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Roanoke - Klaus Fernández (Mes antológico Cthulhu)

 

Después de varios días sin salir de puerto, la pequeña embarcación pesquera “New Roanoke” salió a faenar con su tripulación habitual compuesta por cinco marineros.

Aunque lo normal era que pasaran varios días en alta mar, el anciano capitán Samuel Beck, el encargado del barco y bajo cuyo mando se organizaban todas las funcionalidades del buque, no tenía buenos presagios. Estaba taciturno y de mal humor.

Afirmaba el curtido capitán que el mar tenía su propia voz, una que no callaba nunca y si se la escuchabas con humildad, te advertía de acontecimientos futuros. 

Hoy el mar le susurraba que no saliera a navegar, ya que unos terribles descubrimientos se iban a producirían de ignorar sus advertencias.

El cielo, encapotado ya desde hacía varios días, de un color plomizo nada habitual amenazaba con una fuerte tormenta. Incluso las crecientes y oscuras nubes parecían que portaran en su interior extrañas figuras geométricas.

Obligado por una insistente tripulación cansada de arreglar redes en tierra y no salir a faenar desde hace días. Samuel comprendía a sus hombres. El buen marinero ansía navegar, sentir el gusto salado del mar en su rostro, retorcer las cuerdas con sus callosas manos y observar la paz que transmite el trabajo bien hecho de una captura abundante.

Aun así, lo más prudente sería salir por la mañana y regresar a casa por la tarde. Y así se lo hizo saber al resto de la tripulación.

Todos sus hombres, con gran alegría, se pusieron manos a la obra para partir de inmediato, repartiéndose entre unos y otros las faenas a realizar. Pero el capitán miraba la intranquila mar desde el puente de mando con gesto huraño. No le gustaba para nada el tiempo. 

Mientras se alejaban cada vez más del puerto de la isla de Roanoke, el anciano no pudo evitar pensar en la colonia perdida de la cual su buque cogía el nombre.

¿Sería un día parecido a éste el que verían hace más de trescientos cincuenta años, en 1587, los colonos perdidos? ¿Y aun así se aventuraron desesperados, hambrientos y cansados de esperar, intentar volver a Inglaterra por sus propios medios pereciendo todos en el intento?

Lo cierto es que cuando John White volvió tres años más tarde, en 1580, a por aquel centenar largo de colonos dejados a su suerte, no se encontró con nadie. Una colonia desierta. Sólo descubrió un poste en el que alguien había grabado una palabra desconocida, "Cthulhu”. Un curtido soldado, Archibald Smith, reconoció el nombre y lívido de terror, se apresuró a eliminar esa palabra impía y sustituirla por “Croatoan", una tribu nativa con la que los colonos, en teoría, habrían tenido buena relación. Junto a ese nombre aparecieron tres letras, "CRO", grabadas en un árbol. El soldado recitó en voz baja y fuera de sí, “Cthulhu reigns outside” (Cthulhu reina afuera). Nada más pudo articular el hombre, vencido ya por una inexplicable locura, apareciendo horas más tarde colgado del infame poste habiendo cometido suicidio.

Incluso hoy, en 1930, seguía sin hallarse pruebas definitivas sobre el destino final de los colonos. 

Tras medio día navegando, la pequeña embarcación se detuvo en una zona muy sucia y contaminada. Centenares de peces muertos flotaban a su alrededor. 

La tripulación no encontraba sentido a tanta muerte y a ese poderoso olor a amoniaco que inundaba todo de un modo tan repugnante.

Tras varias horas intentando faenar infructuosamente, decidieron el regreso a casa.

Bill, el contramaestre, no obstante, informó de que no era posible izar la ancha red de pesca habiéndose hallada atascada de un extraño modo. Suponía el contramaestre que, aunque altamente improbable, parecía que hubiera caído en la red un pesado animal muerto, quizás del tamaño de un cachalote recién nacido.

El capitán Beck miró al cielo cada vez más encapotado con gesto preocupado. El cielo parecía a punto de romper a llover. Dio la orden de forzar con el motor del buque al jefe de máquinas. No deseaba estar en ese lugar ni un minuto más de lo necesario.

Gregory, el jefe de máquinas, asintió con la cabeza y revolucionó al máximo el motor.

Con un crujido que pareció partir toda la embarcación, el New Roanoke consiguió desamarrarse del peso que impedía izar la red. Mientras era recogida a bordo del barco, la maltrecha red presentaba múltiples roturas.

Pero los marineros no estaban preparados para lo que habían izado.

Dentro de la enorme red chorreante de sucia agua, algas y contaminación yacía una enorme cabeza semi devorada, de aproximadamente mil kilos, vagamente similar a la de un pulpo, y cuyo rostro era una masa de podridos tentáculos. Desprendía un nauseabundo olor a amoniaco por todos sus poros y una apertura, que bien podría ser un ojo, se mostraba extraordinariamente dilatado indicando una muerte horrible y dolorosa.

Era la cabeza de la difunta entidad cósmica conocida como Cthulhu.

Muerto por la incipiente contaminación de los mares a manos de la humanidad.

«Ya que en la Ciudad de R'lyeh, el ser llamado Cthulhu yacía muerto».

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Comentarios

  1. Me sorprende cómo es capaz Klaus de maridar de una forma tan excepcional leyendas como la de la colonia perdida de Roanoke con los Mitos de Cthulhu. ¡Chapeau!

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  2. Gran relato. 👏🏻👏🏻👍🏻

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