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Seguro de decesos (Especial Halloween 2022)


Andrés volvió a limpiar una imperceptible mota de polvo de su trofeo, el que le acreditaba como empleado del año en la Corporación.

Sus ojos saltaban, de su propio reflejo en aquel premio, a las vistas que ofrecía el amplio ventanal de su despacho.

Su carrera dentro de la Corporación había sido fulgurante, con 40 años le habían ofrecido un puesto en la Dirección. Sólo estaba a la espera de firmar el seguro privado de decesos, que le correspondía por su cargo, para tomar plena posesión de su puesto. No entendía muy bien por qué condicionaban el cargo a la aceptación de los términos de un seguro. «¿Por qué no voy a aceptar un seguro de vida? ¿Acaso le he dicho que no al coche, al club de campo, al teléfono y todo lo demás?»

En esas cuestiones estaba pensando mientras esperaba al agente de seguros que tendría que informarle de la póliza y sus condiciones. Sin nada que hacer, hasta que no se formalizaran todos los papeles, se dedicó a revolver en los cajones de su nueva mesa. Aquel despacho había pertenecido a Arturo Cifuentes. Hasta su jubilación. Buen tipo, deportista, activo; nunca hubiera imaginado que estaba a punto de jubilarse. La recomendación para el puesto había venido de su parte.

Llamaron a la puerta y el agente de seguros asomó la cabeza.

⸺¿Se puede?

Aún no le habían asignado una secretaría, así que, ese tipo, o cualquier otro, podía meterse hasta la cocina. Con solo dar unos golpecitos en la puerta la gente piensa que tiene todo el derecho a interrumpir la intimidad de uno. Pero, en fin, lo cierto es que le estaba esperando.

⸺Hola. Sí, pase por favor ⸺contestó Andrés aunque maldita la gracia que le hacía tener que dedicarse a recibir a extraños⸺. ¿Es ud. el agente de seguros?

⸺¡El mismo! ⸺dijo aquel tipo con una amplia sonrisa lanzando la mano⸺. Fulgencio Suárez. Aquí tiene un amigo para toda la vida, se lo aseguro.

Andrés captó de inmediato la actitud del vendedor. Apretón firme de la mano, afable, expansivo, sonrisa permanente y un traje mejor que el suyo, cuestión esta última que no le sentó nada bien.

⸺La verdad, me tiene usted en ascuas ⸺inició la conversación Andrés tratando de igualar en simpatía al hombre⸺. ¿Cuales son esas condiciones tan terribles? No me dejan empezar a trabajar si no firmo con ustedes el seguro. Si es por lo de morirme, espero que pasen muchos años todavía ¿Tengo que hacerme algún chequeo de salud?

⸺Que va ⸺dijo Fulgencio reprimiendo una carcajada⸺. Este no es de ese tipo de seguros.
»Verá ⸺en un segundo su rostro pasó del simpático comercial a un sesudo profesor universitario⸺, su empresa quiere proteger la inversión que hace. Por eso quieren asegurarse de que, a usted, no le pase nada. Entendemos que usted hubiera preferido leer el contrato con anterioridad a mi visita pero, debido a las específicas condiciones de éste, nunca enviamos nuestros contratos. Solo pueden ser entregados por un agente autorizado, leídos presencialmente y firmados a mano. Lea el contrato con detenimiento y pregúnteme cualquier duda que le vaya surgiendo en su lectura.

Andrés recogió los papeles que le pasaba el agente de seguros con una sonrisa de suficiencia que sabía que no engañaba a nadie. Según comenzó a leer, la sonrisa de incredulidad se instaló en su cara, continuó con una risa nerviosa y se saltó párrafos completos sin dar crédito a lo que leía.

⸺¿Esto es como una novatada del resto de los socios al nuevo? ⸺se reía Andrés quitándose una lágrima del ojo⸺ ¿Qué es esto, una novela?

⸺Le aseguro que todo esto es muy serio ⸺le confirmó Fulgencio.

⸺Lo que aquí dice ⸺dijo Andrés golpeando los papeles en su mano⸺ es que no me puedo morir en 30 años. ¿Cómo va a pasar eso? ¿Cómo saben si yo voy a tener o no un accidente, un cáncer…? ¡Lo que sea!

⸺Por eso no se preocupe. Usted cumple su parte del contrato y nosotros la nuestra, que es no dejarle morir. A partir de la toma de posesión, usted entrará a formar parte de la Dirección de la Corporación. Eso no es algo que se le ofrezca a todo el mundo, ni tampoco es un ofrecimiento a la ligera. La Corporación apuesta fuerte por usted. Ya ha hecho una fuerte inversión en su persona. Dar este paso supone blindar esa inversión al no permitir que usted muera. Debería usted estar agradecido de…

⸺Pero, vamos a ver ⸺Andés se dejó caer en el sillón giratorio de cuero⸺, ¿quienes son ustedes? ¿Los representantes de Dios, como para decidir si alguien muere o no? Está usted loco. Completamente loco. Esta broma ha dejado de hacerme gracia. ¡Dé las gracias a quien corresponda por esta novatada y ya está!

Andrés había ido subiendo el volumen de su argumento y había chillado la última frase. El agente de seguros no había perdido la compostura en ningún momento. Éste, volvió a ofrecer el semblante del amable comercial dispuesto a convencer a su cliente. Puso su cartera encima de la mesa y se levantó para sacar algo de ella. Miró a Andrés y cambió de idea, pues, rodeó la mesa y se acercó a su cliente.

⸺¿De dónde saca sus trajes? ⸺Fulgencio tocó la prenda que llevaba Andrés⸺ Es de una factura increíble. Déjeme adivinar. ¿Londres? ⸺Andrés asintió halagado por el buen ojo que tenía aquel hombre para la ropa⸺. Me va a permitir que, después de todo esto, me indique el nombre de su sastre.
»Por favor, levántese ⸺animó a Andrés⸺. Estoy autorizado a hacer una prueba. Esto es muy normal. La mayoría de la gente no lo entiende a la primera. No hay nada mejor que algo físico para que comprenda la seriedad de todo esto.

Andrés le hizo caso, algo seducido por la personalidad del agente y echando de menos no tener aún una secretaria que le librase de las visitas molestas. Aunque tenía que reconocer que sentía una viva curiosidad por lo que aquel hombre le pudiera decir.

⸺¿Me permite que le quite la chaqueta? ⸺con modales exquisitos Fulgencio le ayudó a quitarse la prenda⸺ No querría por nada del mundo que esta maravilla se estropease. Lleva usted un traje muy bonito. Sí, señor.
»Póngase aquí ⸺le pidió Fulgencio.

El agente de seguros miró a un desconcertado Andrés, en mangas de camisa, al lado de la pared. Le pulverizó con un frasco de perfume. Pareció evaluar los alrededores con la mirada. Retiró el trofeo de empleado del año que había quedado detrás de Andrés. Le pidió con un gesto que no se moviera y se volvió sobre su cartera.

Cuando se giró empuñaba un arma. Disparó tres veces sobre Andrés. Pese a manotear frente a sí, con un inútil reflejo, recibió un disparo en la cabeza y dos en el torso.

Andrés gritó y luego comenzó a palparse el cuerpo y la cara. No encontró más que dos agujeros en su camisa. Contuvo una náusea y escupió la tercera bala. Se sacó apresuradamente los faldones de la camisa y otro proyectil rebotó en la mullida alfombra. Al girarse observó un agujero en la pared.

⸺Usted disculpe ⸺dijo Fulgencio a un sorprendido Andrés que todavía buscaba agujeros en su cuerpo⸺. Esto suele pasar. Algunos proyectiles atraviesan el cuerpo. No debí disparar desde tan cerca.

Fulgencio se acercó a la pared, escarbó con un bolígrafo y extrajo la tercera bala. Colocó de nuevo el trofeo delante del orificio.

⸺¿Por qué ha hecho eso? ¡Me ha disparado y aún estoy vivo! ¿Cómo es posible? ⸺las palabras salieron atropelladas de la boca de Andrés.

⸺Como acaba de comprobar ahora, todo lo que ha leído en los papeles que le he facilitado es completamente en serio. La Corporación le ofrece un seguro de vida de 30 años. Durante este período de tiempo usted, el contratante, no puede morir.
»Y entendemos que esto no sea lo único que le preocupe. Sí. Eso quiere decir que este contrato le vincula a usted de por vida a la Corporación. De por vida porque, en cuanto expiren los 30 años de contrato, entrará usted en su fase de jubilación y retiro que será de tres días laborables, contando desde el siguiente al último de la finalización del contrato.
»Vuelvo a rogarle que me disculpe pero, la verdad, es que al principio había gente que quería comprobarlo por sí misma y se tiraban desde lo alto del edificio. Eso conlleva muchos problemas: explicar la caída de una persona a la calle, con la publicidad de ese evento de ese tipo... No es bueno para la Corporación, ni tampoco para nuestra Aseguradora.

⸺Son 30 años ⸺dijo un recompuesto Andrés⸺. Mucho tiempo visto desde el punto de vista de la empresa, lo cual agradezco, no lo crea. Pero muy poco tiempo desde el punto de vista personal, ¿no le parece? Es decir, la media de edad en nuestro entorno supera los 80 años. Vamos, que si acepto este seguro de vida, viviré menos que la media.

⸺Ya, pero ¡qué vida! Puede usted disfrutar de cualquier cosa en el mundo sin que le persiga el fantasma de la enfermedad, las lesiones o la muerte.

⸺Pero solo hasta los 70 ⸺siguió argumentando Andrés⸺. Con mi nivel de vida puedo costearme la mejor atención médica, seguridad privada, lo que sea. Ni siquiera tendría que trabajar hasta el final de mis días ¿Qué sentido tiene? Puedo trabajar para la Corporación o para cualquier otra empresa. Quizá gane menos, quizá gane más pero estoy bastante seguro de poder llegar a vivir más años.

El agente pareció sopesar sus palabras muy en serio.

⸺Quizá tenga razón ⸺admitió Fulgencio con cara de pesadumbre⸺. Quizá no es una buena propuesta para alguien como usted.

De nuevo volvió a pulverizar a Andrés con un perfume.

⸺¿Por qué hace eso? ⸺quiso saber Andrés señalando el frasco de perfume que el agente ya había guardado en el interior de su chaqueta⸺ ¿Qué significa eso de echarme un perfume?

⸺¡Ah! ⸺se sorprendió Fulgencio mientras recogía los papeles⸺ Es para darle de baja. No creo que esto sea para usted. Antes le rocié para darle de alta en el contrato. Si no fuera así, los disparos habrían acabado con su vida. Por cierto, llegarán dos camisas a su nombre como cortesía de la Aseguradora. Le pido nuevamente disculpas por la prueba.

⸺Fulgencio ⸺pidió Andrés⸺, ¿puedo hacerle una pregunta personal?

⸺Por supuesto.

⸺¿Tiene usted también un seguro de estos? Lo pregunto porque, trabajando en una aseguradora como la suya, usted debe tener algún tipo de prerrogativas.

⸺Sí, también poseo un seguro de vida.

⸺¿Cómo es? ⸺quiso saber Andrés⸺ ¿Qué se siente al saberse invulnerable, que nada puede afectarle?

⸺Es la mejor sensación del mundo, créame ⸺la sonrisa de satisfacción volvió a iluminar a Fulgencio⸺. Está mal que lo diga pero, míreme ⸺al decirlo giró sobre sí mismo⸺. Soy la mejor muestra de lo que vendo. ¿Qué le parece mi aspecto? ¿No le parece el de alguien que disfruta al máximo de la vida?

⸺Voy a ser sincero con usted ⸺Andrés invitó con la mano a que Fulgencio volviera a sentarse⸺. Le he envidiado desde que entró por esa puerta. Su porte, su sonrisa, su traje… Maldita sea, dígame dónde se los hacen.
»Pero, sobre todo, cuando le he visto entrar, he visto a alguien que vive mejor que yo. Porque yo pensaba que estaba llegando a la cima del mundo. Y, cuando le he visto entrar me he dicho: Andrés, este tipo vive mejor que tú.
»Déjeme adivinar algo. Usted lleva trabajando en esto mucho tiempo ⸺se sujetó el arco de la nariz un par de segundos⸺. Voy a decir… 40 años.

⸺La verdad es que ya va para 56 ⸺aseguró divertido Fulgencio⸺, pero gracias.

⸺¡Vaya! Si usted sólo aparenta tener una edad como la mía.

⸺Me halaga, me halaga usted mucho ⸺Fulgencio seguía muy animado⸺. Solo por eso voy a negociar un nuevo contrato a la alza para usted. Creo que puedo conseguirle algo más. Sé que puedo. Cuente con diez años más. Voy a pelearlos por usted.

⸺¿En serio? ⸺dijo sorprendido Andrés⸺ No sabe cuánto se lo agradezco. Déjeme el contrato otra vez, creo que podré ayudarle con alguna cosa. Lo revisaré de nuevo y le daré argumentos para negociarlo. No estoy en este despacho por nada. Déjeme, déjeme…

Andrés alargó la mano hacia la cartera del agente de seguros, se apoderó de ella y rebuscó en el interior.

Sacó la pistola y apuntó con ella a un sorprendido Fulgencio. Disparó al pecho.

⸺¿Qué hace? ⸺Fulgencio levantó las manos con una sonrisa⸺ ¿Está todavía molesto por la camisa? Ya le dicho que le enviaré dos para compensarle por la prueba. ¿O es que quiere comprobar que no le he mentido? No hay truco. No me voy a morir.

⸺No. Acabo de jubilarle. He dado por terminado su contrato.

⸺¿Cómo?

Fulgencio no entendió que había pasado hasta que no miró hacia abajo y comprobó que el disparo había roto el bote de perfume.

⸺En estos pocos minutos ⸺le informó Andrés⸺, me he dado cuenta de que tiene usted un trabajo mejor que el mío. Mejor que el que iba a tener como directivo en la Corporación. Y, como usted acaba de retirarse, voy a pedir su puesto de trabajo con todas las ventajas que conlleva.


¡No te pierdas el resto de los relatos inéditos de Halloween que os hemos preparado bajo el siguiente enlace!


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Comentarios

  1. Este tío cada vez escribe mejor. ¡Libro con todos sus relatos ya!

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  2. Muy bueno, me recuerda muchísimo a los relatos cortos de Philip K. Dick y eso ya son palabras mayores. Enhorabuena.

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  3. ¡Qué original! Me ha gustado mucho

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