Manos arriba - Daniel Canals Flores (Especial Halloween 2024)
Daniel Canals Flores
Colaborador literario
La ladera del parque municipal amaneció sembrada de manos. Mejor dicho, de cientos de antebrazos coronados con sus respectivos cinco dedos. Estaban colocados de una manera uniforme cual ejército antes de la batalla, formando una extraña falange.
Los empleados municipales de la limpieza fueron los primeros en encontrarlas:
—Mariano, ¿habías visto antes una cosa parecida?
—Yo no. Seguro que será un menumento desos. El ayuntamiento no para de comprar cosas extrañas y luego las esparcen por to el pueblo.
—Pues sí, será un ascultura desas. Bueno, al lío que hay que regá.
La piel de las manos parecía hecha de un material duro, artificial. Era un pellejo seco y ennegrecido que asemejaba más una garra que una mano. Las uñas también tenían una longitud considerable y ninguna de ellas presentaba una manicura decente.
Los siguientes en encontrarlas fueron los perros. Las confundían con los postes del pipicán y no dudaban en orinar alrededor para esparcir sus feromonas. La gente que paseaba a primera hora de la mañana también se detenía a contemplarlas porque asemejaba una obra de arte moderno o algo parecido.
Antaño, aquella zona había sido arrebatada al cementerio para construir el parque, pero todas las lápidas, ataúdes y cadáveres se habían trasladado al otro lado de la ciudad. En las instalaciones cercanas al nuevo tanatorio municipal o al menos eso fue lo que dijeron los del ayuntamiento. Además, hacía ya muchos años de aquello y no permanecía ya ni en el recuerdo siquiera.
Las manos-antebrazos comenzaron a hacerse populares. Las parejas se tumbaban al lado, los niños jugaban con ellas y hasta los camellos del parque empezaron a utilizarlas para señalar sus escondrijos.
Cuando el asunto empezó a salir por las redes sociales nadie cayó en la cuenta de preguntar por el origen de las mismas. La gente mandaba fotos de todo tipo: les ponían guantes, apoyaban la barbilla y se hacían un selfie… Algún gracioso que otro también dejaba su huella. Una mano apareció sosteniendo un porro y otra con unos preservativos repartidos en cada dedo. Pero esos eran los menos y la verdad es que los visitantes del parque, así como la población en general, empezaron a considerarlo como un símbolo propio de la ciudad.
Había un hippie, que ataba cada día su vetusta bicicleta con unas esposas rosas, de esas peludas que vendían en los sex-shops, a una de las manos. La brigada de la limpieza también le tocaba limpiar a veces, alguna de ellas, por las pintadas de los grafiteros. Poco más.
Un incauto político, con ganas de destacar, se le ocurrió la nefasta idea de proponer su eliminación por encontrarlas antiestéticas. A las pocas horas tuvo que pedir perdón, abochornado. El mismo día de su propuesta, su secretaria le avisó que le habían montado una manifestación en la puerta de su despacho y además, casi lo linchan al salir de su casa.
La vida transcurría plácida y feliz hasta que una noche de tormenta sucedió un hecho inesperado. Llovía a mares y justo en el mismo instante en el que un perro abandonado decidió aliviar la vejiga en una de las manos…cayó un rayo sobre la ladera.
Entonces, la mano cobró vida. Agarró al aterrorizado animal por los genitales y se los arrancó de cuajo. La bestia lanzó un lacerante aullido en medio de la noche y corrió desesperada hasta unos matorrales cercanos. Falleció allí mismo, desangrado entre los arbustos.
La mano lanzó los testículos a lo lejos y regresó a su posición original. A la mañana siguiente, no encontraron el cadáver porque había quedado oculto. Tampoco se encontró ningún resto del perrocidio debido a que la intensa lluvia arrastró todas las evidencias de lo acontecido.
Ese mismo día terminó el mal tiempo y la gente volvió a pasear por el parque. Al anochecer, un vagabundo tuvo la mala idea de prepararse para dormir en medio de las manos. Era el alcohólico del barrio, conocido y despreciado por casi todo el mundo. Puso unos cartones, colocó encima una espartana esterilla y luego una mullida manta que lo apartaría de la humedad del suelo. Después vestido tal cual, procedió a tumbarse mirando el cielo estrellado.
Es lo último que vieron sus tristes y enrojecidos ojos. Una mano, cercana a su cabeza, giró en un ángulo de noventa grados y le tapó la boca. Cuando intentó incorporarse, el resto de manos aledañas lo amarraron al suelo y otra empezó a asfixiarle. Duró menos que un trozo de carne enfrente de una avispa.
La mano no dejó de apretar hasta que notó como paraban los estertores del cuerpo, ya sin vida. Después, todas ellas volvieron a su posición original. Aquella ladera del parque se estaba empezando a volver un lugar muy peligroso.
Un inspector de la policía, encargado de la muerte del indigente, notó un aroma extraño y familiar en el aire pero no lo pudo asociar con el cuerpo que tenía enfrente. Era el olor dulzón de la muerte. El cadáver estaba completamente de color azulado y quedaba claro el motivo del deceso. Con toda certeza, había fallecido asfixiado por su propio vómito de borracho. No era la primera vez que veía un caso similar. Ordenó acordonar la zona por unos días, más por protocolo que por interés en aclarar el tema. Nadie echaría de menos a aquel tipejo.
La apoteosis llegó con la siguiente tormenta. A las afueras de la ciudad, operaba una central eléctrica. Para evitar un colapso de las instalaciones, por una sobrecarga, los técnicos decidieron descargar directamente “a tierra” una cantidad brutal de energía. Ésta no tardó mucho en propagarse a través de un canal subterráneo que pasaba por debajo del parque municipal.
La descarga tuvo tal intensidad que el ejército de muertos que permanecía oculto bajo unos pocos palmos de tierra, emergió de repente, tras sus manos alzadas. En medio de la tormentosa noche empezaron a andar, muy hambrientos, hacia los bloques de pisos adyacentes al parque. Detrás de ellos, un perro castrado zombi meneaba alegremente la cola presintiendo el festín que se aproximaba…
©Daniel Canals Flores
Instagram: @danielcanalsflores1
Me he divertido muchísimo. Muy, muy original. Gracias por el estupendo relato.
ResponderEliminarGracias, Luis. Un abrazo.
EliminarExtraña historia, original y me ha gustado bastante. Me ha recordado a la película "Poltergeist", en la parte en la que se construye una urbanización de casas encima de un antiguo cementerio quitando sólo las lápidas pero sin remover los cuerpos. En la peli, evidentemente, a los muertos no le sienta bien.
ResponderEliminarGracias, Klaus.
EliminarMuchas gracias a Daniel Canals por participar con este divertido relato para Halloween 🎃.
ResponderEliminarLa imaginación al poder. Nunca se me habría ocurrido "sembrar" un parque de manos. Me reafirmo, muy original. Está guay cuando nos sorprenden con algo nuevo.
ResponderEliminarGracias, Mariola. Saludos.
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