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Por un montón de Likes - Luis Fernández (1a parte de 3)

 



Pueblo viejo de Belchite,
ya no te rondan los zagales
ya no se oirán las jotas que
cantaban nuestros padres -
Natalio Baquero

    —¿De verdad no había otro medio de locomoción para ir a Belchite que la destartalada furgoneta hippie del abuelo? —bufa ofendida, súper ofendida, la influencer Happy Panda a su hermano Rodri—. ¡Si parece sacada de Scooby Doo!

    —Happy, cada vez que hablas sube el pan. Aún sigo sin entender como has recuperado tantos followers de nuevo, pero oye… Estos no son mis monos, esto no es mi circo. Además, tengo una pregunta que siempre os quise hacer a vosotros… los influencer... ¿Por qué os pasáis todo el día gritando en vuestros vídeos? ¿No podéis decir las cosas con un tono normal?

    —A ver, listo de los cojones, si no mostramos un súper nivel de excitación haciendo cualquier cosa, no llegamos igual a la gente, ¿sabes? Es parte del show. Tú, lo tienes fácil con tu vida anodina entre aburrida y muy aburrida, pero yo… yo soy un referente mundial. Tú aburrido, yo súper guay —escenifica Happy con sus manos señalando a su hermano y a ella mismaY que conste que me siento utilizada, súper utilizada. ¡Pero me debo a mis happylovers

    Happy acaba de inventarse una palabra para sus seguidores. Esos que son cuatro mataos.

    —¿Qué es eso de que sabes dónde puede estar Chickaboom? —interroga la influencer.

    Rodri aparta de un manotazo el enorme dado de peluche del retrovisor para ver mejor a su hermana detrás suya y empieza a relatar.

    —Hace algunas semanas, trasteando de nuevo con el móvil de Chickaboom, descubrí unos ficheros audiovisuales. Juraría que no estaban antes, y mira que he visto sus ficheros un montón de veces… pero bueno, también puede ser que fuera siempre muy flechado a la carpeta de fotos. Anda que no tiene selfies, fotos de platos de comida y gatos. ¡Miles! A lo que voy, dentro de su carpeta de vídeos, tenía algunos muy cortos, de ínfima calidad… Y las fechas... ¡Estaban grabados después de que desapareciera en el streaming de la India!

 —¡Cuéntamelo todo! —grita una alteradísima Happy, encajonando su maquillado rostro entre sus manos de largas uñas multicolores—. ¡Júrame que lo que me cuentas es verdad! ¡Y voy a poner a grabar el móvil! ¡Exclusiva mundial!

    —No se ve mucho, pero ella está de pie frente a una iglesia medio derruida. Ni puta idea de dónde… pero ahora… Agárrate fuerte, Happy… —Rodri baja dos tonos de voz, espera un poco y toca el claxon para asustarla. Happy pega un brinco y clava las largas uñas en su brazo—. Hice un pantallazo y pasé la foto por uno de esos programas online de búsqueda de imágenes, y ¡joder!, es Belchite… En concreto la Iglesia de San Martín de Tours. Nos colaremos esta noche…

    —¿Y por qué no nos pagas la entrada a los dos, que no deben ser más de 10€, y nos escondemos tras la visita?

    —Primero, no tengo un puto duro, y segundo… ¿qué urbexer sería yo, si pago para entrar en un sitio? ¿eh? Llegaremos dentro de un rato, pararemos antes, «Llevo cuatro horas conduciendo esta máquina de contaminar», para comernos el bocadillo de jamón que me ha preparado Mamá y tirando millas.

    Happy asiente y, mientras Rodri quema rueda, abre el papel de aluminio del bocata de su hermano, le retira cuatro lonchas de las más gordas, y se las añade a su bocadillo.

    —Miserable —piensa ofendida—. Yo no puedo pasar hambre, sino me salen unas manchas que no favorecen a mi cutis nada, de nada. Que se joda por rácano. Ni 10 putos euros tiene el asqueroso. No, si al final tendré que saltar una valla como una cabra...

    Saca el móvil y hace una foto para postearla en su cuenta Instagram con el texto "La intrépida investigadora Happy, en busca de la verdad". PS: Este bocadillo me lo han regalado junto a una botella de vino de más de 60€, junto a un surtido de encurtidos y quesos de la tierra, al hacer el check in en el hotel Vimerano Pelayo de cinco estrellas.

   Tras esperar una interminable eternidad de treinta segundos, y ver que no recibe los centenares de likes deseados, se cabrea como una mona. Para darse cuenta a los cinco minutos que postear un bocadillo de jamón diciendo ser una vegana, súper vegana, es una gilipollez. Lo arregla posteando otra foto suya con ceño fruncido, diciendo que es jamón serrano vegano. Y si parece otra cosa es porque la han hackeado la cuenta de Instagram. Que, a fecha de hoy, el jamón serrano vegano no exista le importa una mierda. Ahora sí recibe infinidad de likes. Happy sonríe, da buena cuenta de su bocadillo a dos carrillos y clava los ojos en su siguiente víctima; el bocadillo de su hermano.

Coordenadas 41°17′58.71″ N, 0°44′43.72″ W (Belchite)

    Aparcan la furgoneta a última hora de la tarde tras el recinto vallado de la iglesia. Esperarán a que anochezca y entrarán a hurtadillas. Happy aprovecha para cambiarse de ropa. Tal como está de planchado su vestido floral, bastante ajustado, se ve a leguas que no se lo ha puesto nunca. Lleva puesta hasta la etiqueta antirrobo de Zara.

    —Tía, has cogido un huevo de peso —le confirma Rodri, plantando ambas manos, sofocadísimo, en el culo de su hermana para ayudarla a saltar la valla. Se percata de que tiene un tatuaje reciente horroroso en una mejilla del culo, pero no dice nada. Rodri termina apoyando el culo de Happy en sus hombros para poder alzarla por encima de la valla. Sólo con sus brazos es imposible. Pesa demasiado la condenada.

    —¿Qué culpa tengo yo de que la ropa encoja en mi armario? ¡Y las tallas vienen mal de fábrica! Aparte de que es mentira… —se revuelve ofendida Happy, entre cinco y seis kilos más ceporra desde el último viaje conjunto a la India.

    Los hermanos se esconden, hasta que los últimos visitantes de la visita guiada nocturna se alejan, para entrar por las puertas de la Iglesia.

   —¿Y ahora qué? ¿Invocamos a Chickaboom haciendo magia potagia? —gruñe Happy—. Tendrás un plan, ¿no? ¿O vengo aquí a pasar frío? Dime lo que sea para buscar el mejor encuadre para mis posts. Mis happylovers deben estar ya más que impacientes por tener novedades mías…

    —No hace falta que busquemos mucho… Chickaboom está ahí —señala con el dedo índice, un blanquecino Rodri, a una figura arrodillada cerca de donde, antiguamente, debía estar el altar.

    Chickaboom se levanta de un modo antinatural, como si tirasen de ella cuerdas de marioneta invisibles, y les pregunta:

    —¡Hola! ¿Habéis traído la muñeca?

    —Y dale con la puta muñeca quemada, jolines. Qué pesaditos —rebufa Happy—. No, no la hemos traído. Ni está, ni se la espera...

    —Sí, aquí la tengo —responde Rodri muy decidido, señalando el interior de su mochila.

    —Genial, entonces Rodri y yo podemos partir de inmediato —responde una risueña Chickaboom, vestida con la gorra peruana de lana del desaparecido Pablito, alias Cool_Fog46. Tú, Happy, te quedas. Este viaje no es para ti.

    Y antes de que Happy pudiera encender su móvil para transmitir en directo o añadir su disconformidad, tanto Chickaboom como Rodri se han desvanecido. Happy no da crédito al percal, se gira varias veces, abre y cierra los ojos de pestañas postizas compulsivamente, y termina gritando al vacío de la iglesia: ¿Cómo voy a volver a casa? ¡Yo no sé conducir, joder!


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¡No te pierdas la segunda parte a finales de agosto 2022!

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