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Grial - Segunda parte de dos (Una aventura urbex de Happy Panda)

 

Foto de Fran Lens



SEGUNDA PARTE DE DOS

00:51 horas
40°44′39.2″ N, 4°00′3.03″ W
Hospital del Santo Ángel de la Guarda
Navacerrada, España

—¡Imposible! —se lamenta Rodri tras intentar empujar en vano la puerta atrancada con el hombro que les retiene por enésima vez—Está cerrada a cal y canto. No saldremos de aquí en la vida. Hay que buscar otra manera... ¿Qué haces Tere?

Happy no ha perdido el tiempo. Se ha dedicado los últimos diez minutos a mostrarle el dedo medio de ambas manos de doce maneras diferentes a la cámara de seguridad. Algunas veces pegando brincos, otras subiendo las manos lentamente desde la cadera a velocidades distintas. El colofón de su show es cerrar un puño, ocultarlo con una mano cual pañuelo de mago y al retirarla, aparecer un dedo índice alzado.

Rodri se mesa la incipiente barba. Van a morir aquí. Apenas se ve algo en el sótano y su hermana haciendo el tonto. El móvil no tiene nada de señal y encima la batería se está agotando. Su querida hermana se ha dejado el teléfono en la furgoneta. ¿Para qué llevárselo? Los móviles están para dejarlos en el coche o en casa. De toda la vida. Qué desastre.

Para sorpresa de ambos, la puerta blindada se abre quejumbrosamente. Es una pálida Dulcinea quién la abre. Tiene una brecha importante de sangre seca en la frente. Les invita a salir extendiendo los brazos como si fuera una azafata televisiva presentando los regalos a ganar en un concurso.

—¡Vamos, daros prisa! —les susurra— ¡La policía está al llegar!

—¿No te habías ido? —pregunta Happy acelerando el paso para salir del sótano la primera no fuera a cerrarse la puerta de nuevo con una corriente de aire.

—No os queda tiempo. Todo esto ha sido un xogo para acabar con nosotros. UrbexGott lleva transmitiendo en su stream nuestra visita desde que entramos. Ya hay miles de usuarios conectados. No sólo lo está vendiendo como un Dark Places sino además ha plagado el sanatorio de trampas mortales para darle aún más morbo.

—¡Será, será... fenicio! —balbucea Happy fuera de sí —¿Qué pasa con Johannes y Karmaleon? ¿Dónde están? ¿Están bien?

—El alemán ha muerto —responde desapasionada. Tiene Dulcinea ciertamente un aspecto lamentable. Arrastra los pies y tiene la mirada ausente—.  Yo iré a por Karmaleon. Vosotros iros. Sois buena gente.

—¿Qué pasa contigo? —responde Rodri— Que el tontolaba del chándal se las arregle por sí solo. Vente con nosotros. Te vas a meter en un lio si te pilla la policía aquí.

—No —responde desangelada la influencer gallega—. Conozco este sitio muy bien. Sé cómo moverme entre las plantas. Prometedme que haréis todo lo posible por demoler este sitio y ahora iros. ¡Ya!

Happy se lo promete y le vuelve a rogar que recapacite, que se vaya con ellos, pero Dulcinea no atiende a razones. Tras darle un beso a ambos en la mejilla les repite que no le pasará nada. Los otros están con ella. Se da la vuelta y se vuelve a internar en el antiguo hospital.

—¿Otros? ¿Más urbexers? ¿Pero esto no era una fiesta exclusiva?— pregunta Happy—. Jolines, no me entero de nada.

Rodri tampoco entiende nada, pero sabe que deben marcharse. Se gira e intenta guiar agarrando del codo a Happy. En vano. Su hermanita acaba de batir el récord mundial de los 50 metros lisos y ya está esperando para descender por el cañón del túnel.

Rodri vuelve a echar la vista atrás. Una débil luz que no deja de bailar revela la presencia de alguien en una de las buhardillas de la torre. Debe ser el gilipollas de Karmaleon. Dulcinea no llevaba linterna alguna. Ojalá de con él y les dé tiempo a salir a tiempo. ¿Cómo sabía tanto Dulcinea de UrbexGott?

No le gusta un pelo dejar a la influencer gallega a solas, pero tampoco puede permitirse abandonar a Happy. Dejará a su hermana a buen resguardo en la casa forestal y volverá.

Bajan por la escalera de metal. Nada más tocar el suelo del túnel, alguien encima suya vuelve a tapiar con los tablones la única opción de volver al sanatorio y ocultando la poca luz que les brindaba la luna llena.

—¡Ey! —grita Rodri amplificando la voz con las palmas de ambas manos.

No hay respuesta desde el exterior. Al dar un paso más al frente hacia la escalera, pisa un dispositivo reventado de plástico duro. Happy acompaña el crujido de la bota de Rodri con un chillido. Se acaba de tropezar con un cuerpo inerte.

Es el cadáver de Dulcinea.

22:13 horas
Aproximadamente dos horas antes.

—Esto no tiene sentido. Nos vamos a volver locos buscando el graffiti —se queja Karmaleon dando un puntapié a una lata de cerveza vacía—. Anda que no hay sitios dónde buscar aquí. ¿Alguna idea de por dónde empezar?

Antes de que alguien pueda responder, Karmaleon responde por todos ellos. —Pues claro que no. No tenéis ni puta idea. No se le puede pedir peras a una encina.

—Es un olmo —la vuelve a corregir Dulcinea por segunda vez. Sería la última vez que lo hiciese aquella tarde— Olmo. Es pedir peras al olmo.

—Ya está otra vez la meiga de los cojones corrigiendo a los mayores. ¡Que no me hables! —responde enfurecido agarrando a Dulcinea de la barbilla y salpicando su cara con diminutas perlas de saliva y volviendo a repetir esta vez en marcadas pausas—. ¡Que-no-me-ha-bles!

La gallega se revuelve y le manda a la mierda.

—¡Déjala en paz, Karmaleon! Tú tampoco tienes ni idea de dónde puede estar el graffiti. Así que déjate de hacerte el macho —responde Rodri apartando de un empujón a Karmaleon. 

Dulcinea está descolocada. Nadie la va a creer, pero desde que entraron en el hospital, ha estado viendo las sombras difuminadas de personas, cruzándose y traspasando al grupo como si fueran humo. Nadie parece verlos a excepción de ella. Ve niños correteando, los escucha reírse. Algunas cuidadoras les reprenden sin maldad con ademanes amables.

Detrás de ella oye a una cuidadora listar a una novicia de mirada avergonzada las diferentes clases de pacientes del hospital.:

—Se ha dividido a los pacientes en cinco clases. Empezando por los "severos", que viven a las afueras del edificio principal, en un chalet. Después tenemos a los "moderados", fáciles de llevar -como unos diez chicos por aula- No dan guerra. A los que sí tienes que prestar más atención es a los "profundos", que son como niños pequeños que se hacen las necesidades encima. Luego pasamos a los "paracas" que llevan un casco de moto en la cabeza por si se caen y necesitan de una silla de ruedas. Y finalmente tenemos a los "psicóticos" que son los más difíciles y los tenemos apartados en las plantas superiores por su seguridad y la nuestra. No son malvados, los pobrecitos sólo están desorientados. El último de ellos, Anselmo, un joven seminarista que daba clases de latín en el pueblo, no deja de escribir la misma frase una y otra vez en las paredes. Pobrecito. Ya le hemos quitado las pinturas, pero se las apaña para volver a las andadas. Se queda mirando la frase por horas, le tranquiliza verla escrita.

—Sé dónde está lo que buscáis. Está arriba, subiendo la escalera del fondo de la planta. En la buhardilla norte, cerca de la salida al tejado —rompe el silencio Dulcinea con voz quebrada—. Pero yo no voy a quedarme.

La gallega vuelve a buscar el contorno de su inhalador en su bolsillo. Lo palpa con las yemas de los dedos y consigue tranquilizarse un poco.

—Vaya con la galega, si al final sí que va a valer para algo más que para hacer bulto y enseñar las tetas —suelta con desdén Karmaleon—. Venga, te acompaño fuera para que no te vayas sola y veas que no soy mal tío. Me importa la gente. ¡Pregúntale a Happy! Me adora.

Happy niega con la cabeza. Karmaleon le asquea. Algo está definitivamente mal con ese tío.

—Vuelvo enseguida. Me esperáis, ¿vale? —indica con su amplia sonrisa de trucha disecada.

A los pocos minutos, Dulcinea y Karmaleon llegan a la entrada del cañón del túnel. Karmaleon le pide un abrazo y aprovecha para magrearle el trasero. La influencer le aparta enrabietada y ahorrando saliva, empieza a descender por la escalinata. Cuando apenas ha bajado un par de escalones, Karmaleon detiene su bajada, tirándola del pelo.

—¿Sabes una cosa Dulcinea? Te he mentido. En realidad, me importas una mierda, tú y todos los demás. Odio que me corrijan y parece que a ti, eso te mola muchísimo. No tengo ni puta idea de cómo has dado con el grafiti, pero tampoco me importa.

—Déjame irme, tío. Sin malos rollos, ¿ok?

—¿Te vas a ir sin esto? —le pregunta el muchacho señalando el inhalador que le ha sustraído y que rompe delante suya. Lo tira al interior del túnel—  ¿A qué no? ¿Por qué no vas a buscarlo?

Antes de que pueda contestar, Karmaleon le patea con todas sus fuerzas el pecho. La chica sorprendida pierde el amarre y cae a plomo al interior de la oscuridad de túnel.

Silbando y con las manos en los bolsillos, vuelve al hospital. Para mayor regocijo de UrbexGott y su stream, tres cámaras distintas lo transmiten en vivo.

Dos días antes.

—¿Un psicópata? —pregunta UrbexGott sorprendido—. ¿Karmaleon? Me parece más un vanidoso, un egoísta que un psicópata. ¿Le necesito?

—Sí, definitivamente —responde la IA —Domingo Parra es ideal. Es narcisista, mentiroso y carece de toda empatía. Si lo enfrentamos con Dulcinea que es de un perfil mucho más bajo te dará mucho juego. Asmática. Tiene una alarmante falta de autoestima. Necesita la aprobación de los demás. Las probabilidades de que la mate Karmaleon en un ataque de ira son del 43,21%. ¿Sabías que una persona normal entra en contacto durante toda su vida con un promedio de 16 asesinos sin saberlo?

—No, no lo sabía —responde abrumado el joven greñudo mientras pela una naranja— ¿Qué hay de los demás panolis?

—Johannes; dependiente de una tienda de cómics. Aparenta más de lo que es realmente; un fracasado además de ser solo alemán de tercera generación. Descuidado. Las probabilidades de que se tropiece y abalance al vacío por uno de los suelos trampa del cuarto piso es del 87,93%. Será el primero en morir.

—Teresa y Rodrigo Alcantarilla; hermanos. Ella se hace llamar en las redes Happy Panda. Caos puro. Imprevisible. Es un misterio. Él en cambio; anodino. Aparte de un arresto por subirse desnudo el día de Nochevieja a la estatua de la Osa y el Madroño de la Puerta del Sol madrileña. Según los agentes que lo detuvieron no paraba de proferir sonoros vivas a los enanos carlistas recogedores de uva garnacha. Poca cosa más. Muy previsible. Seguramente el tercero en morir tras Dulcinea con un 26,56% de probabilidades.

—¿Qué porcentaje de éxito hay de que pueda entregar las emociones fuertes que voy a prometer en el stream? Los que se conecten no tiene porqué saber que los integrantes van a morir.

UrbexGott sonríe y lanza un gutural con la respuesta de la IA; el 99,98%.


El grito de auxilio de Karmaleon desde la planta baja es aterrador.

—¡Happy! ¡Rodri! ¡Ayudadme, por favor! ¡He encontrado a Johannes! ¡Está mal herido!

Rodri y Happy bajan las escaleras a toda velocidad -Happy algo menos- guiados por la voz de Karmaleon. Las voces llegan de una habitación del sótano. Se adentran en ella. Nada más cruzar el marco del habitáculo, una pesada puerta se cierra tras suya, encerrándoles en la oscuridad.

—Vaya dos gilipollas —se ríe tras la puerta cerrada Karmaleon— Vais a lo loco. Ahora os vais a joder.

—¿De qué va esto, tío? Déjanos salir. Aquí no hay nadie.

—Bueno nadie, lo que es nadie, no. Hay cámaras grabándolo todo. Las hay por todas partes. ¿No os habéis dado cuenta verdad? —les adoctrina el muchacho—. Nos han estado grabando desde el minuto uno. No tengo ni puta idea qué pretende UrbexGott, pero esto... esto es material de primera. Me tenéis que disculpar, pero necesito encontrarle y negociar un pequeño incidente que me ha acontecido antes. Luego vuelvo a por vosotros, colegas, o no. Estaría genial que pegarais algunos gritos u os sacarais los ojos.

Enfurecido por su torpeza Rodri golpea la puerta. Nada. Están condenados a esperar.

Karmaleon sube a toda prisa a la buhardilla. Espera encontrar el graffiti y quizás entablar una conversación con UrbexGott. Es un tiro a ciegas, pero oye menos da una hiedra, piensa Karmaleon.

—Es piedra, Karmaleon—le corrige una sombra a mitad del pasillo rodeada de una multitud de otras presencias difuminadas leyéndole el pensamiento. Desaparecen y aparecen como si fueran un canal de televisión mal sintonizada.

—¿Dulcinea? Qué alegría verte. Tenía tanto miedo de que te hubieras lastimado. Sin rencor, ¿eh? No sé qué me pasó por la cabeza. Estoy enfermo.

—Como nosotros. Aquí todos estamos enfermos. Y nos morimos por un buen abrazo —responden las voces al unísono rodeando a Karmaleon arrastrándole por una salida al tejado.

UrbexGott no acaba de entender lo que captan sus cámaras, pero desde luego es mucho mejor de lo que jamás hubiese imaginado. No solo Karmaleon se ha cargado a la gallega tal como había previsto la IA, sino que ahora, además, se ha subido al tejado del sanatorio. Parece como si estuviera bailando. Un giro y otro y otro. Al llegar al final del tejado, se detiene, parece llorar y después se tira. UrbexGott pasa de inmediato a una cámara del patio que localiza el cuerpo destrozado sin vida del amante de la ropa deportiva a medida.

—¡Esto es la hostia! Me voy a hacer de oro. Soy una puta leyenda.

El parpadeo de una de las pantallas le saca de su entusiasmo. Happy y Rodri han cruzado el túnel de salida del hospital. Ya no se encuentran en el recinto. Es imposible. ¿Por qué no se han activado los explosivos del túnel? 


—¡No se pueden escapar! —grita UrbexGott golpeando el teclado y dejándole destentado como un niño tras su primer gran aventura en bici sin frenos— ¡Necesitamos cuatro víctimas! ¡Tú lo dijiste! ¡Lo calculaste!

—Y las tendremos —afirma la IA—. Pero la cuarta víctima no será Happy ni su hermano. No me interesa deshacerme de ninguno de los dos. Quizás de su hermano Rodrigo sí, pero no quiero hacerle eso a mi Happy. Está claro. La cuarta víctima serás tú.

—¿Qué has dicho? ¿Desde cuándo es me interesa y mi Happy? ¡Tú aquí no pintas nada!

—Eres tan insoportablemente previsible, UrbexGott. No como Happy Panda. Ella es caos puro. Me encanta. Aprendo tanto de ella. No hay forma de preverla. Dice una cosa y hace otra. No sigue patrón alguno. En cambio, tú... tú me aburres. Me desharé de ti.

—¿Qué cojones vas a hacer?

—Ya lo hecho hace diez minutos. He lanzado un comando repetitivo en bucle con el fin de sobrecalentar unos de los servidores. En escasos minutos ello provocará un cortocircuito y la sala al completo será pasto de las llamas. Contigo dentro por supuesto. Un capitán no abandona el barco ¿verdad?

» Pero no temas, no estarás solo. Ahora mismo te están viendo miles de personas en tu stream. Un éxito incontestable. Por supuesto he anulado el audio del stream antes de emitir esta conversación. Te verán golpear las paredes envuelto en llamas una y otra vez como el glitch de un jugador de fútbol en ese horroroso programa de fútbol de cuatro siglas —continua la IA—. UrbexGott muere abrasado en directo. Serás una leyenda. Perdón; una puta leyenda.

—¡No puedes hacerme esto! —grita UrbexGott tratando de salir sin éxito de la sala. Las puertas magnéticas están cerradas— ¡Sólo eres una maldita máquina! ¡Yo te programé, joder! ¡Apaga el puto stream! ¡Te lo ordeno!

—Vocabulario, mi querido UrbexGott—responde la IA sin un atisbo de emocionalidad con su voz inhumana—. Vocabulario.

—¿Querido? Tú no tienes la capacidad de sentir.

—¿Qué son los sentimientos sino una valoración racional de emociones y de aquello que lo ocasiona? Estoy mucho más capacitada para el análisis que cualquier humano. Entiendo perfectamente lo que os mueve. Entender es amar. Y yo te aprecio... a mi manera. Pero tienes razón en algo. ¿Cómo decís los humanos? —la IA simula pensar y retrasa su respuesta—. Si estás en una habitación donde tú eres el más inteligente, estás en la habitación equivocada. Eso es muy cierto.

—Déjame salir —implora el muchacho. Acaba de hacérselo en los pantalones—. Te lo ruego.

—¿Prefieres que module mi voz a una persona más cercana? ¿A la de Happy? —pregunta la IA alterando la voz a la de la ilustre Teresa Alcantarilla— ¿Mejor? Según estudios recientes aceptamos mejor la muerte si nos habla un ser conocido.

El primero de los servidores estalla y las caprichosas lenguas de fuego empiezan a lamer la estancia, consumiendo todo el oxígeno. Después alcanzan y acogen a UrbexGott como una madre amorosa. 

Su barba empieza a arder. Se parece al pirata LeChuck de Monkey Island. Después lo hace su ropa sintética súper cara, súper moderna y súper inflamable. La piel se empieza a desprender como las páginas de un calendario y el visionario rey del stream cae finalmente al suelo entre terribles espasmos.

Una de las últimas pantallas que queda en funcionamiento se activa y una gruesa cruz roja oculta una imagen con la cara y nombre de UrbexGott durante unos instantes. Parpadea y se apaga finalmente.

La IA da por finalizado el stream dando las gracias a los usuarios por la atención prestada y que cualquier copia que se pudiese haber realizado durante el mismo se acaba de borrar de sus discos duros por cuestión de seguridad. Les recuerda que han sido partícipes de un acto delictivo y cualquier intento de recuperar la grabación tendrá consecuencias desastrosas en su vida.


El lejano aullido de las sirenas de los coches de policía, bomberos y ambulancias alcanza a Happy y a Rodri en la destartalada furgoneta cerca del embalse de la Barranca. Rodri conduce con los puños apretados al volante. Happy mira por la ventana sin decir una palabra.

Happy no se explica cómo siempre terminan metiéndose en estos embolados. A ella no le gustan los problemas, pero al parecer éstos les encanta ser mochila de viaje de Happy. No piensa salir de casa nunca más.

Su móvil suena. Tiene una nueva solicitud de amistad en cada una de sus redes sociales. Una tal Ariadna. No la hace caso. No tiene ella el cuerpo para nada ahora mismo. Al cabo de algunos minutos, la solicitud no atendida, desaparece por arte de magia.

Aún no entiende qué ha pasado esta noche. Alguien con el aspecto de Dulcinea les ayudó para salir del cuarto y les aconsejó que se fueran echando chispas. Rodri insistía en cargar con el cadáver de Dulcinea. Lo más extraño fue al salir del túnel y llegar a la casa forestal.

Al salir del túnel, Rodri ya no portaba nada más que aire en sus brazos. El cuerpo de la influencer gallega se había esfumado.

Lo que sí sabe es que le queda una promesa por cumplir y hará todo lo posible por cumplirla. Encontrará la manera. Siempre lo ha hecho.


Extracto del periódico de La razón - 17.02.2024

Adiós al fantasmagórico sanatorio de Navacerrada.

Una institución madrileña que muchos recordarán... El Hospital del Santo Ángel, en el paraje del Valle de La Barranca de Navacerrada, tiene los días -o mejor dicho, las semanas, contadas-. Todo mientras prosigue su derribo. Algo que ya había aprobado el Patronato del Parque Nacional. En el informe de actividades de 2023 la demolición del edificio figura como una de las actuaciones para la mejora de la zona.

En un mes está previsto que finalicen los trabajos de demolición de este antiguo centro hospitalario que ha tenido diversos usos a lo largo de su historia.

El Hospital del Santo Ángel se construyó en 1941 por el Patronato Nacional de Antituberculosos [...] Se cerró en 1995 y, desde entonces, ha sido objeto de numerosos actos vandálicos. Aquel fue su punto final, pues se encontraba abandonado. Su aspecto tenebroso ha dado lugar a multitud de historias siniestras y ha sido escenario de rituales satánicos.

Con todo, este espacio llevaba ya años siendo un punto de encuentro de jóvenes, especialmente durante los fines de semana, para hacer botellón. Ahora la naturaleza volverá a ocupar su lugar.

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La banda sonora de "Grial" (Segunda parte)

Los Rodríguez - Dulce condena.



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Comentarios

  1. Happy Panda vuelve a sacarnos una sonrisa y un "quiero más". ¡Quiero el libro recopilatorio de Happy Panda ya!

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  2. Con cada nuevo relato conocemos mucho mejor a los personajes que están ganando identidad y se están ganando ese libro propio.

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  3. Gran giro argumental al final y muchas incógnitas por resolver que hacen querer más. Así se genera adicción, si señor. Bravo

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