Muerte a los fans de Pokémon (Especial Halloween 2022)
Víctor y Berto eran buenos amigos. Vivían en un pueblo llamado Alcaudilla. Uno de esos pueblos rodeados de campo. Casi a la fuerza eran grandes amigos. Eran los únicos chicos de 11 años de todo Alcaudilla. No tenían a nadie más con quien compartir su afición a Pokémon Go. La realidad aumentada del juego situaba los personajes del videojuego por toda la geografía del planeta. En teoría, los dibujos podían aparecer en la imagen real de la pantalla, interactuando con objetos reales. Ambos pasaban todo el día juntos tratando de encontrar alguno en las inmediaciones de aquel páramo en el que vivían. Sin embargo, los creadores del juego, parecían haber olvidado su lugar de residencia. Antes de los excepcionales sucesos de aquella tarde, ya estaban hablando de irse a cenar cada uno a su respectiva casa. Tenían el mal hábito de llegar tarde al cotidiano acontecimiento. Por eso, aunque sus padres les recriminaran a menudo por ello, esa tarde, aunque molestos, no se preocuparon. Porque ningún peligro acecha a los habitantes de una población en la que todos se conocen.
El mejor sitio para coger la pobre señal de internet que llegaba a la localidad era sobre el campo de cebollas del padre de Berto. Sentados sobre una piedra, al borde de un terraplén en el que las hortalizas esperaban a ser cosechadas, eran espectadores del sol que se iba perdiendo en el horizonte. Allí se pasaban las horas viendo partidas de otros jugadores, repasando de memoria la interminable lista de personajes que iban (en teoría) a capturar con sus bolas pokémon. Más de una vez habían lanzado la bola hacia algún conejo despistado que cruzaba ante ellos imaginando que capturaban a uno de los dibujos de los personajes del juego. De vez en cuando abrían su propia aplicación del juego en el móvil y enfocaban la cámara sobre su estéril territorio de caza.
⸺¿Leíste el artículo que te envié? ⸺preguntó Víctor a su amigo.
⸺¡Psch! Lo leí un poco por encima, la verdad ⸺reconoció Berto.
⸺¿No te parece flipante que esos chicos se suicidaran?
⸺Es un asunto un poco viejo ¿no? ⸺dijo Berto sin levantar la vista de su móvil⸺ En plan niños de los 90 y en Japón. Vale, es curioso, pero es algo que interesaría a mi padre.
⸺Niños que se suicidaron jugando a Pokémon ⸺afirmó Víctor como si esa sentencia lo explicara todo.
⸺Ya pero, a ver ⸺Berto respondía a su amigo mientras seguía con la vista fija en el móvil⸺, escuchando la musiquilla esa que sale cuando llegas a Pueblo Lavanda. Se supone que es una frecuencia que solo oyen los niños. No afecta a los adultos. Yo te aseguro que la puse un momento y no la pude soportar ni medio minuto. Será que me estoy haciendo mayor.
Víctor no supo detectar si su amigo sonreía por aquello de hacerse mayor o porque estaba viendo por enésima vez un vídeo en el que los gatos se asustan por la presencia de un pepino.
⸺Pues yo estuve hasta las tres de la mañana con la música puesta y jugando a la consola. Para probar. Por ver si era verdad.
⸺Pero ¿tú estás tonto o qué te pasa? ⸺esta vez sí que Berto levantó la vista del vídeo que estaba mirando para increpar a su compañero⸺ ¿Qué quieres comprobar? ¿Que puedes morir?
⸺Estoy aquí ¿no? No ha pasado nada.
⸺¡Estás abollao! Yo sí que te veo un poco más tonto que ayer. Que ya es decir.
Ambos se miraron, se rieron y se golpearon en broma el uno al otro.
Frente a ellos solo estaba el campo de cebollas que se extendía hasta la carretera. Al otro lado de esta, un pequeño bosque de famélicos robles, que habían perdido la mayoría de sus hojas, flanqueaba las paredes del cementerio. Víctor enfocó su móvil hacia el campo como hábito inútil. Para su sorpresa, un Yamask, un pokemon fantasma, cruzó la pantalla.
El mejor sitio para coger la pobre señal de internet que llegaba a la localidad era sobre el campo de cebollas del padre de Berto. Sentados sobre una piedra, al borde de un terraplén en el que las hortalizas esperaban a ser cosechadas, eran espectadores del sol que se iba perdiendo en el horizonte. Allí se pasaban las horas viendo partidas de otros jugadores, repasando de memoria la interminable lista de personajes que iban (en teoría) a capturar con sus bolas pokémon. Más de una vez habían lanzado la bola hacia algún conejo despistado que cruzaba ante ellos imaginando que capturaban a uno de los dibujos de los personajes del juego. De vez en cuando abrían su propia aplicación del juego en el móvil y enfocaban la cámara sobre su estéril territorio de caza.
⸺¿Leíste el artículo que te envié? ⸺preguntó Víctor a su amigo.
⸺¡Psch! Lo leí un poco por encima, la verdad ⸺reconoció Berto.
⸺¿No te parece flipante que esos chicos se suicidaran?
⸺Es un asunto un poco viejo ¿no? ⸺dijo Berto sin levantar la vista de su móvil⸺ En plan niños de los 90 y en Japón. Vale, es curioso, pero es algo que interesaría a mi padre.
⸺Niños que se suicidaron jugando a Pokémon ⸺afirmó Víctor como si esa sentencia lo explicara todo.
⸺Ya pero, a ver ⸺Berto respondía a su amigo mientras seguía con la vista fija en el móvil⸺, escuchando la musiquilla esa que sale cuando llegas a Pueblo Lavanda. Se supone que es una frecuencia que solo oyen los niños. No afecta a los adultos. Yo te aseguro que la puse un momento y no la pude soportar ni medio minuto. Será que me estoy haciendo mayor.
Víctor no supo detectar si su amigo sonreía por aquello de hacerse mayor o porque estaba viendo por enésima vez un vídeo en el que los gatos se asustan por la presencia de un pepino.
⸺Pues yo estuve hasta las tres de la mañana con la música puesta y jugando a la consola. Para probar. Por ver si era verdad.
⸺Pero ¿tú estás tonto o qué te pasa? ⸺esta vez sí que Berto levantó la vista del vídeo que estaba mirando para increpar a su compañero⸺ ¿Qué quieres comprobar? ¿Que puedes morir?
⸺Estoy aquí ¿no? No ha pasado nada.
⸺¡Estás abollao! Yo sí que te veo un poco más tonto que ayer. Que ya es decir.
Ambos se miraron, se rieron y se golpearon en broma el uno al otro.
Frente a ellos solo estaba el campo de cebollas que se extendía hasta la carretera. Al otro lado de esta, un pequeño bosque de famélicos robles, que habían perdido la mayoría de sus hojas, flanqueaba las paredes del cementerio. Víctor enfocó su móvil hacia el campo como hábito inútil. Para su sorpresa, un Yamask, un pokemon fantasma, cruzó la pantalla.
⸺Mira. Mira, te digo ⸺Víctor insistió golpeando a su amigo para captar su atención⸺. Tengo uno, ahí hay uno.
La cara de Víctor era un poema épico digno de Lord Byron.
⸺Ahora sí que está claro que te has vuelto loco. No puede ser ⸺Berto trató de aparecer descreído pero sus pupilas se dilataron⸺. Llevamos toda la vida así, sin ver uno.
No obstante, manteniendo su cara de póquer, encendió la cámara para buscarlo él también.
Víctor movía frenéticamente la cámara barriendo todo el campo que había ante él. Sudó pensando que había sido una imaginación suya. Esa tensión hizo que le sangrara la nariz. Ambos se miraron entre sí con una de esas sonrisas tan amplias que te hacen cerrar los ojos: allí estaba el Yamask. Los dos lo tenían en sus pantallas. Se lanzaron a por su objetivo atravesando los surcos de aquel campo sin poner miramientos de donde pisaban. Según fueron avanzando, otros pokémon fantasma, tipo Drifloon, Litwick Y Phantump; aparecieron entre ellos.
Dentro de su cabeza resonaron frases épicas como «he estado toda la vida preparándome para esto», «ha llegado la hora de las tortas», «no en mi turno» y cosas así. Se pusieron a capturar aquellos pokémon con envidiable destreza. Al tiempo que destrozaban el campo de cebollas, sin mirar donde pisaban.
Víctor atrapaba tantos pokémons como ratas que surgían con profusión. Le dolía la cabeza horrores pero no iba a parar por ello. «No en esta bendita ocasión».
⸺¿Cuántos llevas? ⸺le preguntó Berto.
⸺5 pokémon y 11 ratas ⸺respondió Víctor deslizando frenético el dedo por la pantalla.
⸺¿Ratas? ⸺aunque sorprendido, Berto seguía buscando entre los terrones de tierra algún nuevo objetivo⸺ Los conejos no cuentan, estúpido. Por cierto, te vuelve a sangrar la nariz.
Allí, al lado del bosquecillo, estaba la tapia del cementerio. Surgiendo del suelo, un cuerpo pugnaba por escapar de su cárcel de tierra. Arrastrándose surgió la figura de un hombre. Una chaquetilla azul, la gorra roja y blanca… Volvieron a mirarse entre ellos con cara de extrañeza. Con la complicidad que permite no hablar y saber que el otro piensa lo mismo que tú, volvieron a mirar hacia aquel entrenador pokémon: Ash saliendo de la tumba ante sus ojos. La figura no se distinguía bien a causa de la penumbra que se estaba apoderando del paraje. Las sombras envolvían la figura que se acercó hasta la mitad de la carretera. Con movimientos erráticos volvió hacia la pared.
Aquello no era algo que pudieran dejar pasar. Podía ser la puerta a conseguir todos los personajes con un golpe maestro. El juego se había vuelto loco y, una inmerecida sequía, había dado paso a una inesperada lluvia que regalaba sus terminales con infinitas posibilidades.
Se acercaron con precaución porque debían cruzar la carretera y vieron otra cosa que no esperaban. El Yamask, aquel pokémon fantasma que fue el primero que cruzó la pantalla de Víctor, estaba hablando con el Ash flaco y sucio que había salido de la tierra. Los dos personajes del juego les estaban mirando, hablando sobre ellos. «¿Eso era posible?» Les estaban esperando al otro lado de la carretera, sin tratar de huir. Era como si quisieran ser capturados. Aquel decrépito Maestro Pokémon bajó los ojos a lo que parecía su terminal y comenzó a escribir.
⸺«Víctor ⸺el mensaje del Maestro apareció en el terminal de Víctor⸺, nadie ha conseguido un Yamask. ¿Quieres ser tú el primero?»
Víctor miró la espalda de su amigo que lanzaba continuamente la bola sin conseguir atrapar a ninguno de los dos personajes que estaban, mediando los 5 metros de carretera que les separaban, frente a ellos.
⸺«Claro que quiero» ⸺respondió Víctor en su móvil⸺. «¿Qué hay que hacer?»
Víctor golpeó a su amigo con una piedra en la cabeza. Levantó la camiseta de su amigo que aún gemía en el suelo. Grabó el nombre de Yamask con la navaja en la carne de la espalda. El personaje entonces se acercó hasta él, tomando posesión del cuerpo en que habían inscrito su nombre.
Entrada al Pokedesk de Yamask:
Yamask es francamente aterrador. Las entradas en el Pokédex de Yamask dicen que nació de los espíritus de los muertos, quienes retienen memorias de sus vidas pasadas... y la máscara que carga fue su cara cuando era humano. También parece que es una cara vieja y llora. Si llegas a capturar un Yamask, básicamente estás manteniendo cautivo el espíritu de una persona muerta.
⸺Eso es ⸺dijo Ash⸺. Esa es la única forma de conseguir a éste. Lo has conseguido Víctor. Bien hecho.
Víctor estaba contento. Había grabado la partida. La subiría a YouTube y tendría miles, quizá cientos de miles de visitas.
⸺Ven ⸺le invitó a acercarse Ash con la mano⸺. ¿Quieres que te enseñe otros trucos?
Víctor se acercó hasta donde estaba el Maestro Pokémon por excelencia: Ash. La mirada de éste era torcida. Seguía con la mano extendida hacía él. Un rumor creciente inundaba su oído izquierdo. Miró su propio móvil en la mano, apuntando al suelo. El rumor tornó en un chirrido que se acercaba a él. Pero no miró, lo que sí observó era que, el Maestro, no estaba en la pantalla, estaba frente a él. Volvió la vista para ver el cuerpo de su amigo y se encontró con un coche que conducía demasiado rápido en aquella carretera sin luces.
⸺«Víctor ⸺el mensaje del Maestro apareció en el terminal de Víctor⸺, nadie ha conseguido un Yamask. ¿Quieres ser tú el primero?»
Víctor miró la espalda de su amigo que lanzaba continuamente la bola sin conseguir atrapar a ninguno de los dos personajes que estaban, mediando los 5 metros de carretera que les separaban, frente a ellos.
⸺«Claro que quiero» ⸺respondió Víctor en su móvil⸺. «¿Qué hay que hacer?»
Víctor golpeó a su amigo con una piedra en la cabeza. Levantó la camiseta de su amigo que aún gemía en el suelo. Grabó el nombre de Yamask con la navaja en la carne de la espalda. El personaje entonces se acercó hasta él, tomando posesión del cuerpo en que habían inscrito su nombre.
Entrada al Pokedesk de Yamask:
Yamask es francamente aterrador. Las entradas en el Pokédex de Yamask dicen que nació de los espíritus de los muertos, quienes retienen memorias de sus vidas pasadas... y la máscara que carga fue su cara cuando era humano. También parece que es una cara vieja y llora. Si llegas a capturar un Yamask, básicamente estás manteniendo cautivo el espíritu de una persona muerta.
⸺Eso es ⸺dijo Ash⸺. Esa es la única forma de conseguir a éste. Lo has conseguido Víctor. Bien hecho.
Víctor estaba contento. Había grabado la partida. La subiría a YouTube y tendría miles, quizá cientos de miles de visitas.
⸺Ven ⸺le invitó a acercarse Ash con la mano⸺. ¿Quieres que te enseñe otros trucos?
Víctor se acercó hasta donde estaba el Maestro Pokémon por excelencia: Ash. La mirada de éste era torcida. Seguía con la mano extendida hacía él. Un rumor creciente inundaba su oído izquierdo. Miró su propio móvil en la mano, apuntando al suelo. El rumor tornó en un chirrido que se acercaba a él. Pero no miró, lo que sí observó era que, el Maestro, no estaba en la pantalla, estaba frente a él. Volvió la vista para ver el cuerpo de su amigo y se encontró con un coche que conducía demasiado rápido en aquella carretera sin luces.
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Muerte a los fans de Pokémon by Alberto Jiménez Ramos is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License. Reg.Safe Creative: 2210132318074
Un buen relato del amigo Beto. 👍
ResponderEliminarMuy bueno. El final es genial.
ResponderEliminar¡Toma ya! Super chulo
ResponderEliminarHola, excelente relato. Desborda suspenso y misterio, qué buen final 👏🏻👏🏻
ResponderEliminarHola Kathie, tanto Alberto como servidor nos vimos homenajeados con una versión humorística de nuestros relatos por parte de Klaus... ¿Te animas a leer el mismo relato pero en gracioso? Aquí te dejo el enlace: https://decimocirculodelinfierno.blogspot.com/2022/10/pokemons-go-go-especial-halloween-2022.html
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