Hécate (Especial Mitología griega 2023)
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Avanzado estaba Tarquelión, cuando las tropas troyanas desembarcaron en Balat. Mas no fue sorpresa, e incontables hombres fueron llamados por Hectión a combatir contra aquellos necios que se atrevían a desafiar al pueblo aqueo. Entre aquellos valerosos guerreros se hallaban Bemux y Claus, hijos de la noble Iria, seguidora fiel de Hécate, la protectora de hogares. Iria, seguía incondicionalmente los preceptos que marcaban el culto a la hija de la noche y aquello complacía a la hermana de Selene. Hécate, satisfecha por las ofrendas de Iria, ofreció su protección en la batalla a Bemux y Claus que sembraron el pánico y la muerte entre las tropas desembarcadas, encumbrándose entre el resto de los combatientes. Tras ellos, La diosa recogía las almas de los caídos y los guiaba, antorcha en alto, hasta Hades, tal y como era su costumbre.
El pueblo aqueo expulsó en aquella ocasión a los troyanos y Hectión agasajó a los hijos de Iria con obsequios valiosos y armas poderosas. Durante varias campañas la fortuna y la gloria estuvieron del lado de los hermanos, hasta que, en la campaña contra los Magónidas, Vania, hija de Ator y Helia, nieta de Dorio y Falana, se cruzó en su camino.
Vania era todo oscuridad, pelo azabache, piel bruna, ojos carbón y mente opaca. Ostentaba un cuerpo de gracia y había sido bendecida por la mismísima Afrodita, de la cual copiaba preceptos. Fue la misma Helia quien la ofreció a Bemux y Claus en pago justo por sus hazañas. Mas la verdadera intención de la mujer de Ator, que no era otra sino debilitar a sus enemigos, quedó oculta bajo los encantos de su hija. Al principio, los hermanos disfrutaron juntos del obsequio de la hija de Dorio y Falana, pero la codicia prendió la chispa de la discordia entre ambos. Aquello no agradó a Hécate, que últimamente no se hablaba con Afrodita, y decidió retirar su protección a los hijos de Iria. Por fortuna para ellos, la voz de sus hazañas se había extendido por los pueblos vecinos y las incursiones de los enemigos de los aqueos remitieron. No así los conflictos internos que, jornada tras jornada, iban creciendo entre Bemux y Claus.
Cuando aquel año Beira bajó a la tierra, el frío se extendió por toda la cuenca del Menderes. Mas la diosa del invierno estuvo caprichosa y se adornó con un mullido manto blanco como jamás habían visto los aqueos, y muchos fueron los que no consiguieron sobrevivir. No así Iria que, fiel seguidora de Hécate, a pesar de la escasez de alimentos y la fuerte necesidad, no había olvidado ni una sola luna nueva realizar la ofrenda a su protectora. Pero aquel manto le pesaba mucho a la diosa Beira y finalmente se lo quitó dejando paso a una nueva estación en la tierra de los aqueos y con la llegada de Perséfone, hubo sorpresas, pues Vania esperaba un hijo, aun sin saber de quién era la semilla que había engendrado al futuro biznieto de Falana y Dorio. Y Helia se sintió satisfecha cuando Claus, en fuerte discusión, apuñaló a su hermano con intención de ser el único en el lecho de Vania. Arrepentido, deshecho y con grandes dificultades, Claus llevo a su hermano moribundo ante Iria, quien tras lavar y coser la herida mortal, acudió con un cabrito negro a la encrucijada de Helénica donde lo sacrificó. Hécate no pudo por menos que aceptar la ofrenda y devolvió el alma de Bemux a su cuerpo mortal. Mucho lamentó su acción Claus que buscó su perdición en las campañas de Egipto, adonde lo siguió Bemux y donde juntos expiaron su desatino, para mayor gloria de Hécate. Más Iria no estaba contenta y sospechó la confabulación de la familia de los Afros contra sus hijos, y deseando grandes males a Helia y los suyos, invocó los poderes de la hija de Era:
“Luna oculta, a ti entonaré mis encantamientos, y a Hécate infernal, que hasta a los perros estremece cuando pasa entre los túmulos de los muertos. Salve, caprichosa Hécate, asísteme hasta el fin en la preparación de estos bebedizos para que tengan la virtud de los de Circe y Medea y acaben con mis enemigos”
Era luna nueva cuando nació Elia y dejó la tierra de los vivos Vania. Los perros ladraron y aullaron durante toda la noche mientras Hécate se llevaba al inframundo las almas de los ascendientes Afros de la recién nacida. Más, en el último momento, reconoció los rasgos de Iria en la pequeña y decidió perdonarle la vida. La madre de Claus y Bemux no quedó indiferente ante el capricho de su diosa y se hizo cargo de su nieta. De las vicisitudes sufridas en vida por Elia poco se ha de contar aquí, pues el cronista Herodoto dio cuenta de ellas en “Euterpe, la conquista de Egipto”. Solo mencionaré que fue gran sacerdotisa en el templo de Mugla, dedicado a la Diosa Hécate, a la que veneró hasta el fin de sus días.
Más la estirpe de Elia sobrevivió y se perpetuó a lo largo de los siglos, hasta que, finalmente, veinticinco siglos después, Elia convenció a Hades para que permitiera su vuelta al mundo de los vivos para mayor gloria de Hécate. De esta manera renació en una pequeña casa en Montparnasse, París, como hija de Jean Bartholdi y Charlotte Beyser.
Corría el año mil ochocientos veintinueve de la era cristiana cuando este hecho aconteció. Atrás quedaron los tiempos de gloria de los dioses que fueron siendo olvidados y reemplazados uno tras otro, hasta casi extinguirse. No así sucedió con las diosas de la noche que, siguieron manteniendo sus fieles seguidoras, a pesar de las persecuciones y purgas a las que fueron sometidas. Elia renació fría como noche de invierno, pelo azabache, piel clara, ojos carbón y mente despierta. Más su nuevo nombre fue Emilie. Como es bien sabido, el tránsito del inframundo al mundo de los vivos se cobra como tributo la memoria de los retornados. Mas eso no impediría que la Hija de Vania cumpliera con lo prometido.
Desde bien pequeña tomó costumbre de corretear por las calles de Pigalle en las noches sin luna. En una de aquellas correrías encontró un pequeño cachorro que se fundía con la noche. Lo llevó a casa y Jean Bartholdi, que no sabía negarle nada a su querida hija, le permitió quedarse a aquel ejemplar de labrador retriever, de llamativo color negro, al que llamaron Cancerbero. A partir de entonces a Emilie siempre se la vio acompañada de aquel ejemplar único. Como no podía ser de otra manera, La Hija de Charlotte y Jean, estudió en el Liceo de Sailly, donde acudían los hijos de la burguesía adinerada. Mas sus inquietudes espirituales la llevaron indefectiblemente a implicarse en el culto a Hécate a quien aprendió a adorar desde temprana edad. Y los cantos y ofrendas de la joven agradaron a la hija de Era. Mas aquellos escarceos nocturnos con la divinidad no eran suficientes para Emilie, quien dedicó sus estudios en la Sorbona al misticismo del firmamento, dando visibilidad entre sus coetáneas a las hijas de Era, Selene y Hécate, sintiendo mayor predilección por ésta última. No se dice, pero se sabe, que la hermosa Emilie fundó la Hermandad de la Luna, consagrada a Hécate a la que rendían tributo las Alumnas de la Sorbona y que, en las noches de luna nueva, la universitarias celebraban aquelarres en los jardines de las Tullerías.
Fue en una de aquellas noches, al volver a casa, cuando la joven fundadora de la Hermandad, observó a un joven que dibujaba en las escaleras del Liceo Louis Le Grand, a la tenue luz de un farol. Aquel soñador respondía al nombre de Amílcar, aunque sus padres lo bautizaron como Frederick Auguste Bartholdi. Aquel encuentro casual dio paso a una relación entre ambos jóvenes que se consolidó una mañana de domingo frente a Saint Germain des Prés, en un rito pagano que escandalizó a los parisinos de la época. La joven pareja decidió celebrar su unión con un viaje a Egipto donde se impregnaron de las maravillas de las civilizaciones clásicas. A su vuelta, Emilie insistió en pasar por Mileto y, entre los últimos vestigios del templo dedicado a Hécate, descubrieron una pequeña estatuilla que era la misma imagen de Emilie.
Aquel suceso hizo germinar una idea en Amílcar que desarrolló a su regreso a París, donde decidió centrarse en un nuevo proyecto. Para llevarlo a cabo abrió unos talleres en la calle Lavín donde construyó su mayor obra, que dedicó a su hermosa Emilie. Sin saberlo, aquel hombre invirtió diez años de su vida en la creación de la mayor escultura conocida dedicada a la diosa venerada por su querida mujer, cumpliendo así la promesa hecha por Elia a Hades. Desde mil ochocientos ochenta y seis cualquier persona que viaje a la ciudad de Nueva York, en el nuevo mundo, puede admirar su obra que se yergue orgullosa en la bahía de Hudson, con su antorcha mostrando a los mortales el camino al inframundo.
Si por casualidad desembarcas en la pequeña isla, en una noche de luna nueva, es posible que te encuentres con una hermosa mujer de pelo azabache acompañada de un precioso labrador negro. Si te ofrece acompañarla, estás prevenido de que aquel será un viaje sin retorno.
¡No te pierdas el resto de relatos del mes de la mitología griega bajo el siguiente enlace!
Muy buena historia de Enlayers. Deseando que sea la primera de muchas y futuras colaboraciones en el blog. 👍🏻
ResponderEliminarMuchas gracias por la oportunidad brindada de publicar en vuestro fantástico blog
EliminarMaravillosamente escrita. Que envidia poder escribir tan bien. Gracias por compartir.
ResponderEliminarMuchas gracias Luis por tu comentario, me sorprende gratamente.
EliminarGracias Luis, me halaga ese comentario, viniendo de un buen escritor como tú
EliminarColaboradores como Enlayers son un lujo para el blog. Despliega un conocimiento inmenso de la Mitología griega clásica. Algo que agradecemos y aplaudimos.
ResponderEliminarTal y como le he dicho a Luis, muchísimas gracias por el comentario que viniendo de vosotros tiene doble valor para un principiante como yo. Lo valoro enormemente,
EliminarEl comentario anónimo anterior es mío. Seguro que es obvio, pero así aprovecho para darte una vez más las gracias por tus palabras.
Eliminar¿Principiante? ¡Madre mía! ¡Vaya forma de escribir! Este relato es una maravilla. Enhorabuena
ResponderEliminarGracias Mariola. Es el primer relato que público aunque estoy trabajando en una novela que ya veremos si llega a publicarse
EliminarPues a tope con ello. Escribes genial. Será un exito
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