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Grial - Primera parte de dos (Una aventura urbex de Happy Panda)


Foto de Andrés Domínguez (NessSlipknot)


PRIMERA PARTE DE DOS

00:42 horas
40°44′39.16″ N, 4°0′3.03″ W
Hospital del Santo Ángel de la Guarda
Navacerrada, España


—¡No te vuelvo a hacer caso! ¡Siempre me la lías! —se lamenta Teresa Alcantarilla aka Happy Panda, golpeando la puerta que los mantiene atrapados con menos fuerza que la nevera de un badulaque.

Rendida ante el ingente esfuerzo de estar casi veinte segundos acariciando la puerta, cae de rodillas entre amplios lagrimones y termina rezándole con la frente pegada al acero.

—¡Pero si ha sido idea tuya venir aquí! ¡A este psiquiátrico abandonado, perdido en la sierra de Madrid! ¡Yo no quería venir! —se defiende su hermano Rodri incorporándose del suelo y terminando de sacudirse las manos en el pantalón—. Anda, déjame a mí. Te veo flojita de fuerzas. ¿No decías en tu canal que hacías eso del crossfit no sé cuántas horas al día? 

—¿Dónde dices que hay croissants? —se incorpora la influencer de un ágil salto que con el rímel corrido por las mejillas se asemeja una barbaridad al mamífero del que toma su nombre artístico.

Rodri se lleva las manos a la cara desesperado. Su hermana se pierde más que un paraguas.

Se encuentran atrapados en el cuarto de calderas de un antiguo manicomio. Sin apenas luz y vigilados por el intermitente guiño de una ciclópea cámara de seguridad.

Con lo fácil que parecía todo hace algunas horas.

20:36 horas
Aproximadamente cuatro horas antes.

—¿De verdad era necesario meternos por este caminito perdido de la mano de Dios? —farfulla una muy indignada Happy.

Durante bastantes minutos había valorado seriamente que su hermano la llevase a caballito, pero desechó la idea para no tener que justificar su aumento de peso de los últimos meses.

Rodri resopla armado de paciencia y opta por no contestar. A su espalda ya quedó hace bastantes metros el sanatorio del Santo Ángel y la carretera de la Barranca. Su destino es un caserón forestal apartado que sigue sin aparecer. Se supone que allí les esperan otros tres afortunados integrantes de la partida.

El hermano mayor de los Alcantarilla maldice su incapacidad para decirle que no a su adorada hermana pequeña, Teresa. No puede desprenderse de la idea paternal de que, sin él cuidando de ella a todas horas, la influencer, se estaría metiendo en un charco tras otro de forma constante. Se gira, la mira amorosamente y la anima a seguir con palabras de aliento de que ya no queda nada para llegar.

La verdad es que la oferta del correo electrónico de UrbexGott del jueves pasado era un caramelo. 

Cinco afortunados, elegidos por razones ignotas entre algunos reconocidos urbexers nacionales para hacerse con el Santo Grial del urbex. Un mapa detallado con las coordenadas de miles de Lost places jamás vistos de toda Europa, forma de acceso, historia y el motivo real del abandono de las localizaciones, turnos de vigilancia de los equipos de seguridad si los hubiese… Una bicoca.

UrbexGott, para dar validez a su oferta, había entregado una veintena de localizaciones gratis. ¿El precio para el resto de las coordenadas? Una ridiculez.

Buscar un grafiti con la frase en latín Res non verba en una sala del edificio, hacerse un selfie de prueba y pasar una noche, hasta el amanecer, en el sanatorio.

El mayor desafío residía en poder acceder al antiguo sanatorio de tuberculosos, después reformado manicomio, sin ser descubierto, máxime cuando éste era tan conocido por la comunidad urbex que la Comunidad de Madrid había vuelto a vallar el recinto al completo y lo había dotado de cámaras y personal de seguridad.

Pero eso ya lo tenía solucionado el misterioso benefactor. Debían adentrarse por un camino de tierra que se apartaba de la carretera de la Barranca y buscar un caserón. En la bodega, tras unas tinajas, encontrarían la respuesta a ese problema.

Tras caminar algunos minutos más, Happy, que no ha dejado de quejarse todo el camino en arameo, que todo le costase siempre un potosí, vislumbra las débiles haces de unas linternas cerca de una construcción baja de piedra. Acompañan las luces, el parlotear de tres jóvenes. Happy reconoce a cada uno de ellos.

—¡Mira a quiénes han invitado también! Pero si es la ilustre Happy Panda y el tontaina de Rodri. —saluda con despecho el renombrado creador de contenidos Karmaleon embutido en su impertérrito chándal azul oscuro de bandas blancas en las mangas.

—¿Tú no estabas en la cárcel? ¿No te habían asesinado? —responde Happy -ya en su salsa- con una amplia sonrisa plantándole dos desapasionados besos en la mejilla—. ¿Sigues almacenando por pallets enteros ese chándal descatalogado por cutre en el sótano de tu casa?

—Adidash me lo hace en exclusiva, so paleta —contesta indignado el influencer ajustándose las desproporcionadas gafas de sol tintadas amarillas. Que sea de noche cerrada nunca ha sido impedimento para llevarlas. "Mi futuro es tan esplendoroso que me deslumbra de la hostia" llegó a afirmar en su twitch.


Imagen creada por IA

La realidad era menos deslumbrante. El amigo quiso llevarse hace algunos años a Teresa al huerto en la presentación de un nuevo equipo de la Kings League y en un descuido se las quitó descubriendo unos ojos de rata viciosa a la par de libidinosa que a Happy le costó seis Martinis y cuatro Aperol Spritz olvidarse de tal horrenda visión.

—¿Qué es eso? —pregunta Rodri quitándose la mochila y señalando una motoneta eléctrica que echa humo a los pies de Karmaleon. Éste no se da por aludido.

A Karmaleon le debía parecer una idea genial (de la hostia) subir la sierra en scooter y adentrarse a toda mecha por el camino. Pues al final no fue tan buena idea, y por las rozaduras en codos, rodillas y medio rostro; en su trayecto, más de una rama de un árbol le había presentado sus respetos al joven. También se había caído cuatro veces. El chándal ya lo había dado todo y su recambio le esperaba, a la vuelta, en uno de los pallets de su sótano.

Servus, Happy —farfulla desganado el otro joven, el urbexer alemán Johannes, con una leve inclinación de cabeza y su inteligible acento bávaro—. Hallo Rodri.

Se le ve nervioso y por el túmulo de cigarrillos caídos a sus pies, ya debe llevar un paquete largo de tabaco. Estos alemanes que raros son y mira que les gusta fumar.

Viste el teutón como si fuera a asaltar una embajada. Ropa de camuflaje con multitud de bolsillos, un cinturón multiusos lleno de anillas y un pasamontañas calado que oculta su rostro a excepción de su voluminosa e hirsuta barba. En la mano derecha porta un cacharro lleno de lucecitas que sabe Dios para lo que sirve. Seguramente para nada bueno. 

Johannes es muy celoso de su identidad y nadie le ha visto jamás sin su balaclava, aunque Happy jura y perjura haberle reconocido trabajando en una tienda de cómics de Madrid embutido en una camiseta de Bola de Dragón.

La última invitada es Dulcinea, una rising star gallega de pocas luces, pintada como la puerta de una discoteca y de labios hinchados. Echaba la cartas del Tarot en su canal con escaso éxito y el poco éxito que le quedaba era a su exuberante físico de Barbie licenciosa, a su catchphrase "te lo juro" y a las orgásmicas caritas que ponía cuando estaba en trance con el más allá (o el menos aquí) para que las ánimas le soplaran algunos Lost Places.

Eso era antes. Ahora falta de ideas y de Lost Places que no estuvieran ya mil veces vistos, cada vez le toca mostrar más chicha y tatuarse más chorradas en la piel. Rodri es uno de sus seguidores inconfesables más fieles.

Sin embargo, a Happy, la muchacha le cae bien. No tiene talento (que triste es no tenerlo a raudales como ella) y hace llorar a los diccionarios de las RAE cada vez que abre la boca, pero no es una gilipollas, parece incluso buena persona y no se mete con nadie.

—Ya estamos todos —exclama Karmaleon, rescatando de sus pensamientos a Happy —Al lío. Entramos, nos hacemos la puta foto y aguantamos hasta mañana. A ver quién es la guapa o guapo que se mea en los pantalones antes y pone pies en Pontevedra.

—Es polvorosa, no Pontevedra —corrige Dulcinea levantando un dedo—. Y después yo tengo la fama de ser una burra inculta.

—Lo que sea, tolleita. Mira quién fue a hablar; la que tiene menos luces que un barco fantasma —resopla Karmaleon y fulmina con la mirada a Dulcinea. Odia que le interrumpan, que no le presten la máxima atención a todas horas—. Abajo, en la bodega de la casa forestal, he encontrado un antiguo pasadizo que debe comunicar bajo tierra con el sanatorio.

» Me he informado un poco. El hospital se terminó de construir en 1941 como sanatorio para enfermedades pulmonares. Corren rumores de que, tras nuestra guerra civil, entre sus paredes no solo se atendía a tuberculosos sino además se ocultaban militares vencidos, republicanos, buscados por los fuerzas nacionalistas y temerosos de ser ajusticiados.

Rodri asiente. Karmaleon ha hecho los deberes. Conocía la leyenda de los militares ocultos, pero ésta jamás se llegó a confirmar. El sanatorio del Santo Ángel de la Guarda era un destino ideal por su envidiable localización en la sierra de Guadarrama con sus 3.000 metros cuadrados, por su altura y su aire fresco para recuperarse de las graves enfermedades respiratorias, entre ellas la tuberculosis, que azotaban sin piedad la España de la posguerra. 

—Años después, tras el descubrimiento de nuevos fármacos, ya no hacía falta un lugar tan grande ni tan alejado de las ciudades y el hospital se reconvertiría en 1980 en un psiquiátrico para cerrar finalmente sus puertas en 1995.

» No me extrañaría que los militares utilizasen este pasadizo para salir y entrar del hospital amparados en la oscuridad. Una vez en su interior, estaban a salvo —continua el nada melifluo Karmaleon— ¿A quién se le ocurriría poner un pie de motu proprio en un hospital para tuberculosos? Pues a nadie. Vamos.

Los exploradores se ponen en marcha y antes de adentrarse en la bodega del caserón, Happy, que cierra la fila junto a su hermano, agarra del codo a Dulcinea. 

—¿Tú también has oído eso de que hacían fiestas rave aquí de cuatro pares de demonios? —interroga risueña.

—Aquelarres, Happy, aquelarres —responde incrédula Dulcinea—. Reuniones de brujos y brujas dónde se invoca al diablo y a sus huestes.

A una lívida Happy ya no le parece tan estupendo eso de pasar la noche en el hospital por el tono solemne de la respuesta. 

Ágilmente se cuela por delante de Dulcinea quedando en el centro de la comitiva y dejando a Rodri de farolillo rojo, para en caso de ser asesinados, ella sea la última en caer.

Mientras tanto, en las entrañas del sanatorio, una sala abandonada cobra vida. Poco a poco se van iluminado una veintena de pantallas azuladas. Algunas de ellas muestran el rostro de los cinco integrantes -Happy sale con cara de lela- y un extraño porcentaje a la derecha. Al fondo del habitáculo se incorpora de una litera el greñudo joven que se hace llamar UrbexGott. Bosteza y se sienta frente a uno de los monitores. Bloquea la señal de telefonía móvil de la torre más cercana con una serie de comandos, después abre un stream y empieza a transmitir.


Tal como había adelantado Karmaleon, oculto tras unas enormes tinajas de barro en la bodega, un angosto y oscuro pasadizo les invita a desentrañar su destino.

El olor nauseabundo metálico del agua estancada y de la tierra húmeda invade como una bofetada sus fosas nasales. Dentro de la galería todo es oscuridad. Karmaleon enfoca con su linterna el pasillo. Apenas se ve nada a excepción de podridos tablones de madera que apuntalan el túnel terroso del pasadizo. No hay huellas de pisadas recientes. El túnel debió haberse utilizado por última vez hace decenas de años. 

Rodri aparta a Domingo Parra -el verdadero nombre y nunca confesado de Karmaleon- y estima que debe haber al menos doscientos metros desde la entrada del túnel al edificio principal en línea recta -si ese fuese realmente el destino de la galería- y que les costará una eternidad en recorrer a oscuras.

—Doscientos metros en el mejor de los casos y a casi a oscuras es una salvajada —le susurra Rodri a la exuberante influencer gallega que responde agarrando con fuerza de la mano al muchacho sin decir nada—. Mínimo treinta minutos. El tiempo transcurre de forma diferente a oscuras.

Dulcinea está aterrorizada. Nunca le ha gustado la oscuridad ni los sitios estrechos. Con disimulo busca el nebulizador en el bolsillo derecho de sus ajustados vaqueros. Una oleado de alivio la tranquiliza.

—Tenemos que ir entrando uno tras otro. El pasillo no es lo suficientemente ancho. —confirma Johannes—. Tampoco es nada alto. Aparte del topo de Happy, los demás tendremos que ir medio encorvados.

—¡Oye, Goku! ¡Soy más grande que la media española! —miente Happy con poca convicción con sus escasos 1,62 metros. 

Rodri enfoca con su linterna el techo de la galería. Las retorcidas raíces de los árboles asemejan ennegrecidas falanges descarnadas de cadáveres en descomposición.

Aprietan el paso y tras recorrer el túnel en algo más de veinte minutos, llegan a una estancia circular cuya única salida es trepando una escalera de pared oxidada.  La luz de la luna se cuela entre las rendijas de los enmohecidos tablones que sirven para tapiar la salida. No es ningún problema apartarlos y salir tras una arboleda y a algunos metros del edificio central.

—El sanatorio tiene ocho plantas -36 metros de altura en total- repartidos en dos grandes alas principales y algunos edificios anexos, más los sótanos. Aunque la mayoría de los tabiques de las alas principales han sido derribados dejando solo pilares de estructura -eso deja pocas paredes dónde pueda encontrarse el grafiti -seguimos teniendo que recorrer un huevo de terreno —adoctrina Karmaleon repartiendo sabiduría con un dedo en alto—. Hay que separarse para cubrir más terreno y el primero que lo encuentre, avisa a los demás con un mensaje al móvil.

—Me parece un plan de mierda —responde enérgica Happy cruzando los brazos—¿Por qué no te vas tú solito en busca del tío del hacha y los demás nos vamos pensando otra estrategia? Es de primera de asesinatos cuando el grupo de pardillos decide separarse.

—Yo no necesito a nadie. Sé perfectamente dónde buscar —sentencia Johannes marchándose decidido dirección al edificio principal—. Quedaros aquí haciendo el gilipollas. No pienso avisaros cuando encuentre el graffiti. Buscaros la vida.

El resto de los integrantes le ven tirándose y rodando por los suelos de un matojo a otro como si estuviera bajo fuego enemigo y haciendo ruidos con la boca como de explosiones.

En el primer rodamiento ya se ha cargado el cacharro que llevaba amarrado en la cadera, se le ha caído medio sueldo de dependiente de la tienda de cómics en monedas de 20 y 50 céntimos y uno de los paquetes de tabaco de Ducados rubio. Llega al edificio principal profiriendo un Scheisse tras otro y 223 € más pobre.

—¡Eso, vete! ¡No te necesitamos, alemán de los cojones! —susurra Karmaleon temeroso de que aun así le oiga el teutón, se de media vuelta y le suelte una guantada con esas manos de oso.

A pesar de los rumores de que la Comunidad de Madrid había reforzado la vigilancia del recinto abandonado, ninguno de ellos llega a ver a ningún miembro del equipo de seguridad haciendo la ronda. 

La única fuente de luz que llegan a ver es de la linterna de Johannes subiendo por las escaleras a buen ritmo... hasta detenerse de repente a mitad de camino en una de las plantas superiores. 

—¿No había llegado ya a Johannes al cuarto piso? ¿Por qué está ahora su luz vuelve a estar en el primer piso? —pregunta Dulcinea al grupo.

—¿Qué más da? —responde Karmaleon—. Al gilipollas se le habrá caído la linterna por uno de los huecos del piso, acelerado como iba. Va a lo loco. Vamos, busquemos ese graffiti.

Desconocedores de que cada paso suyo está siendo recogido por decenas de cámaras ocultas y transmitido en directo, el grupo se dirige al recinto. 

Oculto en el sótano en uno de los edificios colindantes al principal, UrbexGott no cabe en su gozo. Su stream de Dark Places está siendo un rotundo éxito tal cómo había pronosticado la Inteligencia Artificial. Cientos de usuarios conectándose a cada momento, deseando descubrir el destino de los incautos urbexers.

La selección del equipo de exploradores urbanos realizada por la IA días atrás era por su simplicidad; magistral. 

Cinco destacados y controvertidos miembros del panorama Urbex en clara decadencia. Lo suficientemente reconocidos para atraer a un público dispuesto a pagar por verlos morir. 

Sí, morir, eso era lo mejor de todo. La IA le había anticipado a UrbexGott que, si quería literalmente bañarse en oro macizo, el grupo no solo debía pasarlo mal con todas las trampas que había diseminado por el recinto, sino que además debían morir casi todos los integrantes de la partida.

—¿Por qué no todos? —tecleó el joven falto de toda moral a la IA—. Así no quedarían testigos que pudieran comprometerme.

La IA le contestó que un lugar dónde todos sus exploradores hubiesen muerto daba menos juego que uno en el que hubiese sobrevivido alguno. Uno debía quedar para contarlo y seguir avivando la llama de la historia durante semanas, seguramente hasta años. 

Tras unos brevísimos cómputos, la IA también había calculado el número ideal de participantes a cuatro víctimas. Menos era inaceptable para asegurar el éxito y la notoriedad del stream.

De igual modo le había asegurado a UrbexGott que no temiese por ser descubierto. Ya se había encargado ella de borrar cada uno de los rastros digitales que pudieran involucrarle.

Ahora solo faltaba encontrar el perfil adecuadas de las víctimas y ofrecerles un caramelo envenenado. Ni Happy ni Rodri estaban en la primera selección y solo habían entrado al caerse de ella, una pareja de gemelos urbexers, accidentados pocos días antes al entrar en una torre de control de trenes abandonada.

UrbexGott está más que satisfecho. Las peticiones interrumpidas de conexión de nuevos usuarios al stream, no parecen tener fin y mucho más desde que Johannes se precipitase al vacío desde la cuarta planta y quedase empalado en una viga rota.

Vuelve a revisar las constantes vitales y de calor corporal del alemán en una de sus pantallas. Está muerto. Uno menos.



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La banda sonora de "Grial (Primera parte)"

Creeds - Push up


Marc Jungermann - Beautiful Decay


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Comentarios

  1. ¡Oh, dios mío! ¡Quiero saber cómo continúa!

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  2. Me encanta Happy Panda. Me gusta mucho. A ver cómo resuelves la historia. Y no hay mejor homenaje que fusilándote. Amenazo con otra historia tomándote "prestados" a tus creaciones. Gracias.

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  3. Esto promete. A ver cómo salen de esta Happy y Rodri

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