Ejecución: 4,8 - Chloe B. (Relato especial Navidad 2024)
Imagen: Freepik |
Chloe B.
Colaboradora literaria
“Bah, la Navidad es todo una farsa. ¿no sabes que el personaje de Santa Claus es un invento de la Coca Cola? Y lo del pino es cogido de las tradiciones paganas del solsticio… o el plenilunio solar o noséqué pero algo de eso, y es todo un invento para venderte cosas que no necesitas, es el motor comercial del año. Pero claro, no le voy a decir a mi madre que me deje de comprar regalos, si la señora es feliz así, pues que lo haga, pero yo paso de esto porque es todo un engaño que…”
Por fin se calla. Mientras la punta del cuchillo se va ocultando hacia dentro de su boca, la cabeza resbala por la hoja hacia delante y ya solo se escucha un leve gorgoteo, que se extingue cuando la frente golpea el teclado. Apenas un hilo muy leve de sangre sale por la base del cráneo, pero eso no es lo que más denota que ha muerto. Es el silencio. Es la primera vez en meses en la que se puede oír algo en la oficina que no sea su incesante verborrea sobre desvaríos que únicamente le interesan… interesaban a él. Además, las teclas que presiona con su cabeza son más trabajo del que ha hecho en muchas semanas. Espero que Recursos Humanos no tarde mucho en llevarse el cuerpo. Ojalá no lo sustituyan por otro tío, que los del Ministerio de Integración ya nos la han jugado bien una vez.
Y ahora yo por fin puedo volver a mi escritorio y sacar algo de trabajo adelante con la oficina en silencio. No sin antes comprobar si RH ya ha puesto mi valoración en RedruM. ¡Sí, ya está! ¡qué rápido! Me han dado 5 estrellas. En valoración artística 4.7, en técnica un 5, supongo que el sigilo al acercarme por detrás para no descubrirme no ha puntuado mucho, ya que su torrente verbal hubiera enmascarado una estampida de elefantes. Pero, ¿y ese golpe certero justo sobre la primera cervical? Una hoja finísima y afilada que ha evitado las grandes arterias, un chorro mínimo de sangre que el cuello de la camiseta ha absorbido. RH tendrá muy poquito trabajo para retirar el cuerpo, y eso se valora. Ejecución 4.8 No está mal, sigo en mi línea.
La aplicación me manda una notificación diciendo que si hoy añado tres valoraciones más superaré al 99% de las usuarias del Ministerio este mes y podré acabar el año como número 1 de la UE. Queda media semana y va a ser muy justo, la pareja de suecas que encabezan la clasificación son muy fuertes.
El silencio en la oficina ha aumentado la productividad, y pese a los continuos recordatorios de la app, no he podido aumentar el recuento en todo el día. Además que no hay ganado suficiente, integración o no integración. Pero este tipo que se ha sentado a mi lado en el asiento del vagón tiene todas las papeletas. Separa sus piernas como si tuviese un pene descomunal atravesado entre ellas que no le permitiese cerrarlas y me empuja tanto como su olor a sudor de varios días y a tabaco. Lo que tiene son unos huevos… Se está ganando una puñalada frontal en la rodilla con la que le arrancaré la mitad de la pierna, y que continuará hacia arriba, hacia el costado, con cuidado de no tocar la arteria femoral ni destripar la membrana peritoneal y que sus intestinos me manchen los Manolos que me trajo Papá Noel… y del pensamiento al hecho hay menos trecho del que parece, pero con más prisa y rabia de la que debería, ya estoy limpiando mi cuchillo en su mugrienta mochila, expuesta cuando se ha volcado hacia delante por la falta de una pierna en la que apoyarse. He sido descuidada y la sangre que sale a borbotones del muñón donde antes estaba su rodilla ha salpicado hacia mí. Solo mi gabardina me ha resguardado de lo más gordo de la profusión de sangre, pero mi ropa se está empapando. Dejarte llevar por las emociones es lo que te da una baja puntuación. Espero que alguna pasajera de pie haya tapado los sensores del techo del vagón y tengan que verificar el trabajito más tarde. Pero no tengo suerte y la alerta de valoración ya pita en mi teléfono. Lo tenía guardado en el bolsillo derecho de la gabardina así que debo incorporarme para sacarlo. Ya está cubierto de sangre, y la mochila del tipo está completamente empapada. Tendré que limpiarlo en un girón de su camiseta que corto con cuidado de no volver a manchar el cuchillo. Aunque un poco pegajosa, la pantalla táctil funciona. Mierda, 1.2. Valoración artística 3.0. El tajo largo y con movimiento ascendente es difícil y la entrada por la rodilla original. Técnica 4.2. Bueno, no está mal. Ejecución 0.1. Nunca había sacado una tan baja y me va a estropear el ranking. Lo que me faltaba ahora es pasarme de estación, y echando a correr paso entre las puertas dejando un par de tíos aterrorizados en el vagón detrás de mí. Una pena, uno de ellos podría haberme arreglado la media.
Como si cada mujer con la que me cruzo por la calle fuera consciente de la chapuza que acabo de llevar a cabo en el metro, corro avergonzada el corto camino lleno de terrazas de bares que separa la estación del portal de casa y subo al ascensor para aislarme del mundo unos segundos y recomponerme. Voy a necesitar algo para reanimarme en casa, pero Jonathan tiene guardia y no vuelve hasta mañana a mediodía. Es lo que tiene vivir con un bombero. Está como un queso, y me bombea cuando yo quiero, pero a veces no está cuando la que lo necesita soy yo.
Goteando sangre desde el ascensor al felpudo, el cual no quiero empapar, me quedo parada unos segundos pensando cómo no dejar demasiadas huellas en el suelo de casa, pero al final paso y voy directa al baño. Que el red-rumba se encargue de las huellas. Un regalo recargable de Papá Noel que ha resultado útil, cortesía de la app. Voy dejando correr al agua y evalúo el estado de mi vestimenta. Mierda, el pantalón corto y la camisa están completamente empapados en sangre, y van por la trampilla de la ropa para incinerar. Aunque los shorts eran de Primark, eran bonitos. Ajustaban, pero sin marcar demasiado. Ya tengo plan el fin de semana para reemplazarlo todo en las rebajas. La media derecha está húmeda y pegada al muslo y me cuesta un horror sacarla. Un par de medias cojo es una paradoja con la que no voy a vivir, y la trampilla se abre dos veces. Pensé que igual las bragas nuevas se salvaban pero no, la mitad derecha ya no es azul, sino morado oscuro, y además el líquido viscoso va permeando por el encaje, con lo que no hay solución. Vaya rabia, me gusta mucho cómo me hacen el culo y no se marcan. A incinerar también. Al menos el sujetador está limpio y así seguirá si me lavo las manos y me lo quito con cuidado. Menos mal, cuesta encontrar los modelos más bonitos en estas tallas. El vapor empieza a salir por encima de la mampara, así que ya puedo entrar a quitarme esta pringue de la piel. Un vistazo al espejo mientras adelanto la pierna y veo que todo mi abdomen y muslo siguen cubiertos de sangre pegajosa aún húmeda. Me detengo un momento y me giro ligeramente. El culo también, supongo que de haber estado sentada en el charco que se formó en el asiento. Vaya rollo, hoy no me quería lavar el pelo, pero las puntas del lado derecho están apelmazadas por la sangre que ahí sí que se ha empezado a secar.
Es una pena que Jonathan tenga guardia hoy, con lo cachondo que se pone al verme cuando vuelvo a casa cubierta de sangre. Podría ser él quien me frotase el cuerpo para limpiarla. Aunque últimamente se pone pesadito con lo de que le deje lamerla, dice que le pone muchísimo. Un día vas a pillar algo, que no sabes qué tenía toda esa gente. Pero es que me lame tan bien, cuando termina con la sangre y sigue lamiendo, uf. Qué pena que tenga guardia. Mmm, el satisfyer que me trajo Papá Noel ¿estará ya descargado? Qué calentita el agua, qué chorro tan agradable, a ver si consigo regular la temperatura y dejarla como la de su lengua. Sí, creo que lo dejé en el cargador de al lado de la mesilla. Me estoy acordando de que también está algo pesadito con lo de que no me depile. Que hace muchos años, tantos como los que está conmigo, que no puede excavar a gusto con la lengua, que se lo pongo demasiado fácil si voy depilada. Lame tan bien que creo que le voy a dar el capricho. Dejaré de depilarme un par de meses. Aunque a mí me gusta así de suavecito, con lo bien que resbala y con el acceso tan fácil a los lugares adecuados. No puedo dejar que sepa lo que me excita cuando me dice que su lengua ha lamido otras mujeres que no estaban depiladas. Al principio lo tomaba como una señal de… ¿superioridad? De ser más sexy que ellas. Guarras. Ahora es algo diferente. Dios, espero que el satisfyer esté cargado… aunque no me apetece esperar. A veces siento tales celos cuando está de rodillas delante de mí lamiendo y agarrándome el culo diciendo que quiere ver si también ahí soy rubia, que le mataría. Aprovechando que está distraído, y su coronilla está desprotegida, coger el cuchillo y… Ay, ¿por qué has tenido que tener guardia esta noche?... y darle… una… pequeña muerte.
Con un fortísimo golpe hago callar la radio con la que la alarma del despertador de Jonathan salta por las mañanas y que ayer olvidó apagar pese a que iba a estar 24 horas de guardia. De haber tenido mi cuchillo a mano la radio ya no existiría. Algunas veces le mataría. Le salva lo que ayer fue la perdición del pesado de la oficina. Su lengua. Al no necesitar ducha ni depilación, esta mañana he salido de casa quince minutos antes, y he llegado diez antes a la oficina, que continúa en silencio.
Mientras el ordenador arranca voy a ver si han llegado las dos nuevas valoraciones de Redrum de esta mañana. Seguro que he puntuado bien, ni una gota de sangre ha alcanzado las botas nuevas de piel blanca, ni la minifalda a juego que casi toca la costura de la caña de las botas, ni el jersey de angora que debió costarle un riñón a Jonathan. He llegado blanca inmaculada. Y así necesito volver a entrar en el top 3. Ah, sí, aquí est…
La sangre sale con tal fuerza del cuello que uno de los dos chorros ha arrancado el teléfono de la mano del cadáver y lo ha tirado al suelo. El otro chorro da un filtro rojo a la pantalla del ordenador, pero no lo bastante intenso para que impida ver que en su bandeja de entrada ya está el mensaje de Recursos Humanos con la queja sobre ella que recibió ayer.
De mí.
Supongo que ya no tiene sentido la citación para la vista a las 11 a la que la emplazaban.
Tía pedorra, todo los días cargándome con el trabajo de las horas que perdía enganchada a la app esa, sumando puntos por los tíos que se cargaba, y restregándonos por la cara sus tetas perfectas y sus largas piernas depiladas. Quizá podía haber esperado a que viese sus últimas puntuaciones y que se fuese al infierno con una sonrisa. Como la que tenía el día que vio que llevo las axilas sin depilar. Que le den, seguro que las tetas que le abrieron tantas puertas aquí cuando sacó la plaza se las abrirán igualmente en el infierno. Su teléfono no para de sonar con la alerta de que ha sido eliminada de RedruM.
A ver si me descargo la dichosa app y veo qué valoración me han dado a mí por eliminarla. Seguro que la puntuación artística es alta, después de todo, la cabeza ha rebotado en el pico de la mesa y ha caído justo en el contenedor de residuos orgánicos. Y era la primera vez que usaba el machete que trajimos de recuerdo de Panamá, eso tiene que sumar puntos seguro ¿Habrá que abrirse una cuenta para verlo o con el perfil de funcionaria del Ministerio de Igualdad ya valdrá?
Por fin se calla. Mientras la punta del cuchillo se va ocultando hacia dentro de su boca, la cabeza resbala por la hoja hacia delante y ya solo se escucha un leve gorgoteo, que se extingue cuando la frente golpea el teclado. Apenas un hilo muy leve de sangre sale por la base del cráneo, pero eso no es lo que más denota que ha muerto. Es el silencio. Es la primera vez en meses en la que se puede oír algo en la oficina que no sea su incesante verborrea sobre desvaríos que únicamente le interesan… interesaban a él. Además, las teclas que presiona con su cabeza son más trabajo del que ha hecho en muchas semanas. Espero que Recursos Humanos no tarde mucho en llevarse el cuerpo. Ojalá no lo sustituyan por otro tío, que los del Ministerio de Integración ya nos la han jugado bien una vez.
Y ahora yo por fin puedo volver a mi escritorio y sacar algo de trabajo adelante con la oficina en silencio. No sin antes comprobar si RH ya ha puesto mi valoración en RedruM. ¡Sí, ya está! ¡qué rápido! Me han dado 5 estrellas. En valoración artística 4.7, en técnica un 5, supongo que el sigilo al acercarme por detrás para no descubrirme no ha puntuado mucho, ya que su torrente verbal hubiera enmascarado una estampida de elefantes. Pero, ¿y ese golpe certero justo sobre la primera cervical? Una hoja finísima y afilada que ha evitado las grandes arterias, un chorro mínimo de sangre que el cuello de la camiseta ha absorbido. RH tendrá muy poquito trabajo para retirar el cuerpo, y eso se valora. Ejecución 4.8 No está mal, sigo en mi línea.
La aplicación me manda una notificación diciendo que si hoy añado tres valoraciones más superaré al 99% de las usuarias del Ministerio este mes y podré acabar el año como número 1 de la UE. Queda media semana y va a ser muy justo, la pareja de suecas que encabezan la clasificación son muy fuertes.
El silencio en la oficina ha aumentado la productividad, y pese a los continuos recordatorios de la app, no he podido aumentar el recuento en todo el día. Además que no hay ganado suficiente, integración o no integración. Pero este tipo que se ha sentado a mi lado en el asiento del vagón tiene todas las papeletas. Separa sus piernas como si tuviese un pene descomunal atravesado entre ellas que no le permitiese cerrarlas y me empuja tanto como su olor a sudor de varios días y a tabaco. Lo que tiene son unos huevos… Se está ganando una puñalada frontal en la rodilla con la que le arrancaré la mitad de la pierna, y que continuará hacia arriba, hacia el costado, con cuidado de no tocar la arteria femoral ni destripar la membrana peritoneal y que sus intestinos me manchen los Manolos que me trajo Papá Noel… y del pensamiento al hecho hay menos trecho del que parece, pero con más prisa y rabia de la que debería, ya estoy limpiando mi cuchillo en su mugrienta mochila, expuesta cuando se ha volcado hacia delante por la falta de una pierna en la que apoyarse. He sido descuidada y la sangre que sale a borbotones del muñón donde antes estaba su rodilla ha salpicado hacia mí. Solo mi gabardina me ha resguardado de lo más gordo de la profusión de sangre, pero mi ropa se está empapando. Dejarte llevar por las emociones es lo que te da una baja puntuación. Espero que alguna pasajera de pie haya tapado los sensores del techo del vagón y tengan que verificar el trabajito más tarde. Pero no tengo suerte y la alerta de valoración ya pita en mi teléfono. Lo tenía guardado en el bolsillo derecho de la gabardina así que debo incorporarme para sacarlo. Ya está cubierto de sangre, y la mochila del tipo está completamente empapada. Tendré que limpiarlo en un girón de su camiseta que corto con cuidado de no volver a manchar el cuchillo. Aunque un poco pegajosa, la pantalla táctil funciona. Mierda, 1.2. Valoración artística 3.0. El tajo largo y con movimiento ascendente es difícil y la entrada por la rodilla original. Técnica 4.2. Bueno, no está mal. Ejecución 0.1. Nunca había sacado una tan baja y me va a estropear el ranking. Lo que me faltaba ahora es pasarme de estación, y echando a correr paso entre las puertas dejando un par de tíos aterrorizados en el vagón detrás de mí. Una pena, uno de ellos podría haberme arreglado la media.
Como si cada mujer con la que me cruzo por la calle fuera consciente de la chapuza que acabo de llevar a cabo en el metro, corro avergonzada el corto camino lleno de terrazas de bares que separa la estación del portal de casa y subo al ascensor para aislarme del mundo unos segundos y recomponerme. Voy a necesitar algo para reanimarme en casa, pero Jonathan tiene guardia y no vuelve hasta mañana a mediodía. Es lo que tiene vivir con un bombero. Está como un queso, y me bombea cuando yo quiero, pero a veces no está cuando la que lo necesita soy yo.
Goteando sangre desde el ascensor al felpudo, el cual no quiero empapar, me quedo parada unos segundos pensando cómo no dejar demasiadas huellas en el suelo de casa, pero al final paso y voy directa al baño. Que el red-rumba se encargue de las huellas. Un regalo recargable de Papá Noel que ha resultado útil, cortesía de la app. Voy dejando correr al agua y evalúo el estado de mi vestimenta. Mierda, el pantalón corto y la camisa están completamente empapados en sangre, y van por la trampilla de la ropa para incinerar. Aunque los shorts eran de Primark, eran bonitos. Ajustaban, pero sin marcar demasiado. Ya tengo plan el fin de semana para reemplazarlo todo en las rebajas. La media derecha está húmeda y pegada al muslo y me cuesta un horror sacarla. Un par de medias cojo es una paradoja con la que no voy a vivir, y la trampilla se abre dos veces. Pensé que igual las bragas nuevas se salvaban pero no, la mitad derecha ya no es azul, sino morado oscuro, y además el líquido viscoso va permeando por el encaje, con lo que no hay solución. Vaya rabia, me gusta mucho cómo me hacen el culo y no se marcan. A incinerar también. Al menos el sujetador está limpio y así seguirá si me lavo las manos y me lo quito con cuidado. Menos mal, cuesta encontrar los modelos más bonitos en estas tallas. El vapor empieza a salir por encima de la mampara, así que ya puedo entrar a quitarme esta pringue de la piel. Un vistazo al espejo mientras adelanto la pierna y veo que todo mi abdomen y muslo siguen cubiertos de sangre pegajosa aún húmeda. Me detengo un momento y me giro ligeramente. El culo también, supongo que de haber estado sentada en el charco que se formó en el asiento. Vaya rollo, hoy no me quería lavar el pelo, pero las puntas del lado derecho están apelmazadas por la sangre que ahí sí que se ha empezado a secar.
Es una pena que Jonathan tenga guardia hoy, con lo cachondo que se pone al verme cuando vuelvo a casa cubierta de sangre. Podría ser él quien me frotase el cuerpo para limpiarla. Aunque últimamente se pone pesadito con lo de que le deje lamerla, dice que le pone muchísimo. Un día vas a pillar algo, que no sabes qué tenía toda esa gente. Pero es que me lame tan bien, cuando termina con la sangre y sigue lamiendo, uf. Qué pena que tenga guardia. Mmm, el satisfyer que me trajo Papá Noel ¿estará ya descargado? Qué calentita el agua, qué chorro tan agradable, a ver si consigo regular la temperatura y dejarla como la de su lengua. Sí, creo que lo dejé en el cargador de al lado de la mesilla. Me estoy acordando de que también está algo pesadito con lo de que no me depile. Que hace muchos años, tantos como los que está conmigo, que no puede excavar a gusto con la lengua, que se lo pongo demasiado fácil si voy depilada. Lame tan bien que creo que le voy a dar el capricho. Dejaré de depilarme un par de meses. Aunque a mí me gusta así de suavecito, con lo bien que resbala y con el acceso tan fácil a los lugares adecuados. No puedo dejar que sepa lo que me excita cuando me dice que su lengua ha lamido otras mujeres que no estaban depiladas. Al principio lo tomaba como una señal de… ¿superioridad? De ser más sexy que ellas. Guarras. Ahora es algo diferente. Dios, espero que el satisfyer esté cargado… aunque no me apetece esperar. A veces siento tales celos cuando está de rodillas delante de mí lamiendo y agarrándome el culo diciendo que quiere ver si también ahí soy rubia, que le mataría. Aprovechando que está distraído, y su coronilla está desprotegida, coger el cuchillo y… Ay, ¿por qué has tenido que tener guardia esta noche?... y darle… una… pequeña muerte.
Con un fortísimo golpe hago callar la radio con la que la alarma del despertador de Jonathan salta por las mañanas y que ayer olvidó apagar pese a que iba a estar 24 horas de guardia. De haber tenido mi cuchillo a mano la radio ya no existiría. Algunas veces le mataría. Le salva lo que ayer fue la perdición del pesado de la oficina. Su lengua. Al no necesitar ducha ni depilación, esta mañana he salido de casa quince minutos antes, y he llegado diez antes a la oficina, que continúa en silencio.
Mientras el ordenador arranca voy a ver si han llegado las dos nuevas valoraciones de Redrum de esta mañana. Seguro que he puntuado bien, ni una gota de sangre ha alcanzado las botas nuevas de piel blanca, ni la minifalda a juego que casi toca la costura de la caña de las botas, ni el jersey de angora que debió costarle un riñón a Jonathan. He llegado blanca inmaculada. Y así necesito volver a entrar en el top 3. Ah, sí, aquí est…
La sangre sale con tal fuerza del cuello que uno de los dos chorros ha arrancado el teléfono de la mano del cadáver y lo ha tirado al suelo. El otro chorro da un filtro rojo a la pantalla del ordenador, pero no lo bastante intenso para que impida ver que en su bandeja de entrada ya está el mensaje de Recursos Humanos con la queja sobre ella que recibió ayer.
De mí.
Supongo que ya no tiene sentido la citación para la vista a las 11 a la que la emplazaban.
Tía pedorra, todo los días cargándome con el trabajo de las horas que perdía enganchada a la app esa, sumando puntos por los tíos que se cargaba, y restregándonos por la cara sus tetas perfectas y sus largas piernas depiladas. Quizá podía haber esperado a que viese sus últimas puntuaciones y que se fuese al infierno con una sonrisa. Como la que tenía el día que vio que llevo las axilas sin depilar. Que le den, seguro que las tetas que le abrieron tantas puertas aquí cuando sacó la plaza se las abrirán igualmente en el infierno. Su teléfono no para de sonar con la alerta de que ha sido eliminada de RedruM.
A ver si me descargo la dichosa app y veo qué valoración me han dado a mí por eliminarla. Seguro que la puntuación artística es alta, después de todo, la cabeza ha rebotado en el pico de la mesa y ha caído justo en el contenedor de residuos orgánicos. Y era la primera vez que usaba el machete que trajimos de recuerdo de Panamá, eso tiene que sumar puntos seguro ¿Habrá que abrirse una cuenta para verlo o con el perfil de funcionaria del Ministerio de Igualdad ya valdrá?
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¡Empezamos fuerte este mes de diciembre! Gracias por el relato Chloe B.
ResponderEliminarGracias por el relato de Chloe B., aquí siempre bien recibidas estas plumas🔪
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