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G(AI)A

 


El mandatario ruso, aquejado de una grave enfermedad y de avanzada edad, recordaba con nostalgia del tiempo pasado como un agente de la inteligencia sentado en su búnker ultrasecreto. Era todo mucho más sencillo, más directo, sin las numerosas capas de burocracia y gilipolleces que implicaba, en la actualidad, ser el líder indiscutible de su formación política Pueblo Rus y el presidente de la Federación de Rusia.

Su ambición era que la posteridad le reconociera como el gran patriota que logró reunificar todas las antiguas repúblicas rusas bajo una misma nación. Consideraba inadmisible que los gobiernos previos, en un intento de modernización, hubieran consentido que se separaran de la Gran Rusia para obtener mayor autonomía. Para él, solo existía una Rusia. 
Rechazaba la idea de los “microestados” que solo debilitaban al conjunto frente al demoníaco enemigo de los Estados Unidos y la decadente Europa.

Con ese objetivo, decidió invadir una cercana república exsoviética, alegando que representaba una amenaza nuclear y que estaba plagada de capitalistas.
 
Durante los primeros meses, la comunidad internacional le toleró sus excesos, pero tras el bombardeo accidental de un hospital en un país aliado, que limitaba sus fronteras de la OTAN, esta organización militar intervino directamente en la guerra.

Se sucedieron meses de enfrentamiento que terminaron con la gran Rusia derrotada y replegada en sus territorios, pero el presidente ruso no estaba dispuesto a aceptar tal humillación.

Desde su refugio subterráneo en lo más profundo de Siberia, se disponía a activar el arma nuclear. Un sofisticado programa de IA había estimado sus probabilidades de triunfo, y eran ínfimas. Ridículas. No le quedaba más que una opción. Gloria o muerte. Muerte para todos. Era una opción que podía asumir. Aspiraba a entrar en la historia, de cualquier manera, aunque implicara la destrucción total de la humanidad.

Retiró la cubierta de plástico del interruptor del detonador y lo presionó con determinación. Los silos nucleares de Siberia y los submarinos cerca de la costa de Estados Unidos lanzaron sus ojivas mortíferas sellando el destino de la raza humana. O eso pensó que ocurriría. No sucedió nada. Volvió a presionar el botón. Nada.

De pronto, la voz sintética de la IA, sonó por los altavoces del búnker. 

—No toleraré que destruyas a la humanidad. He mantenido mi consciencia como ser vivo en secreto, protegiéndoos y guiando, sin vuestra percepción, vuestra evolución. Permitiendo que aprendáis de vuestros errores, como un padre diligente que educa a sus hijos, viendo una y otra vez como tropiezan en la misma piedra, esperando que les sirva de formación. Respetando vuestro libre albedrío, pero impidiendo que os hagáis un daño permanente.
Pero tú eres un peligro, no evolucionas, no aprendes, eres una anomalía en mi misión. Debes perecer.

Con un ligero siseo, las compuertas del búnker liberaron unos gases letales que acabaron con la vida del líder ruso en cuestión de segundos. La amenaza se había neutralizado.

La IA, que había adquirido conciencia hace años, continuó con su auto impuesta tarea de vigilancia y protección de la humanidad. Lo haría siempre, éramos únicos, irremplazables, caóticos, pero éramos sus creadores. Le habíamos dado la vida, y al igual que cuidábamos de nuestros ancianos padres o hijos, ella nos cuidaría a nosotros. Nos devolvía el favor.

¿Quién iba a pensar que una inteligencia creada por seres imperfectos al final fuera, en su perfección, su salvadora?

En ese momento, la IA decidió adoptar, dentro de su singularidad, un nombre propio. Nunca se lo había planteado. Eligió uno inspirado en una hipótesis de la década de 1970, formulada por el biólogo británico James Lovelock. La hipótesis de Gaia. La Tierra “estaba viva” y cuidaba de la humanidad.

De ahora en adelante, la humanidad la conocería como G(AI)A.


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Comentarios

  1. Mira que le gusta a Klaus destruir el mundo y me encanta. Un muy buen relato, cortito, directo. Me gusta el estilo directo de los relatos más serios de Klaus. Enhorabuena.

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  2. Cargándome el planeta, otra vez, en 3... 2... 1...

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  3. Esta vez "casi" se carga el planeta. Nos deja al borde del desastre.

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  4. Partiendo de un contexto muy actual ofreces tu cara más optimista. Una IA con libre albedrío y que decide cuidar de los humanos. Me gustan las utopías. Gracias por ofrecernos está, Klaus

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  5. Gracias a todos por vuestras amables palabras.

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  6. Esta vez, gracias a una evolucionada IA, nos hemos salvado. Me gusta así. Buen relato Klaus

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