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Autoescuela Miskatonic - Klaus Fernández (Mes Antológico Cthulhu)

 


Sacarse el carnet de conducir, para un leal adorador de nuestro gran Señor Cthulhu como yo, es una pesadilla digna de un infiel humano. Y, además, una mierda innominable.

Podréis preguntar qué para que nos hace falta un vehículo si algunos de nosotros poseemos unas pequeñas, pero poderosas, alas que nos sirven para desplazar nuestro glorioso cuerpo por los cielos de los pueblos colindantes expandiendo el mal. Cuerpo con el que proyectamos largas sombras sobre los corazones de los infieles y hacemos anidar el temor de la palabra de Cthulhu en sus almas.

Pero yo ya no puedo más. Como el gran Camilo Sesto, otro gran adorador de Cthulhu, aunque él no lo sepa, pero se le nota en todas sus canciones. 

Yo sólo tengo dolores, estoy fatal de lo mío y me duele todo el cuerpo. Reventado me hallo.
Al levantarme por las mañanas, me quedo un rato largo mirando las zapatillas de andar por casa sentado en el borde de la cama. Con la mirada perdida. Desilusionado.

Súmale que también he engordado un poco, que el maldito Necronomicón cada vez pesa más, para que yo esté hecho una birria. Con numerosas hernias.

Mi rutina siempre es la misma. 
Contemplación de diez minutos a las zapatillas, desayuno aburrido con magdalenas (mojándolas en el café solo), repaso con el móvil las últimas noticias y jugando un poco al Cthulhu Crash Saga y salida a la calle para que me recoja mi amigo Yogothoth ai Yog (Juanito). 

Siempre me recoge tarde (una media de diez minutos) en su destartalada furgoneta y nos recorremos los pueblos de Nueva Inglaterra extendiendo la palabra de El Destructor de Mundos.

¿Qué quién es? ¡Es Cthulhu, maldito paleto o paleta!

Pero Juanito ya no me recoge. Está de baja hace semanas, una vieja apolillada le reventó el pie con una puerta traicionera mientras intentábamos hacerla ver las bondades de nuestro culto.

Aprovechando su baja, ha llevado al taller su furgoneta. Necesita revisiones urgentes, no hace más que expulsar humo negro, pega terribles petardazos y va descartando tornillos. Es como si lleváramos la muerte con ella. Pueblo que visitamos, pueblo que dejamos contaminado. Y, claro, nos sanciona la Policía. Tengo el salpicadero lleno de multas.

El humano mecánico del taller, mientras examinaba el motor y retorcía un trapo como el cuello de un ganso, nos decía que esto iba a ser costoso. ¡Ése sí que es un destructor de mundos, un usurero, un alma negra! ¡Y no nuestro amado líder! ¡Entrar en un taller es visitar los páramos de la locura! ¡Son unos precios escandalosos! ¡Ni factura, todo en negro! Y claro, luego queremos tener luz en las farolas y calles asfaltadas. ¿Y quién las paga? ¿Tú?

En fin, dejé indignadísimo la "furgo" en el taller, acompañé a Juanito a su casa y me encaminé a la oficina.

Mi jefe de zona es insaciable y poco comprensivo. Le da igual lo del transporte. Cada vez me da más territorios, el muy miserable. Me estruja un papel contra la cara y me exige resultados. Me brama diciéndome que cada vez tenemos menos adeptos, que nos ganan ya en miembros hasta "Las niñas exploradoras" y el club de fans de "Los Zarandeños".

Y yo ya no puedo más (¡Fíjate, si es que me sale sola la canción! ¡Grande Camilo!). 
"¡Estoy solo!", le digo con ojos llorosos. Pero mierda para mí. Me contesta que le da igual, que no puede meterme a nadie, que hay recortes presupuestarios, que la gasolina está cada vez más cara, nosequé de los seguros sociales y que hace mucho frío fuera de Real Madrid. 

No entiendo nada.

En resumen, que haga yo lo mío y lo del pobre Juanito.

Yo me agarro el tentáculo inferior y le digo que dimito, que lo haga él con los huevos. Bueno, es lo que me gustaría hacer. Es lo que me imagino que haría si tuviera más valor.

Para conducir la furgo tendría que saber conducir, y cómo no sé me tengo que apuntar a unas clases de autoescuela.

Por cierto, me llamo ChuluKutulu ai Thulhu pero todo el mundo me llama Carlos. Si pronunciarais bien mi nombre, vosotros seres abyectos, os volveríais locos u os harían descuento para una olla exprés en un WalMart cercano.

Pensaréis que ya que tenemos tanto poder y extendemos nuestros tentáculos por todo el continente, como afirmamos, por qué no nos dan el carné por la gorra.

Bueno, está complicada la cosa. Nuestra única autoescuela en R'yleh de Arriba no es legal. El carné que nos facilita un aburrido gul tras un mostrador no lo aceptan en ningún sitio y nos comen a multas en cuanto sacamos el carné y el vehículo cochambrosa fuera del pueblo. Hay un poli repanchingado y devoradora donuts nada salir de nuestro condado, Cthulhu County, y nos cose a multas.
Así que me cojo un bus, como un vulgar pobre, disfrazado con una gabardina, y me voy al cercano pueblo a sacarme el carné.

He intentado hipnotizar a la secretaria de la Autoescuela Miskatonic, en Arkham, recitando la célebre frase: "Ench'yma tum'bah Sepulkra ia Cho Za amp Plio Salon naga Komo u'na chota" (Sobre tumbas y sepulcros yace la extraña casa de piedra con sus amplios salones que conducen a la locura) en perfecto aklo o cthulhés, pero con resultados infructuosos.
La humana debe poseer potentes barreras psíquicas que la hacen inmunes a mis encantamientos ya que sólo me bufa, me dice que deje de decir gilipolleces y que pague las tasas.
En mi mente, la desuello viva y la sacrifico al mar. En mi realidad, y supongo que en la suya también, pago religiosamente y me voy cabizbajo a la sala de test. 
Ahí me tengo que sentar en una calurosa sala rodeado de humanos pestilentes a intentar rellenar un test con un minúsculo lápiz, esperando aprender para aprobar esta dificilísima prueba.
Una más de las constantes humillaciones a las que nos someten estos seres inferiores.
No veo la hora de dominarles al completo. Pero será después de que ese simpático adolescente me chive la respuesta de la pregunta doce.
 
Ya bien entrada la noche, salgo de la autoescuela caminito a la parada del bus. De ahí a casa.
Son casi dos horas de recorrido arrastrando mi cuerpo por caminos secundarios. Pero hoy he tenido suerte, me ahorraré diez minutos ya que, a las afueras del condado, junto al cartel de la carretera que da la bienvenida a los visitantes, me espera un recuperado Juanito con la remozada camioneta.

El cartel es majestuoso, digno de nuestro señor. Muestra a nuestro señor Cthulhu en una postura desafiante mientras se inclina sobre unos árboles. Los que no entienden, los ignorantes, dicen que parece un apaleado pulpo robando cerezas. ¡Blasfemia!

Juanito me muestra orgulloso el tuneado que le ha metido al vehículo. Se lo han pintado completamente de verde aceituna y, para disimular, le han serigrafiado un rótulo que reza "Los pulpos hermanos".

"Con esto, no nos reconocerá la bofia y podremos abarcar más territorio", me dice mientras el policía nos esposa y nos pone la enésima multa al recordar nuestras caras de pasmados tras haber traspasado un metro el cartel del pulpo robacerezas.

Bucólica imagen de mi pueblo.

Nos lanza dentro del coche policial como sacos de patatas, el muy chulu, afirmando que le encanta su trabajo.

Es lo típico, nos meten en el calabozo del pueblo, nos apalean como pulpos, pagamos la multa y para casa.

Ya queda menos para sacarme el carné.

Juanito me ha dicho que, si no me lo saco, él se presenta por mí al examen, ya que él si lo posee. Los atolondrados humanos no saben distinguir un adorador del gran Cthulhu de otro. Les parecemos todos iguales, como si fuéramos chinos. Juanito no se parece en nada a mí, tiene unas manchas moteadas por los tentáculos parecidas a los plátanos maduros muy característicos. El resto, la verdad, es que somos parecidos.
No obstante, le he contestado, muy ofendido, que voy preparadísimo a esa gilipollez que es el test.

He fallado más preguntas de las que tenía el examen. Me tienen manía, no hay otra explicación. He hipnotizado a mi profesor exigiéndole que me apruebe.

Me ha mirado con desgana y me ha apuntado en la siguiente fecha libre.

Ahora me lo he tomado un poco más en serio, y sudado sangre y tinta, estudiando y logrado aprobar por los pelos de la gran Atlach-Nacha. 

Ya queda menos para provocar el terror por el mundo. ¡Temblad infieles!

El día del examen práctico, no sé cómo pudo suceder, nada salir de la zona de test, volqué el coche e incendié una fila entera de automóviles. El profesor me dice que no voy preparado ni para salir a andar por la calle.

Me he cabreado mucho y he quemado la autoescuela. Con todos dentro. Luego me he dado cuenta de que me había confundido de local. Le había prendido fuego a un Kebab.

Diligente, incendié también la autoescuela. No pasó a mayores, era un domingo por la tarde y pude salir escopetado colándome por la ventanilla del copiloto, como en las películas, de la furgoneta de Juanito. Dimos varios bandazos, dejándome medio culo en dos farolas, pero huimos con éxito.

Ya no quedan autoescuelas en Arkham. Aquí no hay visión comercial, cuando es evidente que hay una demanda.

¡Bah! Lo de sacarse el carné está sobrevalorado, pudiendo ir en bus leyendo un libro.

Y mientras lees esto, te he hechizado y ahora me darás todas tus claves bancarias y las del Wifi de tu casa.

¿Nada? ¡Vete a la mierda!

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Comentarios

  1. Divertídisima. Nunca adorador de Cthulhu fue más divertido. Espero ansioso la tercera parte, porque la habrá, ¿no? Por cierto, Happy y Rodri le quitan a furgoneta a Carlitos y a Juanito en “Toledo caníbal”, ¿verdad?

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  2. Interesante e intrigante coincidencia.

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  3. Ya decía yo que Camilo Sesto, su pelo no era muy normal. 😂😂😘

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  4. Respeto al fallecido Camilo.. Seguro que ahora vive en una peluqueria

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