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Todo el mundo miente - Seth Stephens-Davidowitz

Leí un artículo en el que recomendaban, para este verano, leer algo de lo que no supieras nada. Cambiar el chip de alguna manera. Salir de tu zona de confort lectora. Así encontré este título varias veces recomendado fuera de mis lugares habituales de búsqueda.


El análisis de los macrodatos, que están disponibles en Internet, es la punta de lanza del conocimiento en la actualidad. Todos dejamos una gran cantidad de información a lo largo del día en nuestra interacción con las redes sociales, nuestro historial de navegación, nuestras compras y, también muchas veces en el trato con las distintas administraciones.

No son solo los datos que parecerían obvios y que facilitamos de manera voluntaria, a sabiendas de que estamos dando datos privados a otros: nombre, fechas, amigos o direcciones. También son los clics que hacemos en distintas páginas, nuestro horario y fecha de conexión, el tiempo que pasamos en un sitio, nuestras búsquedas.

Ay, nuestras búsquedas. Aquí es donde más sentido tiene el título de "todo el mundo miente". La gente puede declararse muy tolerante y progresista en cierta región del mundo y, sin embargo, producir una ingente cantidad de búsquedas de términos como "chistes de negratas", "matar a los musulmanes" o "gitanos estúpidos". Las búsquedas declaran las verdaderas intenciones de la gente y Google se muestra como un fiable confesionario donde las personas vuelcan sus deseos y sus fantasmas que a diario están ocultando a sus relaciones más cercanas. El libro nos muestra también lo poco fiable que resulta Facebook en la minería de datos al ser el lugar en el que exponemos nuestra mejor cara, alejada de la realidad.

Es un libro que transmite la pasión de un trabajo a todas luces aburrido (no creo que nadie tenga vocación de analista de datos), que es capaz de llegar al público sin formación en estadística y que abre una ventana apasionante de nuestro presente que parece futuro.

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Comentarios

  1. Muy interesante. Cierto es que repartimos nuestra información personal con demasiado ligereza. Facebook, WhatsApp… no son gratis. Los pagamos con nuestros datos. El problema creo que radica en todos aquellos que piensan que estos servicios son el diablo, cuando ellos mismos han firmado los contratos sin pestañear.

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  2. Cuando no pagas por un producto, el producto eres tú.

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