Braddock es un abogado que, de no estar la trama situada en Boston de 1846, debería estar viviendo una merecida jubilación en los Hamptons. Un amigo de profesión le convence para mediar en una disputa sobre unos terrenos donde se construirá el ferrocarril. Allá se lanza nuestro septuagenario, a un trozo yermo de tierra que no deberían de querer ni sus propios habitantes. Allí el tiempo parece haberse detenido. Contra toda lógica se aferran a esa propiedad con uñas y dientes. El dinero no les importa y muchos de ellos están evidentemente desnutridos. Charity Court, o Dead Willows en la actualidad, tiene deudas con la historia que no se pagan con dinero. Los padres harían cualquier cosa por salvar a su progenie, incluso hipotecarles con una maldición. Francisco Javier Olmedo, al que tuve el placer conocer personalmente en la pasada FicZone de Granada en mayo, es un erudito del universo H. P. Lovecraft. Se ha convertido por mérito propio en una referencia del Horror Cósmico que inició el ...