturo—, me vuelves loco.

Esther, frente a los pies de la cama, se contoneaba en un baile hipnótico. Muy despacio, se subió a la cama y gateó juguetona ascendiendo poco a poco por las piernas de su jefe. Un crujido a su espalda la hizo detenerse. Pero Arturo le acarició la barbilla, obligándola a mirarle e invitándola a seguir. Se oyó un nuevo crujido, pero Esther ya estaba concentrada en su labor. Arturo miraba extasiado al techo, mientras la cabeza de ella, oculta bajo la melena, subía y bajaba con una cadencia regular.

FACULTAD DE HUMANIDADES

—Alecto, “la implacable”. Castigadora de los delitos morales como la ira o el orgullo. Personifica la rabia, la manía…,siempre está enojada—. En la pantalla, la imagen de Alecto, una de las tres Erinias, aparecía amenazante—. Su voluntad de castigo es eterna. No descansa hasta hacer pagar por el delito cometido a dioses o mortales. Sus alas negras, inmensas, le permiten ocultarse en la oscuridad… En el aula el silencio era absoluto. Todos maravillados por el tono teatral del profesor. En la suite 314 del hotel Conferencias, una casi imperceptible corriente de aire se colaba por el ventanal. Deslizándose tras la cortina y con un movimiento silencioso, Alecto extendía sus alas ocupando gran parte de la habitación. Su mirada de odio, puesta sobre los infieles amantes que restregaban sus cuerpos desnudos en un frenesí de pasión.

—…sus cabellos son largas serpientes ondulantes—continuó el profesor—. Siempre dispuestas a atacar. En una mano, una antorcha, en la otra, un látigo. Su ataque puede ser mortal, dependiendo de la gravedad y la naturaleza del delito. Es propagadora de plagas y maldiciones. Acosa al delincuente con teas encendidas, sin dejarlo dormir tranquilo…

—No pares —susurraba Esther al oído de Arturo, que ahora era quien había tomado el control. Una luz trémula y anaranjada iluminó de repente la habitación. Pero antes de que los infieles se dieran cuenta, Alecto escondió la antorcha bajo sus alas, ante la mirada reprobadora de Tisífone, que oculta tras las sombras, indicaba a su hermana que no era ella quien debía acometer la venganza.

—Os presento a Tisífone, “la vengadora”. De terrible aspecto, Tisífone persigue a quienes cometen delitos de sangre en el seno familiar. Esto se refleja en el mito de Orestes, que asesina a su madre, Clitemestra, en venganza por el asesinato de su padre, Agamenón. Es ahí cuando las Erinias y más intensamente Tisífone, se ciernen sobre él llevándolo a la locura y a un terrible conflicto interior.

—¿Quién es la tercera? —preguntó la señora de la limpieza, que desde la puerta, escuchaba atenta como cualquier alumno, apoyada en el palo de la fregona.

—Os veo muy interesados, a pesar de que es tarde —contestó sonriendo el profesor —. La tercera es Megera, “la celosa”. Mitad mujer, mitad arácnido —. En la pantalla, la inmensa y terrorífica figura de Megera, parecía mirar desafiante a todos los presentes en el aula —. Esta divinidad es la encargada de castigar los delitos de infidelidad dentro del matrimonio. Cuatro largas patas de araña la hacen pavorosamente imponente…

—Date la vuelta —ordenó Arturo a su secretaria, que sumisa, estaba dispuesta a satisfacer los deseos de su jefe. En la mesita de noche, la pantalla del teléfono móvil iluminada, mostraba incesante, el nombre de su marido. De pronto, algo parecía acercarse al son de un repiqueteo.

—¿Has oído eso? —preguntó mosqueada.

—Serán los de la habitación de al lado.

—... de su pecho brotan parásitos que incuba para lanzar a los pecadores y controlar sus cuerpos como marionetas. Encarna el rencor, la envidia, la avaricia y los celos. De las tres, es la que persigue con mayor saña, gritando al oído de sus víctimas, las faltas que cometieron.

En la suite 314 del hotel Conferencias el olor a Chanel nº5 fue dando paso a un ambiente cargado de olores corporales. Fuera, en la avenida, varios de los letreros luminosos comenzaron a parpadear, apagándose poco a poco hasta dejar la habitación en penumbra. Una repentina ventisca hizo volar las cortinas. Los amantes, ajenos a todo factor extrínseco a su pasión, entrelazaban sus cuerpos obscenamente, inmersos en una danza salvaje. A ambos lados de la habitación, Alecto y Tisífone, observaban la vergonzosa escena, en un silencio forzosamente contenido. En medio de los jadeos cada vez más intensos, Arturo levantó la vista por encima de la espalda de su secretaria. Al fondo, en el vestidor, donde la oscuridad se hacía más notable, los ojos ensangrentados de Megera ardían en una rabia voraz. Dio un respingo.

—No pares —le dijo Esther al notar que frenaba.

—Así que queridos amigos, si no quieren vérselas con tan terrible criatura, ya saben lo que no deben hacer —advirtió con guasa el profesor, mientras apagaba el proyector—, o serán perseguidos eternamente por su furia incontrolable, día, noche y allá en el inframundo.

—Pero entonces, ¿esto es real? Es decir, ¿qué credibilidad podemos darle a estos personajes?

—Venga, no pares, fuerte—le alentaba Esther en un jadeo ahogado. Arturo reanudó las embestidas confundido por la casi seguridad de haber visto unos ojos que le miraban. No obstante, las súplicas y los movimientos sinuosos de ella, le devolvieron a su estado de embriaguez pasional.

—Bueno, para nosotros es literatura. Mitos y leyendas que dan vida a historias muy adornadas cuyo objeto era explicar los fenómenos de la naturaleza, la existencia humana y sobre todo, su esencia y comportamiento…

La agarró de la melena, levantando su cabeza al frente. Ambos, al borde de la explosión final. Velocidad, sudor, jadeos de placer, un calor inmenso llegando a los miembros…

—Leyenda o realidad, para los griegos de la época eran la base de su enseñanza y religión. ¿Para nosotros?... Arte

Llegó el clímax, ambos cuerpos agotados, descansaban sobre el colchón. Ella, bocabajo, con la cabeza apoyada a los pies de la cama, recuperaba la respiración. Arturo se incorporó bruscamente.

—¿Qué ocurre? — le preguntó ante su total mutismo. Pero Arturo no reaccionaba. Su mirada, fija en el vestidor, había detectado una silueta inexplicable. Poco a poco, una luz tintineante fue iluminando la habitación.

—¿Qué coño…? —gritó Esther dando un brinco. A la derecha, un ser demoníaco con aspecto de mujer y alas negras, sostenía una antorcha. A la izquierda, otra versión de lo mismo y de horrible rostro, les amenazaba con una serpiente. Desnudos y vulnerables ante lo incomprensible, se abrazaron pegados al cabecero de la cama. Un gruñido inhumano les llegó desde el vestidor.

—¡¿Qué broma es esta?! —gritó ella desesperada. La tercera criatura, oculta en las sombras, dio un paso al frente con sus largas patas de araña, dejando a la vista un espeluznante rostro de mujer… Su rictus mostraba unos dientes afilados. Horrorizados, entendieron que no había escapatoria.

—¡Infieles! —les increpó amenazante. Su voz era estertórea. Y acto seguido, chilló con una agudeza que les heló la sangre.

Arturo pensó en su mujer y sus hijos. Comprendió el error. La mujer araña se acercó un poco más. Primero despacio, golpeando el suelo con sus cuatro patas negras y finalmente, con una velocidad inconcebible, saltó sobre ellos. Las carcajadas malévolas y las mofas de sus hermanas, fueron para los infieles, la banda sonora de la cruenta paliza, y de su final.

Los alumnos habían abandonado el aula. Sólo el profesor, que recogía sus cosas, y la señora de la limpieza, quedaban allí.

—Pues la Megera esa me ha gustado a mí —dijo con gesto gracioso y pensativo la señora de la limpieza—. Ojalá existiera y hubiera estado cuando el capullo de mi marido me puso los cuernos con la de la compañía del gas. ¿Usted cree que le habría colgado de los cataplines con su tela de araña?

—Qué cosas tiene mujer.

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Megaera. La celosa por IzzyMedrano (Videojuego God Of War: Ascension).

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Comentarios

  1. Excelente y elegantísimo relato de Mariola. Me ha gustado mucho.

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  2. Mariola Martínez es una ESCRITORA EXCEPCIONAL. Lo he puesto en mayúsculas con toda la intención del mundo, puesto que no se merece menos. Me ha encantado el relato. No volverá a escribir en nuestro blog para no dejarnos a los demás "juntaletras" a la altura del betún. Es broma... ¡querremos más! Enhorabuena.

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    1. Jajaja, qué exagerado! No os llego yo, ni a la altura de los zapatos. Lo mío es de andar por casa. Lo vuestro, calidad. Pero muchísimas gracias.

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  3. Pues no puedo estar más de acuerdo con los comentarios anteriores. Felicidades Mariola, tu relato engancha de principio a fin con un ritmo muy acorde al de Arturo y Esther. Te ganas un lector

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