Big Boy - Klaus Fernández (Especial Cthulhu 2025)
El traqueteo rítmico del tren nocturno me acompañaba en mi última travesía al Vaticano. La penumbra de la cabina se teñía de luces intermitentes que atravesaban la ventanilla, dando a la escena un aire casi espectral. Fue entonces cuando lo vi. Un hombre solitario, con la mirada perdida en algún rincón del tiempo, un rostro severo marcado por una tristeza infinita. Sus ojos, sin embargo, eran otra cosa: no eran los de un hombre vencido, sino los de alguien que había visto demasiado.
Yo, uno de los pocos guardianes con acceso ilimitado a los Archivos Secretos del Vaticano, conocida entre nosotros como La Bóveda, comprendí de inmediato que aquel encuentro no era casual. La tensión se enroscó en mi espalda como un aviso silencioso.
Al principio, guardó silencio. Su edad era indefinida, como si el peso de los años se hubiera disuelto en su figura. Pero el silencio era solo una muralla frágil; pasado un tiempo, la necesidad de hablar lo venció.
—Jacob Kirkson —susurró, como si el propio nombre le pesara.
Ex-oficial de radares. Veterano de una de las misiones más secretas e ignominiosas de la Segunda Guerra Mundial. Su voz se quebró al decirlo.
Con manos temblorosas, sacó un dossier arrugado, retenido apenas por dos gomas ajadas. Lo extendió hacia mí. Sus ojos se aferraban al documento como si aquel papel llevara su último aliento. Y, en efecto, así fue. Apenas tuve tiempo de recorrer el encabezado antes de que Jacob Kirkson exhalara su último suspiro, desplomándose ante mí.
No lo entendía aún, pero aquel secreto lo había consumido. Y ahora, como un manto oscuro, recaía sobre mí.
Me debatí entre alertar al interventor del tren o sucumbir a la tentación de la curiosidad. Elegí lo segundo. Retiré con cuidado las gomas y abrí el dossier.
12 de agosto de 1945.
Las fotografías lo decían todo: un bombardero Boeing B-29, su tripulación, y en su bodega, un artefacto cilíndrico y alargado, de tres metros de longitud y 75 centímetros de diámetro. Pintado de oscuro, con detalles en amarillo. Su nombre grabado: Big Boy.
Era, sin duda, una bomba atómica.
Pero había algo que no cuadraba. Las bombas conocidas, Little Boy y Fat Man, fueron lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki el 6 y el 9 de agosto, respectivamente. Japón se rindió el 15 de agosto.
¿Entonces por qué aquel documento registraba un vuelo el 12 de agosto?
El bombardero Omen Dawn había partido de Tinian, en las Islas Marianas, con destino a Tokio. Tres días después de la segunda explosión nuclear.
Con horror, resolví la verdad: Estados Unidos había decidido ejecutar un tercer golpe sobre Tokio, una ciudad con aproximadamente tres millones de habitantes, ante la aparente falta de resultados de los lanzamientos anteriores.
A bordo de la aeronave viajaba Jacob Kirkson.
El informe detallaba lo inesperado. La misión jamás se llevó a cabo. Alguien la saboteó. El avión cayó en algún punto del Pacífico, sin alcanzar su destino.
Unas notas manuscritas, sujetas por un clip a varias fotos, captaron mi atención. Eran de Jacob.
"Nuestra misión es secreta y definirá el curso de la guerra. Pero no la cumpliré. Aún no ha llegado el día. Mis órdenes son claras y no provienen del mando militar, ya que son más elevadas."
"Mi culto no desea más atención sobre el Pacífico. Debo abortar la misión. Me será fácil, pues soy el encargado del radar."
"Las coordenadas del accidente son precisas. Sobre la Ciudad Sumergida. Mis hermanos recogerán la bomba y la resguardarán para los intereses futuros de mi señor. Y así lo hice. Tras eliminar a toda la tripulación."
"Que las profundidades despierten y el Gran Cthulhu se alce de su letargo eterno. ¡Ia! ¡Ia! Cthulhu fhtagn!"
Sentí un escalofrío recorrerme la espalda.
¿Por qué había decidido entregarme esto? ¿Un último acto de redención? ¿Un aviso?
Era demasiado valioso para que se supiera.
Deslicé con cuidado el dossier dentro de mi maletín. Respiré hondo. Menos mal que había caído en mis manos.
Lo ocultaría en una de las salas de La Bóveda, donde nadie pudiera encontrarlo jamás. Y si, algún día, alguien lograba sacarlo a la luz…
…mi señor ya habría despertado.
¡Ia! ¡Ia! Cthulhu fhtagn!
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Que bueno es este Klaus cuando escribe relatos "serios". Enhorabuena.
ResponderEliminarMuy bueno. Gracias.
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