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Midas - Una historia urbex de Happy Panda (Especial Mitología griega 2023)



Imagen de Christopher Patterson

Imagen de Christopher Patterson

—¡Qué manía con llevarme a lugares abandonados y derruidos! ¿Qué van a pensar de mí mis Happylovers? ¡Soy una afamada influencer y no una urbexer! ¡Siempre rodeada de podredumbre y destrucción! ¡Yo no me merezco esto! —le resopla indignada Teresa Alcantarilla a su hastiado hermano Rodri sin parar de mirarse las uñas postizas de gel, cada una pintada de su padre y su madre.

Su sufrido hermano trata de calmarla y espera no pasarse esta vez la salida de la autopista A6. Cada vez que su hermana Teresa sufre de incontinencia verbal, no hay dios que la pare. No van muy boyantes de gasolina y, si se vuelven a pasar la salida, tocará —con lo nerviosa que se pone la madame— buscar una gasolinera a todo meter llenar el depósito y volver a pagar de su propio bolsillo. Su queridísima hermana es devota de San Puño Cerrado, y que ya pagará, que menuda manía tiene con el vil metal. ¿A que es muy graciosa? A eso le añadimos que la destartalada furgoneta del abuelo tampoco está ya para muchos trotes. Cualquier día de estos los deja tirados. Vaya panorama.

—¿El rey Midas? ¿Quién es ése? ¿Un asquerosamente rico y joven heredero saudí? ¿Quiere beneficiarse de mi fama? ¡No!, no me lo digas, ¡quiere una colaboración! ¡No me la vas a jugar! Con ese nombre, ¿no será un gamer muerto de hambre del Fornite? ¿O es ese, el del taller de mecánica de coches, motos, bicicletas y patinetes?

—No joder, Teresa. Te lo repito. Hace apenas una semana, una tormenta arrastró a la costa gallega partes muy deterioradas del casco del navío griego Dionysos. Meritxel, la que me contactó vía email la semana pasada, estaba muy sorprendida de que un buque mercante heleno hubiese naufragado cerca de la costa, ya que las rutas mercantiles de los buques están normalmente muy alejadas del lugar.

—¿Y qué tiene que ver el tal Midas con todo esto? ¿No dices que el barco es de un tal Heleno? —responde malhumorada Happy revolviendo en la mochila de Rodri en busca del bocadillo de bacon con queso de su hermano—. Te lo cojo prestado, ¿vale?

—¡Heleno es una forma de llamar a los habitantes de Grecia, Happy! Que parece que te has pasado la vida en la universidad yendo a por tiza —continuó—. A Josetxu, el novio de Meritxel, le pudo la curiosidad y se echaron a la mar. A ella no le hacía mucha gracia, pero al final cedió. A pocas millas de la costa, a poca profundidad, encontraron el navío hundido. Debía de llevar más de setenta años bajo las aguas por la erosión reinante, algas y esos rollos. No me preguntes la razón de que precisamente ahora aparezca después de tantos años, habiendo estado tan cerca de la superficie.

»Tras inspeccionar la mayoría de los camarotes, incluyendo el del capitán, no encontraron nada de interés a excepción de uun cuaderno de bitácora y una llave atada a una cadena de oro. La bodega, el único lugar que podía albergar algo más de valor, estaba vacía a excepción de un cofre cerrado, no demasiado grande, a lo sumo de 50x50, con la inscripción MIDAS en frigio antiguo —un escritura casi idéntica a los primeros alfabetos griegos arcaicos— atornillado al suelo y condenado por un ostentoso candado dorado.

» Puesto que la mar se estaba embraveciendo y el nivel de oxígeno de sus bombonas empezaba a descender peligrosamente, optaron por regresar otro día. Cosa que no han podido hacer. La mar no les ha dejado. Esperan poder ir mañana con nosotros. De momento, la lectura del cuaderno de bitácora del capitán ha arrojado algo de luz sobre las razones del naufragio y la misteriosa llave. Ahora te cuento.

»La buena noticia para ti es que Meritxel es devota fan tuya y Josetxu, el novio, un apasionado urbexer. Han guardado el descubrimiento en secreto para que sea una exclusiva mundial en tu canal. Creen saber lo que hay dentro de la caja. Quizás sea solo una broma pesada, pero si no lo fuera, sería la ostia para darle un empujón a tu famélica lista de subscriptores.

—¿Cómo que hay que bucear a un barco hundido? ¡No me rayes! ¿No me estarás diciendo que tengo que ir yo ahí abajo a hacer el canelo? ¡Ni por todos los seguidores de Georgina Rodríguez! ¡Que vayan esos adoradores del peligro de la muerte mortal y yo les espero en la costa! La mar salada no le viene nada bien a mi cutis. ¿Tienes algo más de comer? Estar aquí sentada escuchando, me da mucha zuza.

Rodri resopla y niega con la cabeza. Está seguro de que menos bollería industrial en la dieta de la ceporra de su hermana surtirían más efecto en su terso cutis. Y sumido en sus pensamientos, se vuelve a pasar la salida.

Poco antes de las diez de la noche, tras repostar y pasarse otra vez la salida, la lluvia que les ha acompañado todo el trayecto desde Madrid les da un respiro cuando llegan al hogar de Meritxel y Josetxu. Recortado en la costa como último bastión de cordura, les da la bienvenida un imponente faro, guiñándoles intermitente su único ojo. El sonoro buf del tubo de escape de la furgoneta presenta igualmente sus respetos.


—No hemos encontrado apenas nada del buque en Internet —confiesa Meritxel sirviendo otro café a una helada Happy sepultada bajo tres mantas—, un buque cargado supuestamente con valiosas antigüedades de las cuales no hemos llegado a ver ninguna. O se perdieron en el naufragio o las robaron mucho antes. Eso sí, hemos encontrado multitud de estatuas desperdigadas por la bodega. La mayoría incompletas. Las que conservan la cabeza son feas como un demonio.

»La restante información de la que disponemos son las notas sueltas del carcomido cuaderno de bitácora del capitán Rufistos Lykos. Poca cosa, como que un temporal imprevisto lo sorprendió cerca de la costa de Galicia. No se menciona nada sobre el resto de la dotación del buque aparte del capitán, hecho muy extraño puesto que un buque de estas características al menos debía disponer de diferentes oficiales de puente, timonel u oficiales de máquina. Y nada de nada.

—No se registran ni el origen del barco ni su destino final, tan solo indicaciones muy claras de que el buque no debía tocar tierra bajo ningún concepto. Nunca— relata Josetxu, grande como un oso mientras sorbe ruidosamente su café—. Y que el contenido del cofre de la bodega no se abriese en ninguna circunstancia. Según las anotaciones del capitán, la tormenta, aunque inesperada, le resultó un alivio. Por sus últimas líneas, esperaba, deseaba naufragar y terminar así su tortura de más de setenta años.

—¿Qué hay de la llave? ¿Dice algo de ella? —pregunta Rodri al tiempo que hojea el cuaderno de bitácora de Lykos.

—Que abría el cofre —responden al unísono la pareja de fareros. Meritxel se ha puesto, como deferencia a Happy, un pullover con la leyenda “¿Happy Panda Fan Number One? ¡No!, ¡lo siguiente!”

—Josetxu, conoces las reglas del urbexing. Y ya has violado una de ellas al llevarte el cuaderno y la llave del buque. ¿Has infringido alguna más? — pregunta Rodri temeroso de la respuesta—. Es más importante de lo que crees. Hablamos por experiencia propia.

—¡No soy un patán! —responde el hombre visiblemente ofendido—. Y las famosas reglas no se aplican a los naufragios. No puedo correr bajo el agua, no he roto nada para entrar, no he ido sólo y no he dejado huellas. Devolveré la llave y el puto cuaderno una vez sepamos lo que hay dentro del cofre. Estoy hasta la polla de ser pobre. Y si realmente (está dentro) lo que creemos está dentro, me la soplará todo lo demás. ¿Vais a querer ser parte o no? Nadie os obliga. Yo no necesito a nadie. Esto ha sido una mala idea de mi mujer que está obsesionado con Happy. ¡Se viste como ella, se peina como ella, hasta habla como ella!

—Tranquilo, amor —le dice, tocándole el hombro, Meritxel a Josetxu, que ha empezado a recoger las tazas de café malhumorado—. Aquí todos somos amigos. Fui yo quien contacto a Happy Panda y a su hermano. Han venido tras muchos kilómetros a sus espaldas y es normal que tengan preguntas. Cálmate, amor. Está todo bien.

Happy que no se está coscando de la misa la mitad, aunque está gratamente agradecida de que la chica sea tan fan de ella, le susurra a su hermano:

—Entonces, ¿ese Midas quién es? No me entero de nada.

Es Meritxel quien se adelanta a Rodri y responde.

—Midas fue un antiguo rey de Frigia, que, según la mitología griega, tenía el don o la maldición de convertir en oro todo lo que tocaba. Según el filósofo Aristóteles, murió de hambre al estar condenado por su toque. Unas versiones también contaban que consiguió revocar su poder rogándole al dios olímpico Dionisio y otras que se suicidó tras cortarse ambas manos. Son leyendas, pero todas ellas se basan en atisbos de verdad. Saldremos de dudas pronto —concluye Meritxel—. Hora de dormir. Mañana nos espera un día duro. A Happy, por su perfil de Instagram, no le gusta el mar ni sabe bucear. En cambio, a Rodri, sí. Así que, Josetxu y Rodri bajarán al barco mientras Happy y servidora esperaremos en la lancha y nos ponemos al día. ¿Ok?

—¿Y qué pasa con el heredero saudí? —bufa Happy con los ojos abiertos— ¿Va a aparecer para la colaboración?

Tanto su hermano como la pareja le responden con un sonoro "No", a lo que Happy añade que era una broma, que se ha enterado de todo, que deberían trabajar todos más en su autocontrol, y que tiene un libro estupendo escrito por ella sobre cómo lidiar con ello. Incluso les puede hacer una rebaja de casi un 5% sobre el PVP. Tiene casi todas las 500 unidades de la primera edición en casa, guardadas bajo la cama.

Vuelve a llover con fuerza y una cadavérica figura sin manos, que ha estado observando al amparo de la oscuridad desde que llegaron nuestros protagonistas, se zambulle en la mar tras una cortina de agua.


A la mañana siguiente, tal como ya había anunciado el parte meteorológico, la mar amanece despejada.

Después de desayunar, cargan los trajes de neopreno y el equipo de buceo a la lancha y se dirigen al buque hundido. Happy apenas ha dormido y se ha pasado la mitad de la noche en vela. La influencer no podía desprenderse de la extraña sensación de haber sido vigilada por alguien. En cambio, el descortés de su hermano ha dormido como un tronco. Lo que tiene vivir una vida libre de preocupaciones, ajeno a todo.

Meritxel ha traído el cuaderno de bitácora del capitán y lo hojea sin cesar buscando, ansiosa, respuestas a preguntas que solo ella sabe.

Antes de que Josetxu y Rodri se sumerjan en las frías aguas del Atlántico, Happy les desea suerte y les ruega que no se demoren, que se ha dejado las pastillas de la tensión en casa y se pone muy alterada. Rodri responde alzando el pulgar desde el agua.

Una vez fuera de la vista de ambas, Meritxel se acerca a su ídolo, a su fetiche que no ha dejado de observar durante horas, a escondidas, mientras dormía la pasada noche.

—¿Sabes que también quiero ser influencer, Happy? A Josetxu todo eso le parece una gilipollez, pero a mí encantaría ser tan cool como tú, viajar por todas partes, comer en los mejores restaurantes por la cara, que mi vida estuviese en boca de todos y todas. Me volvería loca. ¿Y sabes qué es lo que sería un bombazo y subiría mi cuenta de likes a niveles estratosféricos de un día para otro? No sería esa tontería del rey Midas. Eso es seguramente una broma pesada de algún tontoelhaba.

—¿Una colaboración pagando? —sonríe Happy con un rostro más iluminado que la calle Preciados de Madrid en Navidad.

—No, querida. Haber estado presente en el accidente en alta mar que te costó la vida —sentencia Meritxel, apuntando con un arpón al voluminoso pecho de Happy—. Un desgraciado accidente nos arrebata a la ilustre Happy Panda en Galicia. Su fan número uno, Meritxel Martínez, destrozada, recoge el guante y nos contará de primera mano cómo era Teresa Alcantarilla aka Happy Panda en su vida privada. Sin filtros. ¡Boom, miles de likes! ¿A que es una idea estupenda? La muerte de un famoso es un acelerador morboso de la ostia.

—¿No te vale una colaboración? ¿Un autógrafo? Conozco a un jugador del Rayo Majadahonda que jugó la Copa del Rey hace ocho años... —solloza Happy, viendo que esta vez sí, la fama le ha jugado la peor de las suertes.

Ajeno a lo que sucede en la superficie, Rodri sigue a Josetxu al interior del navío. Es increíble que estando el buque a tan poca profundidad nadie se haya percatado de su presencia antes. Casi se puede ver desde la superficie del mar.

El urbexer queda impresionado por las dimensiones del buque hundido. Aun ladeado no puede ocultar su majestuosidad. Rodri es un enamorado del mar y ama sus silencios, pero no es el silencio del buque siniestrado lo que le aterra, es la falta de vida a su alrededor, sin un solo ser vivo, como si el buque estuviera protegido por una burbuja que impidiese que nadie se acercara esperando visita.

Josetxu le indica con señas que se apresuren. La oscuridad es cada vez mayor, y los focos que portan apenas alumbran más que la superficie de una pelota de baloncesto. Rodri vuelve a comprobar el nivel de oxígeno. Menos de la mitad. ¿Cómo es posible? No deben llevar más de veinte minutos sumergidos. Bucea a más velocidad tras el farero.

Al entrar a la bodega, Josetxu le señala a Rodri que enfoque el cofre, tal como habían acordado horas antes. Él hará uso de la llave y abrirá el arca. El cofre se abre y numerosas burbujas golpean los rostros de ambos, impidiendo en primera instancia ver su contenido. En el interior, un hatillo envuelve sin duda alguna, una cadavérica mano. Sin más dilación, Josetxu se hace con ella y cierra el cofre. Se guarda la llave y nada raudo a la salida de la bodega.

Rodri, menos experimentado que Josetxu, tarda algo más en girarse y, al hacerlo, enfoca las diferentes figuras de la bodega. Todas ellas están recubiertas por una fina película áurea. ¿Es oro? Visten la mayoría ropajes antiguos, y el resto vestimentas más modernas, pero en el rostro de todas ellas, un denominador común, la sorpresa y el terror.

Rodri vuelve a enfocar a Josetxu y le ve llevarse dos dedos a la frente despidiéndose al estilo militar. Después sale por el portillo de la bodega y lo cierra tras de sí. Rodri, aterrado, queda atrapado. Debe haber otra salida. Esto no puede terminar así. ¿Qué pasará con Happy? Empieza a golpear la reja encadenada. Nada.

Los golpes despiertan a las figuras tras Rodri y empiezan a moverse. Al frente de ellas, el rey Midas de sonrisa grotesca, amputado de manos.

—¡Nadie te va a creer que somos súper amigas sin un huevillón de selfies juntas! —grita Happy a Meritxel intentando ganar tiempo. Necesita pensar en algo. Tirarse al agua queda descartado. Hace un frío de tres pares de demonios. Ella que siempre ha necesitado más de treinta minutos para meterse al mar. Además, lleva un móvil carísimo que no está muy segura de que sea a prueba de agua. Sin olvidar la ropa divina de marca que lleva puesta. Coqueta que es una.

Oscuros nubarrones se vuelven a alzar en el cielo. La lluvia golpea la lancha con furia, zarandeándola como un niño caprichoso. Todo está pasando demasiado deprisa.

Por el rabillo del ojo ve un buzo acercarse a la lancha. ¿Por qué solo un buzo? ¿Dónde está el otro? Desea con todas sus fuerzas que sea su hermano, pero en el fondo sabe que no lo será.

—Tienes razón, Happy, hagámonos unos selfies y después te meto un arponazo, ¿vale? —sonríe una enloquecida Meritxel que con el rímel corrido parece el malvadísimo mapache Louis de los cuentos del lobo Rufino, sin percatarse de que, a pocos metros de la lancha, decenas de esqueletos se alzan del mar como tirados por hilos invisibles.

Happy no da crédito a su mala suerte. Todo le pasa a ella. No sólo le toca lidiar con la loca del arpón sino además con los espectros que se acercan a la lancha y que le dan una grima de tres pares de bemoles. Ella que ha visto tanto ya, en la India, en una estación abandonada de Madrid, en un paraje desolado de Huesca.

—Cada vez los hacen más feos, con la cara desencajada, miembros amputados y vestidos a jirones. Qué horror—piensa Happy mientras la recorre un escalofrío.


Para sorpresa de Meritxel y mayor alivio de Happy, no es Josetxu el que sale del mar portando un hatillo iluminado.

—¿Dónde está mi marido? —pregunta desconcertada Meritxel cambiando el objetivo de su arpón.

—Abajo—responde Rodri sin prestar atención al arma que le apunta y señalando el barco hundido que parece estar cada vez más lejos—. Pregúntales a tus nuevos amigos. Están deseando llevarte a conocer el barco junto a tu marido.

—¿Qué dices? ¿Qué amigos? ¿Qué cojones estás diciendo?

—Los de detrás de ti. Tienes algo suyo y lo quieren de vuelta —señala a los espectros que, suspendidos en el aire, se han detenido y se agitan por el viento y la lluvia como espantapájaros—. Entrégales el cuaderno del capitán. La llave ya se la han quitado a Josetxu. Aún estás a tiempo de salvar la vida.

Happy no puede dejar de mirar a su hermano, a los espectros y a Meritxel. Es su particular final de fiesta peliculero "La estupenda, los feos y la mala", al estilo Happy Panda.

Meritxel se gira aterrada hacia los espectros sin ocultar su repugnancia al ver los cuerpos en descomposición. Le alivia que hayan detenido su avance y parezcan esperar.

—¿Qué hay en el hatillo? —grazna Meritxel despreocupándose de los espectros y apuntando aleatoriamente a Rodri y a su ilustre hermana— ¡Dímelo, o te juro que os atravieso a los dos! No voy a devolver nada. Yo lo encontré. Es mío. ¡Dame el hatillo! —repite acercándose con paso decidido a los hermanos.

—Tómalo, pertenece a los de tu calaña—responde Rodri lanzando el hatillo abierto, teniendo sumo cuidado de no tocar su interior.

Meritxel suelta el arpón para agarrar el bulto en acto reflejo con ambas manos. Al atrapar el contenido, reconoce la mano dorada del Rey Midas. Un dolor insoportable empieza a extenderse desde su mano hacia todo su ser. Aterrada, ve como su mano primero y a continuación, su brazo se está empezando a cubrir de una fina película áurea. Meritxel niega una y otra vez con la cabeza.

Rodri le tapa los ojos a Happy. Sabe perfectamente lo que sucederá a continuación. Una decena de cuerpos putrefactos lanzándose a por su ansiado premio, tirándose sobre la cada vez más dorada figura de Meritxel y arrastrándola con destino al buque hundido.

Un aullido final acompaña a Meritxel al fondo de mar. Después silencio.

Rodri se inclina sobre la borda para constatar lo que ya suponía. El barco ha desaparecido. Como si nunca hubiese existido. Es hora de volver a casa.

De camino, en la destartalada furgoneta del abuelo, transcurre la primera hora en silencio. Happy sabe que su hermano se lo contará todo y ella esperará paciente lo que haga falta. Tiene mucha fuerza de voluntad y la virtud de saber esperar.

—¿Qué ha pasado ahí abajo? —pregunta Happy, viendo que sus uñas corren serio problema de quedar devoradas y que el hermanísimo no suelta prenda. Se está poniendo malísima de los nervios.

—Josetxu me dejó encerrado en la bodega. Se había largado con la mano de Midas. Apenas me quedaba aire, tía. De verdad que pensaba que era el fin. Por mucho que golpeaba la reja de salida, esta no cedía nada, nada de nada. Me giré para buscar algo con lo que poder hacer palanca y entonces los vi. Los vi a todos, a los espectros con el Rey Midas al frente y lo entendí —responde Rodri clavando los dedos en el volante —. No sé cómo, pero lo entendí todo.

—¿Qué entendiste? Mira que te haces de rogar. Eres igual que el abuelo, sois pesados de cojones para contar las historias. ¡Vamos, dale alegría! Que hartura de tío, no me extraña que no tengas novia.

—Midas deseaba deshacerse del don que se había convertido en una maldición y le rogó a Dionisio que revocara su "regalo", que haría lo que hiciese falta para ser merecedor de su perdón. Un enfurecido Dionisio le perdonó la vida, pero a cambio, le amputó ambas manos y le condenó a errar eternamente como advertencia a los avaros. Hoy era un barco, ayer una cueva en el desierto en Turquía, mañana un hospital abandonado en la sierra de Madrid.

» Siempre habrá avariciosos deseosos de comprobar si la leyenda es cierta, dispuestos a pagar el precio. No hemos aprendido nada. ¿Y qué mejor lugar para tentar a los avariciosos que un lugar abandonado, custodiado y sujeto a las estrictas leyes urbex? Un maridaje perfecto. Nosotros no infringimos ninguna ley y por ello se nos perdonó la ofensa de la curiosidad. La curiosidad no se castiga, romper las reglas urbex, sí.

—¿Qué pasó con Josetxu?

—No lo sé a ciencia cierta, sólo sé que la puerta de salida de la bodega se abrió, y él estaba suspendido, atrapado por los espectros. Aún vivía, pero no creo que le quedase mucho de vida. En su rostro se dibujaba el terror. El rey Midas me entregó el hatillo y me indicó que subiera a la superficie. El resto ya lo sabes.

Durante una hora, ambos hermanos permanecen en silencio. El cada vez más intenso traqueteo de la furgoneta es el único que se atreve a romper el asfixiante manto del silencio. Aún quedan muchas preguntas por responder, preguntas que jamás recibirán una respuesta.

Transcurre otra media hora, cuando Rodri desvela su principal e inesperado temor.

—Happy tenemos que encontrar un taller como sea. No sé cuánto más podremos circular con todas las luces de la consola encendidas de la furgoneta. Parece el puente de mando de la Enterprise bajo el ataque de los Klingon.

Happy no sabe que pinta King Kong en todo esto, pero no dice nada. Enciende el móvil y, tras teclear a una velocidad vertiginosa, le señala en el móvil un taller abierto en un pueblo a poco menos de dos kilómetros.

Ambos se miran y desechan esa posibilidad. Correrán el riesgo de quedarse tirados. Que sea lo que Dios quiera. Ni de coña van a pararse en un taller Midas. 

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Muchísimas gracias a Mónica Menor por todas las correcciones de estilo y muy necesarias mejoras al relato.

Gracias a mi hermano Klaus y a Beto. Os quiero un "huevillón".


La música de acompañamiento ideal de la historia:

Alaska y Dinarama - Ni tú ni nadie


Alaska y Dinarama - ¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?


¡No te pierdas el resto de relatos del mes de la mitología griega bajo el siguiente enlace!

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Comentarios

  1. Otra excelente historia de nuestra creadora de contenidos favorito, ¡Happy Panda!

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  2. No hay por qué darlas. Un honor y un placer que compartáis conmigo vuestros relatos que son una maravilla.

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  3. Divertidísimo como siempre. ¡Mira que tiene gracia la Happy Panda! 🤣

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