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Turismo a Deimos (Especial Halloween) - Alberto Jiménez

⸺Su fortuna comenzó con la automoción —explicaba con la contundencia habitual la presentadora de las noticias de mediodía—, luego incorporó las telecomunicaciones a su conglomerado empresarial y, por último, lo que más nos apasiona de él, la carrera espacial. El magnate y filántropo coreano Kim Sang-joon ha terminado la selección. Esa en la que a todos nos gustaría estar. Recuerden que hace dos años comenzó el proceso de selección de los primeros turistas espaciales de su compañía. Siete plazas, siete personas fueron seleccionadas para acompañarle en un viaje al alcance solo de unos pocos privilegiados. Y, esta vez, no ha sido el dinero lo que ha primado. En este caso, el multimillonario y su mujer se verán acompañados por algunas de las mentes más privilegiadas de nuestro planeta en el primer viaje al espacio de su megalómano proyecto: Hallasan Space.

»Como ya saben, una vez superadas todas las pruebas y, tras años de preparativos, Hallasan Space realizará su vuelo inicial en unos días en lo que puede ser el primer paso para una colonización de Marte.



Esa imagen en la pantalla y la voz de la locutora quedan lejos en su recuerdo. Tanto como la Tierra, que se ve diminuta a través de la pequeña claraboya. Un pequeño borrón que aporta color al fondo negro. Un vértigo enorme para las siete personas que comparten un reducido espacio durante meses en la nave espacial que les lleva hasta uno de los satélites de Marte.

—De todas las personas que hay en el mundo y me tiene que tocar compartir espacio con este impresentable.

—Sabes que yo tampoco estoy cómodo respirando el mismo aire que tú. ¿Por qué no te callas y nos dejas disfrutar de este momento?

—¡Eh! ¡Eh, Joon! —dijo Martín llamando la atención de su anfitrión—. Será mejor que vigile su nave. Aquí, su arquitecto, se apoderará de su proyecto.

—Ingeniero de estructuras y doctor en Física, si no te importa —dijo Kasper agachando la cabeza mirando al suelo ya muy harto de la situación.

—Yo tengo un doble grado de Física y Matemáticas, Doctor en ambas materias y llevo años dirigiendo el Máster Internacional de Modelos y Análisis.

—Lo cual quiere decir que no sabes hacer nada que no sea escribir en un papel.

Martín y Kasper habían llegado a ser, si no amigos, colaboradores en un proyecto conjunto de la ESA y la NASA que pretendía diseñar hábitats con cabinas de presión y plantas potabilizadoras para una hipotética colonización humana de la superficie de Marte. El proyecto tuvo que abandonarse debido a las continuas disputas y mutuas acusaciones de plagio entre los dos principales directores: el estadounidense Dennis L. Kasper y el español Fernando Martín.

Imágen: Freepik

—Niños no molesten —dijo Isabella Finocchiaro, la microbióloga italiana, tratando de poner paz—. Esto no es una guerra de títulos universitarios. Creo que ya nos conocemos lo suficiente entre nosotros como para saber que somos de las personas más listas del planeta.

¡Crac!

Un panel del interior de la nave quedó suelto, levitando en el interior desprovisto de gravedad. Un puñado de herramientas quedó flotando al salir de su compartimento. Nadine, la más joven de todos los integrantes, había roto la puerta al apoyar un pie intentando propulsarse por el interior del habitáculo.

—Lo que no me explico —siguió Martín— es qué haces tú aquí —dirigiéndose a Nadine, que trataba de recoger las herramientas que flotaban a su alrededor, al tiempo que succionaba alimento de un tubo.

Más joven que sus compañeros de viaje, Nadine, con su perpetuo hermetismo, casi ganaba en impopularidad al engreído Martín. No contestó a nadie, ajustó los correajes que la sujetaban al asiento y recurrió a la que parecía ser su única actividad: comer.

—Dejadla en paz —pidió Mirta Fajardo, la médica de la expedición, que se sentaba a su lado—. Es evidente que todavía está conmocionada por el episodio que hemos sufrido antes de partir. Trata de olvidarlo Nadine —le dijo a la chica poniendo una mano sobre su rodilla—. Lo importante es que estamos todos viviendo la mayor experiencia de nuestra vida y ella ha pasado por las mismas pruebas que todos nosotros.

Nadine, ante el contacto, se retrajo aún más en su asiento con la mirada perdida.

Gracias por recordarnos que no estamos volando con el ingeniero de sistemas más cualificado —espetó Martín mirando hacia la segunda de a bordo.

Al lado de Sang-joon, que ejercía de Comandante de la misión, estaba su mujer Jung Yi-Seo. Que Jung ocupara el puesto a última hora, dentro de la aeronave que les llevaba por el espacio, no había contribuido a calmar los ánimos de los turistas espaciales. Su ingeniero de sistemas y segundo de a bordo, había sido encontrado muerto por Nadine al abrir su taquilla. El cadáver cayó sobre ella produciéndole un ataque de pánico, motivo al que achacaban su mutismo.



Photo by NASA on Unsplash

—¡Eh, Sang-joon! —volvió a increpar el matemático español—. ¿Qué hace la chica aquí? ¿Cual es su especialidad?

—Ella es importante —contestó Sang-joon—. Tanto como lo pueda ser cualquiera de ustedes. Todos los que están dentro de esta nave pasaron las pruebas de selección.

—¿Puede confirmar que su mujer pasó por el mismo proceso de selección que nosotros? —quiso saber Martín.

—Todo está previsto amigos. He invertido mucho tiempo y dinero como para tener que abortar este proyecto en el último momento. Todos ustedes tienen, tenían, un suplente esperando por si, en el último momento, fallaban. Como le ocurrió al difunto Sr. Carter, nuestro ingeniero de sistemas.

Se hizo un silencio tenso tras la afirmación de Sang-joon. Un bolígrafo pasó flotando ante Isabella como una alegoría de lo prescindibles que realmente eran. Cierto era que la mayoría tenían estudios, carreras exitosas en ciencia, ingeniería… Temas relacionados con el objetivo del viaje: evaluar las instalaciones que Sang-joon había construido en Deimos, una de las lunas de Marte como plataforma para dar el salto al planeta rojo. Fobos y Deimos. Miedo y terror, bautizadas así, por su descubridor, en memoria a los dos hijos de Marte.

Muchos años de preparación y un gran trabajo detrás. Siendo realistas, ellos no estaban implicados en todo aquello, eran simples turistas espaciales. Las empresas o universidades para las que trabajaban habían puesto un buen montón de dinero para comprarles una plaza en aquel vuelo. Seguro que alguien había pagado una buena cantidad de dinero por la plaza de la chica rara, así que tenía el mismo derecho que todos los demás a estar allí.

En el pensamiento de Mirta estaba el cambio que se había producido en la personalidad de Sang-joon y su mujer. En la Tierra eran dos personas encantadoras, el prototipo oriental de humildad había tornado a la suficiencia y autoridad que, quería pensar, eran necesarias para liderar la misión. El vendedor afable y carismático se había vuelto un huraño conductor de autobús que quiere llegar lo antes posible a la estación de destino. Sus desarrollos tecnológicos redujeron a la mitad la duración del viaje, aun así ya eran tres meses de hermetismo y frialdad por parte de los tripulantes de la nave. Solo obtenían lacónicas respuestas a su curiosidad. La respuesta más común siempre era “lo entenderán todo cuando lleguen allí”.

Hasta que por fin llegó el día en que avistaron Deimos. Allí estaba el terror, listo para que ellos pusieran sus pies en las instalaciones de Sang-joon. Se agolparon para ver por turnos desde la claraboya dos pequeñas estructuras en su superficie. Las preguntas seguían sin respuesta. ¿Quién preparó su llegada? ¿Por qué no sabían nada de los equipos anteriores que se encargaron de levantar el complejo que iba a alojarles? ¿Fueron personas, máquinas autónomas, o guiadas en remoto; las que construyeron todo aquello?

—Una última prueba —anunció, Yi-seo, la mujer de Sang-joon—. Necesitamos una muestra de sangre de cada uno de ustedes.

—¿Para qué?

—Es necesaria para ver su estado de salud antes de bajar al satélite. Necesitamos saber cómo ha influido el viaje en cada uno de ustedes.

—Nadine, ¿te encuentras bien muchacha? —se interesó Mirta—. Pareces un poco pálida.

—Sí, no es nada —contestó ésta—. Es solo que no me gustan las agujas.

—¿Para qué hace falta una extracción de sangre más? —quiso saber Mirta—. Que yo sepa soy la única médica del grupo y no encuentro la lógica, en este momento, a la prueba.

Yi-seo sostuvo la bandeja con el material para la extracción y dirigió la mirada hacia Sang-joon pidiendo ayuda para solventar esta situación.

—Doctora Fajardo —dijo Sang-joon tomando la palabra—, no dudo de sus conocimientos en neurociencia y todos le agradecemos los avances de su equipo en la cura del Alzheimer. Aquí, en mi nave, permita que sea yo quien juzgue la pertinencia de las pruebas necesarias. Aunque, quizá es el momento de ir contestando algunas preguntas.

Esa afirmación hizo que toda tripulación del Hallasan Space se reuniera en torno a él para recibir algo más de información en cuanto a su misterioso viaje.

Photo by Manuel Will on Unsplash


—Como pueden recordar, todos ustedes sufrieron, sí, sufrieron un extenso paquete de pruebas médicas. A excepción de las pruebas físicas, dirigidas a comprobar que podían realizar el viaje, se trataba de averiguar algo de su pasado. Algo que les hacía susceptibles de ser candidatos a este viaje. Imagino que algunos han podido deducir que no son sus cualidades académicas lo que les ha traído hasta aquí.

—Oiga —increpó Martín—. Mis cualidades académicas son más que sobresalientes. Yo no soy un mero turista que ha venido a que le den una vuelta en su cohetito.

—¿Recuerda usted cuando tenía doce años? —cortó Sang-joon a Martín—. En la playa, unas vacaciones. Sus padres le estuvieron buscando durante cuatro días. Apareció en los arrozales del Maresme.

No hizo caso a la cara de estupor de Martín y siguió preguntando al resto.

—Mirta. Se supone que se perdió en la selva de Tortuguero en Costa Rica y la encontraron cuatro días después ¿Qué me puede decir de esos días?

Isabella —continuó preguntando sin esperar respuestas—. Dicen que una noche estaba con su abuela materna, en la casa de Montepulciano, ¿verdad? Una cama vacía, un pueblo entero buscándola e, igualmente, apareció a los cuatro días.

Dennis. Usted tenía, ¿qué eran? ¿Diez años cuando se perdió en la Feria de Amarillo? La Feria cerró y usted seguía sin aparecer. Interrogaron a todos los feriantes, se le buscó por toda la comarca sin resultado hasta que apareció perdido en el Cañón de Palo Duro cuatro días después.

Tal y como Sang-joon suponía ninguno de sus invitados dijo una palabra. Inmersos en una búsqueda infructuosa de recuerdos que pudieran contestar las preguntas de Sang-joon, eran como cuatro adolescentes a los que acababan de pillar copiando: la cabeza abajo y buscando una excusa que fuera creíble sin encontrarla.

—Todos estuvieron desaparecidos durante el mismo periodo de tiempo y a una edad aproximadamente igual —siguió Sang-joon—. Les pido que sean conscientes de un último dato: sus desapariciones, se fueron produciendo, sin que ustedes tuvieran conciencia de ello, en ciclos de cinco años. Primero Mirta, Martín, Dennis, Isabella y por último Nadine.

El resto de pasajeros volvió los ojos hacia ella. Cambiando su habitual modo de comportarse durante el viaje, esta vez les miró a los ojos desafiante.

—Sí. Yo sí lo recuerdo —confirmó ella—. Lo recuerdo todo. Y por eso me han tratado siempre como a una loca. ¿Es por eso por lo que estamos aquí?

Nadine miraba al matrimonio anfitrión dejando al resto como meros espectadores de una obra de teatro extranjera, tratando de entender la trama por el contexto. Sang-joon y Yi-seo dejaron un momento para que todos asimilaran la situación y sacaran sus conclusiones.

—Aun a riesgo de quedar como una ingenua —inició Isabella—, ¿están insinuando de algún modo que todos fuimos abducidos en algún momento de nuestra vida?

—¿Hay vida en Marte? —quiso saber Dennis.

—¿Que hay marcianos? ¡Vamos no fastidies! —contestó Martín—. Y son verdes con antenitas. ¿No?

—¿Están aquí?

—¿Vamos a poder verlos?

—Esto es una locura.

—No soporto a este hombre.

—Vida extraterrestre…

El silencio anterior dio paso a un alboroto en el que todos tenían una teoría o algo que decir, pisándose la palabra unos a otros. El matrimonio coreano seguía observando a su tripulación y a Nadine que no dijo nada más.

—Mirta, por favor —pidió Yi-seo—. ¿Puede hacerse cargo de las extracciones de sangre? Cuando obtengamos los resultados podremos bajar a Deimos.

—Ante la perspectiva de vida distinta a la nuestra, les ruego colaboren y se realicen la muestra para tener delimitados los cambios que se hayan podido producir debidos al viaje. No queremos que haya ninguna contaminación en los hallazgos que pudiéramos realizar, ¿verdad? Bien. Pues en el caso que los haya, debemos tener clara la trazabilidad de cualquier dato obtenido.

De manera dócil hicieron fila para que Mirta les sacara una pequeña muestra de sangre, momento que aprovechó Isabella para coger a Nadine por el brazo y atraerla hacia sí:

—¿Qué es lo que recuerdas? —quiso saber ésta.

—Suéltame —intentó forcejear Nadine—. No tengo por qué contarte nada. Solo quiero saber qué hay ahí abajo.

—Es cierto —continuó Isabella—. No recuerdo nada de cuando desaparecí. Dicen que es una forma que el cerebro tiene para protegerse de un suceso traumático. Y eso es lo que he pensado toda la vida. Me sucedió algo tan terrible que mi mente lo ha borrado.

—Y sabiendo que es algo malo, aun así, ¿quieres saberlo? Escucha —dijo Nadine soltándose con violencia la mano que atenazaba su brazo con más miedo que fuerza—. Es mejor que sigas siendo una ignorante y dale las gracias a tu memoria por haberlo borrado.

A continuación, se levantó la manga para ofrecer su brazo ante la aguja. Unos dedos azulados se iban perfilando sobre su antebrazo. Mirta realizó una mirada de profundo reproche sobre el hombro de su paciente en dirección a Isabella que sudaba con profusión.

Isabella se quedó mirando sus propias manos, las que habían estado atenazando a una compañera de viaje. Sabía que mentía cuando decía no recordar nada. No pocas eran las noches que despertaba sobresaltada soñando que la sujetaban por brazos y piernas.

Dennis decidió usar el baño una vez más antes de iniciar el descenso. Cerró la puerta del estrecho compartimento que usaban como baño. Se relajó tratando de no pensar en nada, pues nada era lo que recordaba. Es más, quería olvidar ese momento de su vida que solo le traía una sensación de angustia. Sentado en el retrete vio un ojo en la pared, frente a él, en la puerta. Un ojo miope y rencoroso. Seguro que era Martín espiando otra vez. Quiso gritarle, pero su boca no emitió ningún sonido. Quiso moverse, pero sus miembros no respondieron. El ojo en la puerta se extendió como un cuerno de caracol prolongándose de forma telescópica hacía él. Dennis abrió los ojos de pánico y, en una mueca que pretendía ser un grito, abrió su boca. El ojo se introdujo en ella.

Se golpeó la cara repetidas veces y jadeó tratando de recuperar aire. No había nada. Ni tentáculo, ni ojo, ni, por supuesto, un agujero en la pared del baño para espiarle.

De la nave principal, Hallasan Space, se desgajó el módulo de aproximación al satélite Deimos, iniciando su entrada en el débil campo gravitatorio. Con un diámetro de poco más de 12 km y su trayectoria constante era relativamente fácil llegar a su superficie sin problemas. Los turistas vieron expectantes como se aproximaban a una plataforma sin que se apreciaran otras estructuras cercanas. Pronto fueron conscientes que no se posaban sobre una plataforma. No iban a realizar ningún paseo sobre la superficie de Deimos. El módulo se acopló a una esclusa que les conducía al interior de la gran roca.

—Un momento, por favor —pidió Sang-joon—. Estamos igualando la presión de ambas partes.

—Ahora todos deben ponerse el respirador —les instruyó Yi-seo—. El traje les protegerá de las bajas temperaturas y el interior de la cueva de la radiación, pero el aire no es respirable. Comprueben que la presión es correcta. Una atmósfera. No queremos que nadie se nos desmaye, ¿cierto?

—¿Han excavado el interior e introducen aire a presión? —preguntó Martín a Yi-seo que lideraba la fila—. Eso puede comprometer la seguridad en un satélite tan pequeño.

—Solo hemos acondicionado la entrada —respondió ella—. La grieta ha estado aquí siempre. Por favor, no me abrume con más preguntas técnicas. Comprueben con sus propios ojos la grandeza de Deimos.

Al decir esto desembocaron del breve pasillo a una caverna interior. Algunas vigas y placas metálicas salpicaban el interior para mantener la integridad de aquel espacio ganado al interior del satélite. La brutalidad de la roca viva contrastaba con la perfecta simetría que presentaba una estructura central. Algo similar a un túmulo que parecía esculpido en la roca misma. Sin fisuras, pulido y que, sin embargo, parecía atrapar la luz. Cuatro tumbas rodeaban un sarcófago central.

—¿Qué lugar es este? ¿Es una construcción suya o…?

—Exploren. Investiguen. Ese es el objetivo de su visita. ¿Qué creen ustedes?

—Pero… Pero esto es imposible.

Cada uno de los turistas se dirigió a los sarcófagos con curiosidad. Tocando sus aristas, acariciando la suave superficie. Con su voluntad perdida, uno tras otro se fueron metiendo en aquellas cápsulas ancestrales. El deseo de la investigación, el ansia de conocimiento, algún tipo de sustancia inhalada en los respiradores, su motivación cegada por aquellos nichos imposibles; ejerció el poder de atracción suficiente para que se ocuparan los cuatro sarcófagos exteriores con cuatro cuerpos humanos llegados desde la Tierra.

Nadine retiró su respirador del rostro.

—Esto ya no es necesario —dijo ella—. ¿Ya están preparados?

—Lo comprobaremos de inmediato mi Reina —contestó Sang-joon, quien se dirigió a supervisar cada uno de los cuerpos que yacían tumbados.

Sang-joon y Yi-seo se despojaron de sus respiradores. Mientras Yi-seo se dirigía a unas consolas y tecleaba rápidamente sobre ellas, Sang-joon supervisaba de forma visual a los cuatro turistas espaciales que yacían dentro de cada uno de los sarcófagos.

—Las muestras de sangre se confirman compatibles.

—Ya están sometidos al sistema mi reina —confirmó Sang-joon en dirección a Nadine, que fue accionando un resorte en cada uno de los sarcófagos. A su contacto, el cuerpo que yacía, era absorbido por la piedra desapareciendo en su interior.

Nadine ocupó la plataforma central. Un cubo perfecto tallado en la misma piedra. Introdujo los cuatro viales de sangre en cada uno de sus lados. Subió sobre la plataforma y se quedó sobre ella en cuclillas. Un líquido viscoso emergió de cada uno de los nichos que albergaban los cuerpos de los pasajeros. Aquel magma orgánico se proyectó hacia arriba cubriendo por completo la figura de Nadine. Quedó envuelta en una suerte de placenta que transformó su cuerpo y su mente con las capacidades de aquellos involuntarios donantes.

—Majestad, todo terminará en un momento —decía Sang-joon al tiempo que acariciaba la superficie de aquella palpitante bolsa de fluidos.

Abrazó la enorme placenta con amor. Queriendo fundirse en un abrazo con ella, con lo que contenía, con devoción.

Las palpitaciones de la placenta se hicieron cada vez más intensas. Ésta se convulsionó, aparecieron grietas en su superficie por las que brotaba líquido. Sin importarle el fluido que corría por sus brazos, Sang-joon trataba de hacer hueco con sus manos. Desde el interior una forma humana trataba de salir.

Nadine, la chica que vino de la Tierra, surgió transformada en algo distinto. En una bestia que atrapó al absorto Sang-joon, sujetó su cabeza y abrió el cráneo con sus propias manos. Se alimentó de su cerebro y dirigió la mirada hacia Yi-seo que no mostró emoción alguna por aquel espectáculo.

—Majestad —dijo Yi-seo—, es el momento de volver a la Tierra.

—Sí. Es el momento de despertar a todo mi Reino.

💀Recuerda: el próximo viernes, un nuevo relato💀  


Relatos anteriores:

Imágenes: Freepik

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Comentarios

  1. Muy bueno. Le estás cogiendo gusto a la ciencia-ficción. Enhorabuena.

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    1. Cuanto más fantástico más me puedo inventar. Para éste he tenido que investigar un poquito más. Lo importante es que sea entretenido. No busco nada más.

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  2. El problema que tiene Beto es que escribe demasiado bien. Toca hablar de vampiros, y me creo a pies juntillas que hay un círculo secreto vampírico en Valdepeñas. ¿Hablamos de una expedición a Marte? Y todo lo que cuenta me parece tan lógico… Alberto me vendería cubos de hielo en el Antártica diciéndome que esa agua es la buena… es un don el que tiene este muchacho. Enhorabuena.

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  3. Me gustó mucho el relato, el final es sorprendente

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    1. Muchas gracias. Lo mejor es tener feedback de los lectores.

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    2. Tengo una duda, por qué esperar que se hagan mayores cuando los tuvieron 4 días retenidos cuando eran pequeños?

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    3. Esperan a que la Reina madure y mientras ellos acumulen conocimientos.

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