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El efecto Panda - Una aventura navideña de Happy Panda (Especial Navidad 2023)

 


Imagen creada por IA


La ilustre influencer Happy Panda tiene un cabreo de mil demonios.

No sólo el traidor de su hermano Rodri la ha dejado tirada para pasar unas semanas sabáticas a final de año, sino que además la malandrina, malencarada, licenciosa y nueva creadora de contenidos Bad Mamba la estaba poniendo de los nervios.

—¡Todo me pasa a mí! Con lo que yo tengo encima. ¿Pero quién se ha creído esa niña? —aullaba Teresa Alcantarilla, alias Happy Panda, a sus happylovers en un stream en directo.

Nada había salido como Happy hubiese deseado. La irrupción de una nueva influencer oculta tras una enorme cabeza de oso panda meses atrás, pisándole a Happy todas las buenas ideas y coletillas como: Estoy súper ofendida, súper indignada... súper de todo; la han puesto del hígado. Y encima, la muy pajarraca, emitía con el mismo fondo de habitación, con un nombre muy parejo al suyo —Bad Mamba— y con contenidos idénticos a los suyos. 

Enferma se estaba poniendo. Súper enferma. Dos Focusynes se había tomado ya. En cambio, no le importaba que sus malas ideas, o las no tan buenas, se le adjudicaran a la imitadora. Que hubiera estado más lista, la farisea.

—¡Copiotaaaaaaaaaaa! ¡Faaaaaalsa! ¡Fenicia! ¡Qué manía te tengo! ¡Da la cara, ¡Raquel! —gritaba Happy, súper convencida de que su antigua amiga del instituto, Raquel Carretero, que siempre le había tenido mucha envidia, se estaba beneficiando de su éxito. Ya nadie sabía qué publicaba una o la otra. Era todo demasiado parecido.

No pocas veces, sus happylovers la preguntaban por contenidos en sus chats que ella no recordaba haber publicado. ¡Qué ultraje! Tener que admitir que ella no era la que había dado aquella primicia o se había reído de aquel famoso de tres al cuarto. Y cada vez pasaba más. Hacerse la tonta o no contestar, ya no valía. Quedaba fatal.

Su hermano Rodri, se reía de ella diciendo que sus followers estaban sufriendo el famoso efecto Mandela.

—¿Nutella?

—Mandela, joder, Happy —corrige Rodri.

El efecto Mandela es el nombre con que se conoce popularmente el fenómeno de confabulación compartida por varias personas —explica pacientemente su hermano—. Coge el nombre del Nobel de la Paz, Nelson Mandela, puesto que cuando se anunció su muerte varias personas afirmaron recordar que él ya había muerto en los años ochenta. 

»Otros ejemplos más notorios son pensar que el millonario del logo del juego Monopoly lleva monóculo —no lo lleva en realidad— o que un porrón de gente afirma haber seguido en directo por televisión el golpe de Estado de España en 1981 cuando sólo se transmitió por radio. ¡Tú misma dijiste haber visto y utilizado el emoji del ladrón en el WhatsApp cuando éste no existe!

Yo nunca dije eso —afirma Happy, entrando en el WhatsApp para cerciorarse.


Tras desahogarse de nuevo delante de sus seguidores, Happy decide volver a publicitar su bebida energética SpiriTea con sabor a bayas goji que no hay un Dios que se la beba. Apaga de paso la radio que lleva con la matraca de la canción de Mariah Carey desde finales de octubre. ¡Parecen que descongelan a la tiparraca para finales de año!

Corta la emisión de su stream, con la "marca de la casa", un beso que deja los labios marcados en la pantalla —«eso sí que no puede imitarlo la pécora de Bad Mamba escondida tras su cabezón de peluche, ¿eh cacho zorrón?»—, Happy se echa hacia atrás en su sillón streamer rosa comprado a plazos. Es mentira que se lo regalará la empresa sueca RufiNOX, pero ¿quién iba a controlarlo?

—¿Cuándo empezó todo a irse a la mierda? —refunfuña la influencer jugando con una díscola trenza de colores, mirando por la ventana de su apartamento. Hace un frío del carajo en Madrid a finales de diciembre.

No lo recuerda con exactitud, pero sí recuerda cómo su hermano torcía el morro, cada vez que sobrepasaban los límites morales para hacerse con más likes en el canal. ¿Qué sabrá el de los tejemanejes del Show Business, de lo que cuesta mantenerse en la cúspide del éxito? Pues nada. No como ella. 

Pega la cara al ventanal. Ha empezado a nevar. ¿Desde cuándo nieva en Madrid? Qué mala suerte la suya. No le gusta pasar frío.

Hace algunas semanas, Rodri empezó a poner en duda todas las decisiones de Happy. No estaba de acuerdo con la estupenda idea de volver a comer "de gratis" en un humilde restaurante gallego, con la promesa de recesiones positivas ni tampoco le gustó un ápice el vídeo —larguísimo— en el que ella afirmaba que la seguía un misterioso hombre para hacerla mal, mucho mal. Otra mentira. O el vídeo en el que hacía malabares con unos cuchillos en la cocina mientras bailaba la canción de "Despechá" de la Rosalía. 

La gota que colmó el vaso fue el streaming donde afirmaba estar en posesión de un documento visual muy fuerte, súper fuerte, donde un famoso cometía el más vil y deleznable de los actos. Tras alargar lo de mostrar el contenido al fandom durante días, al final, tampoco lo publicitó -no tenía nada desde el principio- diciendo que la habían hackeado la cuenta.

Lo que sí tenía era un vídeo robado de un famosete de tres al cuarto comiendo en un bar y rebañando con el pan un plato. Pero no le parecía material de primera.

—Y ahora encima tengo al pendón desorejado de Bad Mamba tocándome las narices y robándome a mis followers con el efecto Nutella ése del demonio —se queja apesadumbrada la creadora de contenidos—. ¿Qué me queda ya? ¿Enseñar las bragas? ¿Cuántos likes me daría eso? ¿Hacerme la borracha en una fiesta y tirar botellas carísimas al suelo? ¡Aún tengo dignidad para llegar a eso! Un momento... ¡eso lo hice hace unos meses!

» —¿Qué hago? Es todo culpa de Rodri —se repite convencida Happy— que le ha dado por ser más papista que el Papa en Navidades. Esto no se va a quedar así. Voy a investigar a mi amiguita. Seguro que tiene algún que otro trapo sucio -¡las bragas!- por ahí.

Vuelve a encender la radio. Ahora es el amigo de los baños públicos, George Michael, que recuerda muy animado sus pasadas navidades.

Tras aporrear el teclado intentando meter la contraseña de su ordenador, acordarse que la tiene puesta en un post-it en la pantalla e introducirla mal dos veces; los resultados que le arroja internet la dejan sin habla. Ya la tiene localizada. Mañana irá a ponerle orden.

Happy le da un corto sorbo a su bebida energética con una mueca de asco y echa el resto a la planta Epipremmum aureum -un poto- de su hermano. La pobre planta ya pasó a mejor vida en el último vertido.

—¡Qué fuerte, tía! —exclama victoriosa Happy en primera instancia para después percatarse de que lo que tiene, en realidad, es un problemón.


Al día siguiente.

La muy amable y joven Yun le indica a Happy que la tienda con especialidades de León suele abrir sobre las 9 de la mañana -al contrario que su tienda, que abre desde las 6 de la mañana hasta las 12 de la noche- y que, desde que trabaja aquí, no ha visto entrar nunca a nadie.

La verdad sea dicha, la tienda de delicatessen estaba bastante mal situada. Ni coches pasaban. Enclavada entre un gimnasio de los baratos, donde un musculitos no paraba de fumarse un paquete de cigarrillos tras otro, y la tienda de Yun.

La influencer le da las gracias a la joven y le pregunta si tienen esa bebida tan estupenda llamada SpiriTea de la guapísima, inteligente y genial Happy Panda. La joven le contestó, con una media sonrisa y con la mirada centrada en su móvil, que no venden esa mierda.

—¿Quiere bolsa?

—No, gracias —contesta contrariada Happy. Agarra sus cuatro bolsas de Takis y se marcha ofendida de que no la hubiera reconocido, tras armarse de valor entra en la tienda para enfrentarse a la temida Raquel Carretero aka Bad Mamba.

—¡Hola! —saluda Raquel Carretero, bastante desmejorada tras haber dado a luz a cuatro churumbeles en cinco años. Nada queda del pibón del instituto con su larga melena sedosa por la que todos los jóvenes bebían los vientos. Su pelo suelto se ha transmutado en un perezoso moño. Ni reconoce a Happy.

—Se hace la despistada, la muy guarra —piensa Happy vestida con un gorro de lana que oculta su rubia pelambrera, unas gafas de sol enormes por las que hubiese matado Audrey Hepburn y una bufanda calzada hasta la nariz. Si Raquel no hubiese agradecido la presencia de un cliente, casi habría pensado que la iban a atracar.

—Dime guapa, ¿en qué te puedo ayudar? —sonríe Raquel, a la que le faltan al menos dos piezas dentales—. Tengo unos quesos que quitan el hipo. Primeras calidades. ¿Quizás un vinito? Tengo un "Marqués de Rufino" estupendo. Que te voy a decir, cada vez que nos lo tomamos mi marido y yo, me preña. Ya ves. Lo tengo escondido... El vino, no al marido —ríe ruidosamente Raquel, confirmando que son tres los dientes que la faltan y no dos.

«¿Cómo puede ser esta paleta Bad Mamba?»se cuestiona la influencer.

—¿Tiene un queso que si no me gusta, engorda a la persona que más odio? —pregunta Happy clavando la vista en Raquel.

—Ése se me acabó ayer —responde risueña la tendera—. Pero tengo uno divino a mitad de precio y te regalo una botella de vino peleón.

Happy accede y paga con tarjeta. Nunca lleva dinero en efectivo. Al salir, Raquel la chista.

—Lamento que hayamos dejado de ser amigas, Teresa. No estuvo bien cómo te traté en el instituto. Te tenía mucha envidia, pero a mi favor tengo que confirmarte que todos tus novios eran unos cerdos que iban a lo mismo. No te merecía ninguno. Y malos amantes, muy malos.

—¿Sabías quién era desde el principio? ¿Sabes que soy una influencer de la ostia con miles de followers? ¿Te has hecho la tontita al verme? Siempre se te dio bien.

—¿Eh? ¡No! He visto tu nombre en la tarjeta de crédito.  De verdad, que lo siento. El karma es muy malo. Tú estás estupenda, y yo aquí con cinco niños, harta a trabajar, casada con un energúmeno exnovio tuyo y liada con el musculitos del gimnasio. 

Happy no da crédito a sus oídos. ¿Un exnovio suyo? ¿Quién puede ser?

—¿Por qué no te pasas mañana a la cena navideña de la pandilla en la "El atún miope"? —pregunta Raquel sacudiéndose las manos en el delantal—. Te apunto la hora y la dirección.

Happy se gira, y le responde con la mejor de sus sonrisas ensayadas que se lo pensará y la miente afirmando que ella también está divina para su edad.

—Feliz Navidad, Tere. Me ha gustado mucho verte. Pásate, lo pasarás bien. Están todos. Incluso Nicolás el que te dio una palmada en el culo aquella vez —dice Raquel—. ¿Te acuerdas? ¿El que dijo en un alarde de seducción ¡Eso te lo llevas puesto! Dice Nico que con todo esto del MeToo vive con el miedo en el cuerpo que algún día le denuncies.

La influencer sonríe y sale de la tienda. 

Happy, desesperada, ya no sabe qué hacer. Está claro que Raquel -mira que está estropeada- no puede ser Bad Mamba.

Ya se lo temía al ver la espantosa página web -como hecha por un niño- en la búsqueda de ayer y su paupérrimo perfil en Facebook. Ni cuenta en el "Insta" tiene la tonta. ¡Así nunca va a despegar su negocio!

Si ella no es Bad Mamba... ¿Quién es entonces? Quizás no sea mala idea después de todo ir a la reunión de perdedores de su pandilla. Quizás ahí se esconda agazapada la persona que tanto mal la desea.

Al día siguiente por la tarde.
Tasca "El atún miope".

Tomasa está entreteniendo a toda la tasca con sus comentarios encendidos sobre el demoníaco Patriarcado. ¿Cómo es posible que nadie se haya dado cuenta todavía de que la cremallera es y siga siendo un símbolo de la subyugación de la mujer?

—¿Y eso por qué? —pregunta Happy curiosa sentándose en un taburete cerca de la barra a su lado. Se pide una cerveza.

—¿Que por qué? Está clarísimo. ¡Ah! Hola, Tere. Estás estupenda. —responde Tomasa reduciendo los decibelios de su enojo e interrumpiendo momentáneamente su encendido discurso. Iluminándose la cara le planta dos besos, una en cada mejilla a Happy—. ¡Chicos! ¡Chicas! ¡Joder, es Teresa!

Uno de los muchachos, Jorge, con una camiseta del cantante Bunbury y unos pantalones vaqueros raídos, le contesta que no están ciegos aún pero que esperan estarlo dentro de unas horas y abraza sentidamente a Happy.

—Qué alegría verte, Tere. Ya nos lo comentó Raquel que igual te pasabas. Jorge ha echado algo de barriga, pero sigue igual de atractivo. 

—Que brazos tiene el tío —se cerciora Happy preguntándose que por qué nunca se lio con él—. Quizás le coma los morros todavía está tarde. ¿Estará casado?

—A lo que voy —continúa Tomasa— ¿Conocéis acaso alguna otra prenda de vestir que tenga una cremallera en la espalda a excepción de un vestido de mujer? ¿A qué no? ¿Lo veis? Para hacernos dependientes de los hombres. Que sean ellos los que tengan el poder para vestirnos. Hay que hacer alg...

Otro muchacho, Santiago, asintiendo agarra de la mano a Tomasa y le pregunta con cara de cordero degollado si necesita amor. Tomasa tras carbonizarle con la mirada enfurecida, acaba riéndose de la cara de pánfilo del muchacho y le dice que así es imposible. Que ése es el problema de las mujeres, que son demasiado buenas personas -al contrario que los hombres- y en cuanto las hacen reír, se les acaba el fuelle. El peor enemigo de una mujer es ella misma.

Todos ríen y Nicolás pide una nueva ronda. Puri, Raquel y Nieves gritan al unísono al camarero que no se olvidé de las tapas.

—Saca jamón, joder. Del bueno, ése que tienes achantado —ordena la campechana Nieves algo achispada—. Ya sabes qué otra cosa no me admite el cuerpo a estas horas.  Anda, guapito de cara.

—Es Navidad, qué demonios —piensa el camarero. Sacará del bueno. Luego les clavará una ronda de cervezas de más y listo. Y la que se está bebiendo él, también.

Happy no puede evitar reírse viendo cómo se abrazan y se toman el pelo todos sus amigos entre ellos. Parece como si no hubiese pasado el tiempo. Están todos igual. Igual de gilipollas y ella la primera al reírse como un buey desfondado.

Al rato, olvida su misión de descubrir la identidad de Bad Mamba y se lo pasa en grande como hace años que no lo hacía. Se carcajea como un descosida de los chistes de Nicolás temiendo que lo fueran a encerrar por sus chistes verdes, de la calva de Santiago afirmando que su despoblada cabeza es un panel solar para la máquina de sexo de su entrepierna, de los hijos de Puri que la tenían de los nervios y de si hay algún sitio para devolverlos o canjearlos por una pata jamón.

Incluso Raquel está muy mona arreglada y es un deshecho de desparpajo leonés. Tomasa sigue dando el coñazo con el patriarcado hasta que Puri le dijo que cortase el rollo.

—Todos conocemos a tu padre, que se ha dejado el lomo en el taller para que tú estudiaras. Tu hermano, el mío, ¿son malos por ser hombres? No. Se han dejado los cuernos por ayudar en casa. Siempre estaban ahí para apoyarnos si necesitábamos de ellos. Pues ya vale tía y mira que te quiero, pero eres una cansina. Y eso de dárselas de vegetariana es otra tontería viendo cómo te comes el jamón a escondidas.

Todos estallan en risas.

Happy los ha echado de menos. Mañana se lo contará a Rodri. Que se le caigan los dientes de envidia. 

—Haber estado —le dirá— en lugar de hacer el canelo por ahí.

Cuatro horas más tarde -sin comerle, desgraciadamente, los morros a Jorge- Happy regresa decidida a su casa a ponerle fin al temita Bad Mamba que tantos disgustos le ha ocasionado. 

Esta tarde ha aprendido una valiosa lección junto a sus amigos. En el metro -siempre coge el metro a ver si la reconoce alguien- le manda un mensaje a Rodri con su decisión.

Tiene previsto emitir un especial de Navidad donde anunciará que deja de regodearse en las miserias de los demás. Se acabó el tipo de contenidos moralmente sancionables. No volverá a exponer a nadie en busca de likes. Si su destino es ser una influencer del montón que así sea.

A continuación, aparcará sus diferencias con Bad Mamba. Les dirá a sus happylovers que el mundo es muy grande y que hay espacio tanto para la copiota de Bad Mamba -seguro que es una tía fea como un pie- como para la estupenda e ilustre Happy Panda. Al fin y al cabo, que te imiten es el mayor de los cumplidos, pero que ya no quiere transitar ese camino. Decidida, enciende su portátil para hacer el enunciado.

Su sorpresa no puede ser mayor al descubrir que Bad Mamba acaba de anunciar un stream, en el que descubrirá su identidad en directo, a una de las personas más importantes de su vida. 

Happy se quita los leggins y se queda en bragas -normalmente siempre transmite así de fresquita-, pisa la cola de su gato Zarpitas que sale escopetado de la habitación, agarra de la nevera una tarrina de 465 ml de helado de Ben & Jerry Cookie Dough y se siente expectante delante de la pantalla.

—Bad Mamba desde luego tiene una casa bien bonita, casi como la suya. Hasta los mismos cuadros —asiente Happy dándole otro hachazo mortal al helado—. No puede ser que la tarrina esté casi vacía. Seguro que venía llena de aire, como las patadas fritas Pringles. Por cierto, ¿el tío con bigote del logo de Pringles lleva gafas o no? ¿Qué más da?

En el stream, Bad Mamba tras acariciar un gato, sube unas escaleras camino a una habitación iluminada. Hay una muchacha en bragas algo pasada de kilos delante de una pantalla.

—Ya podías hacer algo más de ejercicio, tía foca —musita Happy que, absorta en el stream, no ve entrar a Bad Mamba en su habitación.


Imagen creado por IA

Una semana después. 24 de diciembre.
Tasca "El atún miope".

Rodri lee en voz alta delante de Happy una noticia digital de un afamado periódico:

«El maratón de la reconvertida creadora de contenidos Happy Panda, titulado "Efecto Panda" es un éxito incontestable. Miles de Happylovers acuden a la llamada de la influencer y las donaciones a la fundación "Quietoparao" han alcanzado cuotas inimaginables. "Quietoparao" es una entidad no gubernamental sin ánimo de lucro que emplea cada céntimo recaudado para la prevención del acoso escolar hacia niños y adolescentes en España».

Una satisfecha Happy remueve con una cucharilla su café en vaso pequeño corto de café con la leche templada y sacarina.

Rodri abraza a su hermana. Happy bufa de vuelta aún disgustada por no haberse enterado de nada y que la haya visto todo Dios en bragas.

Su hermano no puede estar más orgulloso de ella. El toque de atención que le pensaba dar ha salido a las mil maravillas.  Simular que era un contrincante con los mismos contenidos que ella, y con nombre muy parecido; para mostrarle lo ridículo y banal en que se habían convertido sus streams. Había sido una jugada maestra.

No estaba exento de riesgo su plan. En realidad, podía haber salido fatal. Pero Rodri sabía que Teresa necesitaba volver a poner los pies en el suelo, que necesitaba a sus amigos. Que no todo eran likes y tonterías así. La vida real es otra cosa que todo eso. Sabía que su hermana podía ser muchas cosas, pero que era capaz de admitir sus errores si realmente los llegaba a ver. ¿Y qué mejor cura de humildad que un encuentro con su pandilla? Son los mejores.

—Vuelve a leerme el artículo, pero esta vez más despacio y entonando bien las palabras —le pide Happy a su hermano por décima vez cuando el blip de un mensaje en el móvil la interrumpe. Con las cuencas de los ojos fuera de sí, echa una carcajada atroz.

—¿Qué pasa?

—Acabo de vender las bragas que llevaba puestas la noche de autos al príncipe saudí, Mohammed El-Shami, uno de mis happylovers más fieles. Me va a dar 2.000 € por ellas. Es que soy una fiera en los negocios. ¿Alguien lo dudaba?

—¿Qué vas a hacer con el dinero, Happy?

—A la buchaca, por supuesto —responde ofendida Tere mientras Rodri palidece—. No, tontito, irá a la asociación. ¿No pensarás que lo decía en serio y me lo iba a fundir?

Rodri, alias Mohammed El-Shami, niega con la cabeza, esgrime una sonrisa y vuelve a leer desde el principio el artículo del éxito de la fundación.

FELIZ NAVIDAD A TOD@S

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La banda sonora de "El efecto Panda"

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Comentarios

  1. Cada vez me gustan más las historias de Happy Panda. Se está ganando a pulso que le escriba otra historia si me deja el autor. Buen relato, buen mensaje. Gracias por las risas.

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  2. No, si al final me la voy a tener que comer para que no me haga competencia. Grrrrrr.

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  3. Esta Happy es de lo que no hay. (o de lo que hay mucho, a saber). Ya esperando la siguiente historia de este par de figuras.

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  4. No me canso de leer las historias de Happy Panda. Siempre acabo con la sonrisa puesta. Esta tía, aun con sus cosas, me cae muy bien. Mariola

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