El exorcista - Wiliam Peter Blatty

Siempre es muy difícil reseñar clásicos aportando algo que no se haya mencionado previamente por un lector. No obstante, intentaremos aportar algo más que reseñas anteriores.

Publicada en 1971, El exorcista es, a mi modesto entender, mas una novela de suspense que de terror, aunque no se le pueden negar elementos muy perturbadores. Al poco tiempo, la novela ya había vendido millones de copias, alzándose de inmediato en un clásico del género de suspense y terror.

Un indiscutible éxito al que contribuyó un año después, la estupenda película de William Friedkin, que supuso todo un bombazo cinematográfico y conmocionó a público de todo el mundo que acudía a las salas a ver la proyección de la película.

Según el autor William P. Blatty, "El exorcista" está basada en un hecho real ocurrido en la década de los cuarenta del siglo pasado. Al contrario que el presunto hecho real, donde el "endemoniado" era un niño afroamericano llamado Robbie en 1949, esta vez la protagonista es una niña de apenas once años que sufre terribles transformaciones, tanto físicas como de comportamiento.

Ni los médicos ni los psicólogos son capaces de hallar la causa de su estado y se decantan por un exorcismo que, aunque ellos no crean en dicha intervención, sí creen que la paciente si cree estar poseída y por tanto un exorcismo podría ayudarla en su dolencia.

No salen muchos personajes en esta novela y toda la acción gira básicamente sobre un puñado de personajes, lo que ayuda a no perderse con al trama

¿De qué va este excelente libro?

Chris MacNeil es una estrella de cine que vive junto a su hija Regan y dos sirvientes (Karl y Willie) en la zona de Georgetown, en Washington D.C. Al poco de mudarse, su hija Regan empieza a manifestar comportamientos extraños. La madre preocupada lleva a Regan a una infinidad de especialistas que no son capaces de determinar qué tiene la niña. Agotadas las vías científicas (médicas y psiquiátricas), Chris recurre a un sacerdote, el padre Damien Karras, un Jesuita y profesor de psiquiatría en la Facultad de Medicina de la universidad de Georgetown. Sin embargo, Karras es un hombre con numerosas dudas que se encuentra lidiando con los remordimientos de haber desatendido a su madre en su lecho de muerte.

Tras la muerte de un amigo de Chris cuando se encontraba éste solo con la niña, los hechos se precipitan, y desechadas todas la explicaciones posibles lógicas y médicas, Karras solicita a la Iglesia llevar a cabo un exorcismo. Le acompañará en el rito, el padre Lankester Merrin que había llevado a cabo un exorcismo en el pasado mientras Damien Karras será su ayudante.

Me ha gustado muchísimo que el autor nos desafié una y otra vez con explicaciones plausibles y científicas al comportamiento de Regan. Es más, en el libro queda a la interpretación del lector si realmente era una posesión lo que sufría la niña.

Me quedo con una reflexión brillante del padre Merrin. «¿No es quizá la presencia del Diablo y su maldad, una muestra inequívoca de la grandeza y de la bondad de Dios? Para creer en Dios hay que creer en el demonio».

Una de las mayores diferencias con la famosísima película de William Friedkin es que toda la subtrama de los criados suizos se omite al completo (por cierto, una lástima y muy interesante), la participación testimonial del personaje del detective Kindermann, la eliminación parcial de las profanaciones de la iglesía católica y un final mucho cerrado al inclinarse por la presencia del demonio como causante de todos los males.

Como anécdota, a Mike Oldfield le disgustó el uso de su famoso tema "Tubular bells" para el largometraje. Me pregunto que cuando puso "el cazo" para cobrar, al parecer no tenía tantos reparos y al compositor original Lalo Schifrin le rechazaron su banda sonora por espeluznante (he tenido la ocasión de escucharla y es espantosa... de mala)

Por cierto, el exorcista NO es Damien Karras, si no el Padre Lankester Merrin.

Un libro indispensable que tarda algo en arrancar (hasta la página 200 no pasa realmente mucho) pero al que no le sobra ni una sola línea. Obra maestra.

⭐⭐⭐⭐⭐ de 5.