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Wolpertinger - Una aventura de Happy Panda (Especial Halloween 2023)



—¿Ves, Rodri, como no había que ponerse hecho una fiera? —instruye la ilustre influencer Happy Panda con una amplia sonrisa a su sorprendido hermano Rodri al llegar el camarero y para que éste la oyese claramente—. Al final nos traen la comida tan estupendamente. Eres un ansía.

Que el camarero no entienda nada de castellano le parece secundario. Los ostentosos ademanes de la creadora de contenidos, con más de doce millones de happylovers, dejan muy claro que ella es la guay, y su hermano, el ogro inculto al que debe instruir.

Sin embargo, era Happy Panda la que estaba poniendo de los nervios a su hermano repitiendo por lo bajini que iba a denunciar al restaurante, que no sabían con quién se la estaban jugando, que se les iban a caer los pantalones con la reseña que les iba a meter en el TripAdvisor. Quería que Rodri fuera a hablar con el camarero, con el dueño o con quien se pusiese a tiro. Que todo esto era vergonzoso. Que otros que habían llegado después ya los habían servido.

—Teresita, no es lo mismo pedirse dos jarras de cerveza que un menú degustación con cinco platos diferentes y una cesta extra de pan como te has pedido tú —intenta calmarla Rodri.

Bastante había tenido ya que aguantar el pobre Rodri cuando, en un alarde de idiomas, Happy había insistido en preguntar ella misma si tenían mesa libre en el restaurante "Gasthof zur Post" del bucólico pueblecito Siegertsberg del bayrischer Wald. Por descontado, Happy no habla nada de alemán.

Se dirigió altiva al sonriente camarero vestido de forma tradicional bávara para decirle en un ruidoso castellano "Nosotros. Querer. Comer. Aquí. ¿Bien?", mientras hacía ademanes como si estuviera sorbiendo sopa. El resignado camarero los llevó a una mesa algo más apartada para evitar que el resto de la clientela se espantara con los aires de divina de Happy Panda.

¿Ves cómo me entienden sin problemas? Hablando alto y despacio, vas a todas partes. ¿A que sí, Hans? —golpea al sufrido camarero, cuyo nombre es en realidad Michael, en el hombro como si fueran amigos de toda la vida, haciendo que éste tire dos platos con Schnitzel mit Pommes—. ¿Os han dicho alguna vez que estáis muy graciosos vestidos así, como del amigo de Heidi? ¡Decidme que sí!

Una pareja de hippies -Coral de noche, ella y Albahaca celestial, él- la miran divertidos y alzan su jarra de cerveza a modo de saludo. Tampoco hablan ni papa de alemán, pero por sus enrojecidas caras se han defendido bien no solo están hasta las trancas de cerveza.

Tras sentarse en la mesa y beberse la primera cerveza casi de un tirón, una curiosa Happy demanda saber la razón que los ha llevado a las profundidades de Baviera en busca de un taxidermista. Rodri resignado se lo vuelve a contar, a pesar de habérselo dicho ya dos veces en las que, por supuesto, su hermanísima no ha prestado ninguna atención.

—Resumiendo, que te cansas enseguida de todo menos de comer. Ya sabes que nuestro nuevo canal "Happy se escribe con P de Panda", y en el que nos hartamos a burlarnos de gente excéntrica, es un éxito rotundo. Lo estamos petando en likes. Nuestras últimas entradas, con el santero de El Escorial y la mujer de Calabacín de Arriba que veía ovnis con forma de tarta de fresa, dispararon nuestros likes a niveles estratosféricos y los patrocinadores no paran de inundarnos el correo electrónico.

Happy no puede evitar aplaudir con las manos muy juntas como una posesa. Le súper mola que le digan lo exitosa que es. Le ha gustado de siempre.

—Siempre en busca de nuevos contenidos, contacté con el afamado taxidermista Herman Knobloch hace algunas semanas. El sr. Knobloch es uno de los más famosos embalsamadores de animales de toda Europa. Ha escrito muchísimos libros sobre la disección de animales, es miembro del Salón de la Fama de taxidermistas, presidente honorario de la VDP (Verband deutscher Präparatoren) y un ciudadano ejemplar, aunque algo excéntrico. Cayó en desgracia al insistir una y otra vez que el Wolpertinger era real. Dice disponer de pruebas irrefutables. Y que la única razón de que este ser no haya aparecido aún es porque se trata de un ser de naturaleza extremadamente tímida y por tener un comportamiento nocturno. Vamos, como el monstruo del Lago Ness o el hombre-rana de Loveland... así que es un candidato ideal para nuestro canal.

» Le comenté a Knobloch que nos encantaría grabar cómo tú, Happy Panda, certificas junto a él, la existencia del mítico Wolpertinger. Que estabas muy intrigada por su trabajo, que eres su fan número uno, dos y tres si se diera el caso, y que querías darle visibilidad a tantos años de su ardua investigación. Estaba más que encantado. Me comentó que ya había intentado sacar la verdad a la luz antes pero que, otras influencer ni le cogieron el teléfono, que es el hazmerreír de su antiguo departamento de Biología. Que nadie le toma en serio y que está harto, más que harto, de que se rían de él a todas horas. Incluso hay un dicho local, "hacerse un Herman", para definir algo ridículo o fuera de toda realidad.

—¿El Whooper-qué? —bufa Happy mojando pan en el asado de cerdo y chistando al camarero para que traiga más chuscos—. ¿Así es como llaman aquí a las hamburguesas con queso?

—El Wolpertinger es una criatura mitológica de Baviera cuyo origen exacto no está claro. Se le representa como una criatura híbrida en varias formas, algunas veces como ardilla con pico de pato o como una liebre con alas de pato. Ah, y cuernos de ciervo. El escritor Ludwig Ganghofer se refiere a esta criatura como el Hirschbockbirkfuchsauergams y los hermanos Grimm lo llaman Kreißl Rodri se detiene a dar un trago largo a su cerveza tras haber pronunciado el nombre alemán dado por Ludwig y haberse quedado seco.

—Si se "cosca" que vamos a reírnos de él, no me querrá matar como aquellos fareros gallegos obsesionados conmigo hace meses, ¿verdad? —pregunta Happy a punto de atragantarse con la tercera Brez´n.

—Nos quisieron matar a ambos. No sólo a ti —resopla Rodri.

—¿Se parece ese bicho al conejo de los yayos que se murió de mitosis con los ojos saltones y cojeando? ¿Será comestible ese tal Wolpertinger? ¿Tú qué crees? ¿Sabrá a pollo? pregunta Happy aburrida mientras da cuenta vorazmente del último plato. Viajar siempre le da un hambre atroz y lo que no es viajar, también. El aburrimiento también le hace agujero en el estómago. Y dormir mal. En realidad, todo le da hambre. 

» Más le vale que no se ponga a tiro, que me he quedado con gazuza...

Cucharón se murió de mixomatosis, no de mitosisTere —Rodri voltea los ojos y se pide otra jarra de cerveza. De los cinco platos degustación para dos... no queda ni la muestra. Menos mal que le queda un bocadillo de jamón en la mochila. O eso pensaba hasta que vio las exiguas migajas de su bocadillo -no tan bien escondido- dentro de una bola de papel de aluminio y se fue sin cenar a la cama.


Al día siguiente por la mañana.

Tras el protocolo habitual de Happy al viajar que es desayunar, quejarse al camarero de la posada de que no hubiese churros en la carta y ponerle una reclamación, los hermanos emprenden el camino a casa del taxidermista.

Según las indicaciones, la casa algo alejada del pueblo no debía estar a más de dos horas de caminata a buen ritmo. Al tratarse de una casa hundida en el bosque, no hay otra opción que ir andando por caminos rurales. Rodri se teme lo peor, pero queda gratamente sorprendido de que su hermanísima no se queje durante todo el trayecto. Será porque no deja de hacerse selfies para subirlos luego una vez el internet vuelva a la vida.

Transcurridas algo más de dos horas, llegan a la cabaña de Knobloch. A excepción de una bandada de grajos curiosos, el silencio es total. Contrariamente a lo esperado -la experiencia es una consejera tenaz- la cabaña presenta un aspecto cuidado y acogedor. El buzón está vaciado y las luces prendidas en el interior de la casa. Todo muy bucólico, pero algo no cuadra.

La cabaña de la bruja de Hansel y Gretel también tenía un aspecto fabuloso por fuera, piensa Rodri.

Tras cruzar el rellano, Rodri llama al timbre de la puerta. Nada. Decidido, vuelve a llamar con los nudillos. Nada. Arrima el oído a la puerta. Por el ruido hay alguien dentro sin duda. ¿Por qué no abre nadie? Rodri acerca la mano al pomo.

—¿Podemos entrar por las buenas, aunque no nos abra nadie? ¡A ver si la vamos a joder entrando y rompemos otra vez una de las dichosas reglas urbex! —le detiene Happy a Rodri agarrándole del codo a la vez que resopla como un caballo percherón desfondado. No tengo ganas de líos.

—Nos han invitado y nos esperan. No infringimos regla alguna. Además, me ha parecido oír ruido dentro. ¿Hola? ¿Sr. Knobloch? Somos...

—No seas ridículo, todo el mundo sabe quién soy, incluso aquí en Babieca. A todo esto, ¿por qué se llama esta región como el caballo de El Quijote?

Rodri ceja en su empeño de corregir a su hermana. ¿Para qué? Ni están en la región de Babieca, ni Babieca era el caballo de El Quijote, si no de El Cid. Haciendo caso omiso a las cavilaciones de su hermana que se ha puesto en plan interesante, apoyando su puño sobre la barbilla mientras se hace otro selfie, se dispone a abrir la la puerta. Antes de poder volver a posar la mano sobre el pomo, la influencer empieza a gritar tras suya:

¡Hermaaaaaaaaaaaaaaan! —Happy ha decidido tutear al profesor. «Entre nosotros, los famosos es lo suyo», piensa. De paso, espanta la manada de grajos de los árboles cercanos.

Por arte de magia, la puerta decide ceder quejumbrosamente descubriendo un habitáculo lleno de estanterías a rebosar de libros polvorientos y animales disecados. Varias cornamentas de ciervo adornan las paredes, una mesa de madera de trabajo con entrañas de animales está ubicada en un rincón y algo más alejado, un hombre mayor parece dormitar en un sofá orejero. Los restos de una cena se presentan a sus pies. El intenso olor a consulta de dentista invade las fosas nasales de los hermanos.

—¿Herman? Hay que airear un poco más, huele a formol que te... —adoctrina Teresa, que se lleva la mano a la boca sin terminar la frase.

Al taxidermista se le acaba de caer la cabeza a un lado del cuello como a un muñeco roto. Su testa estaba mal cosida al cuerpo. Un escarabajo aprovecha la ocasión para huir de las costuras del cuello y colarse por una cuenca vacía del ojo derecho. Por las costuras de otras partes del cuerpo, se vislumbran paja y astillas de madera.

—Happy, le estaban disecando como a uno de sus animales —susurra Rodri a su hermana lívida como una estatua. Happy no para de santiguarse y repetir que tiene más mala suerte que el Atletí con el tiempo de descuento, dando un paso atrás y metiendo la bota hasta el tobillo en un trozo de carne a los pies del sofá.

Al bajar la vista, Rodri confirma su peores temores. No son restos de comida lo que yace a los pies del taxidermista, sino las enrojecidas vísceras de Knobloch. Y para terminar de arreglarlo, deducen por los ruidos escuchados antes de entrar, que el responsable de la macabra obra sigue presente en la casa.


Restaurante "Gasthof zur Post".
Cuatro horas más tarde.

—Que miedo he pasado ahí arriba, Rodri. Ya me veía empalada en un gancho de carnicero como en "La matanza de Texas". Qué horror. Privar al mundo de mi arte. Hicimos muy bien en salir escopetados de la cabaña.

—Tere, a ti todo te da miedo. Nadie nos ha visto y nadie sabía que íbamos a ver al taxidermista. Además, si damos parte a las autoridades, primero ni nos van a entender y segundo esta tipo de publicidad no nos interesa. Terminémonos la cerveza y larguémonos de aquí. Camarero, ¿nos trae la cuenta? —indica Rodri a Michael haciendo un gesto como si apuntara algo en una libreta. No tiene ni idea si lo entenderán aquí en Baviera, pero en España, este gesto se aprende en Primera de Camarero.

Al rato vuelve Michael, con dos cervezas más y dos platos de asado de cerdo.

—Me temo que no les podré cobrar —responde el camarero en un perfecto castellano, aprendido sin duda en la provincia alemana de Mallorca. El sr. Wagenbrenner, el dueño, les ha reconocido y está muy disgustado que no les hayamos atendido como se merecen. Les invita a quedarse esta noche con todos los gastos pagados y disfrutar de las festividades del pueblo. Nuestros festejos son muy conocidos en la región.

Happy asiente complacida. Que Hans se haya cambiado el nombre a Michael, así de un día para otro, le sorprende más que que les hubiera entendido perfectamente desde su llegada a la región. Ya se le ha pasado el miedo, como el temor espantoso que se le pasa a un estudiante nada más salir del colegio o cuando un antiguo novio la presentó borracha a sus padres y ella le potó en la camisa. Al padre, no al ex novio.

—¡Ah! y se me olvidaba. Para mañana por la mañana, como cortesía, nuestro cocinero le preparará Alpen Stangerl, lo más parecido a los churros que tenemos por aquí —prosigue Michael. Con unas palabras amables en su canal y honrándonos con su presencia esta tarde, nos sentimos mucho más que recompensados.

—Fritz, te puedo llamar así, ¿verdad? Michael no me gusta —pregunta Happy en un modo muy torpe de coqueteo. Me mola muchísimo lo que nos estás proponiendo. ¿Soltáis vaquillas aquí también? ¿Qué cartel de artistas hay? ¿Tenéis calimocho? ¿Tienes novia?

Michael sonríe y les dice que se dejen sorprender.


Algunas horas más tarde.
Plaza del ayuntamiento.

—Me aburro. Ya no me hace ni pizca de gracia todo esto. Diles por favor que nos desaten —demanda la ilustre Happy Panda a su hermano atados a una pira de paja. Yo tengo una reputación, pero tú no. Quedaría fatal que fuera la primera en irse de la fiesta.

—Madre mía. No te enteras, Tere. Nos van a quemar vivos en medio de la plaza, sacrificados en honor al puto Whooper o cómo coño se llame y, ¿tú me estás diciendo que te aburres? —responde preocupado Rodri mientras intenta zafarse de las ataduras.

—¿Cómo qué matar? ¿Esto no es parte de las festividades? ¿Nos hemos dejado atar sin oponer resistencia pensando que era un juego y ahora nos quieren liquidar? Con lo amables que fueron todo el tiempo antes. Eso sí, el vino que gastan aquí tiene más peligro que un puesto de frutas en una persecución de coches. Un vino muy cabezón. Muy malo, te rasca toda la garganta. Díselo muy clarito. Te deja noqueado como si estuviera lleno de droga...

Un hombre de elevada edad, vestido con la indumentaria típica de la región, portando un sombrero con una cornamenta de ciervo, se acerca caminando a la estructura piramidal construida de paja. Dentro de la enorme pira, Happy y Rodri interrumpen sus intentos de liberarse para escuchar con curiosidad al hombre. Si van a morir al menos morirán informados. Es el sr. Wagenbrenner.

—¡Queridos ciudadanos de Siegertsberg! Hoy sacrificamos a dos turistas irrespetuosos, junto a los otros dos más, que han venido a burlarse de nuestro Señor —aúlla, en alemán el honorable señor Wagenbrenner. A ridiculizar nuestras creencias y nuestra fe. ¡A reírse de la existencia del Wolpertinger! —chilla el sacerdote pagano a un público entregado, armado con antorchas, azadas, pantalones de cuero y medias hasta las rodillas de gruesa lana.

Happy descubre horrorizada la presencia silenciosa de dos espantapájaros vestidos con las ropas de los hippies de la posada, maniatados a sendos postes al igual que su hermano y ella. Rellenados de paja y astillas de madera. Deslavazados como azotados por una tormenta. Happy se convence que son muñecos, tienen que ser serlo. Una broma cruel.

—¡No saldrán impunes! Les mostraremos qué hacemos con los infieles. ¡Arderán en el infierno! ¡Nuestro señor demanda su tributo de sangre! ¡Sin su tributo, nuestro señor arruinará las cosechas, agriará nuestra cerveza, nos volverá calvos, maldecirá a nuestra gente! —grita al unísono el populacho.

Happy mira lastimosamente a su hermano y le reprocha que cada vez que salen de casa, la lían. Vuelve a intentar zafarse de las apretadas ataduras. Imposible. Arderán como la yesca. Se acabó. Ella que estaba convencida de ser heredera de una noble familia rusa, nada menos que de los Romanov. Ser hija de la perdida Anastasia hubiese estado bien. ¡Meh!

Wagenbrenner vuelve a aullar acerca del terrible destino que sufrirán la ilustre influencer y su hermano, mientras se acerca antorcha en mano.

Para su alivio, la voz de Michael, el camarero, susurra tras ellos:

—Una vez empiece a arder la pira y se levante humo, ya nadie os verá, os desato o podréis salir por detrás. No temáis.

Dicho y hecho, tras cubrir el humo a los hermanos, Michael los libera de sus ataduras. El joven les recomienda salir como alma que lleva el diablo del pueblo. Les ofrece llevarse su coche con una única condición:

—Una vez en casa, tenéis que ridiculizar con todos los medios posibles el mito de Wolpertinger y a este maldito pueblo de ignorantes. El Wolpertinger no existe, no ha sido más que un engañabobos para tener sometidos a esta banda de paletos disfrazados y asustar a los niños por las noches.

—Entonces, ¿qué hay de todas esas muestras inequívocas que decía disponer el taxidermista? —pregunta Rodri sacudiéndose la ceniza del pullover. Su hermana, más perjudicada y con los ojos llenos de hollín, hace honor a su mote artístico.

—Todo mentira. Esqueletos de diferentes animales cosidos burdamente para dar el pego. ¡Nadie en su sano juicio puede creer en la existencia de una liebre sedienta de sangre con colmillos y cuernos! ¡Ahora marchaos! —si hubieran montados nuestros amigos en unos caballos, Michael hubiera golpeado el trasero de las monturas, pero como se van en su coche, les entrega las llaves.


Dos semanas más tarde.
Casa del sr. Wagenbrenner.

—Todo ha salido a pedir de boca. Un plan genial, mi querido hijo. Jamás pensé que daría resultado. 

Michael asiente mientras se sirve una cerveza de barril de grifo.

—Desde que la estúpida de Happy Panda emitió su especial sobre el Wolpertinger, los turistas no han parado de venir a nuestro pueblo. No damos abasto. Tenemos la ocupación de camas al 100%.

—Así es, padre. Knobloch lo entendió perfectamente desde el principio. No hay mayor atractivo turístico que ver in situ los lugares donde supuestamente acontecieron los hechos. Su sacrificio será recordado durante años. Además, te aseguro que cuando le hundí el cuchillo en el pecho y la vida se escapaba de su cuerpo, jamás dejó de sonreír. 

—Tuve mis dudas, Michael, que ridiculizar a nuestro Señor pudiera tener sus beneficios a tan corto plazo. Ahora, con cientos de turistas visitándonos, siempre podremos sacrificar a alguno sin llamar la atención. Diremos que se extraviaron en el bosque. Eso siempre cuela. Y además nos dará más publicidad aún.

El apuesto Michael Wagenbrenner se termina su cerveza entre risotadas. Se ha vuelto a manchar de espuma la camiseta que está arrasando en ventas online: "¿Has visto a mi Wolpertinger?".

Fuera de la posada, escondida entre la maleza, una liebre con alas de pato se aleja dando pequeños saltos acompañados del aleteo de sus minúsculas alas emplumadas al amparo de la oscuridad.

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Muchas gracias a Klaus y a Beto por hacer este relato posible.
Al Wolpertinger no hay que tomárselo a chanza. ¡Existe!

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¡La banda sonora del Wolpertinger!
Bayern, des Samma Mia


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Comentarios

  1. Otro extraordinario relato del amigo Luis. Mezcla muy bien las andanzas de Happy Panda con el tema Urbex y reminiscencias de la película Midsommar. ¡Enhorabuena! Yo, afortunadamente, tuve la ocasión de encontrarme con el legendario Wolpertinger en una de mis ocasiones de visita a Baviera con mi hermano. Que luego resultara ser un gato atropellado es lo de menos. ¡Pero el Wolpertinger existe!

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    Respuestas
    1. No os toméis al Wolpertinger a chanza. Los Kalandrakas no son nada a su lado!

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  2. ¡Muy sabroso el animalico!

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  3. Otro estupendo relato de Happy Panda. Humor y misterio, qué difícil mezcla. Enhorabuena, Luis.

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  4. Happy Panda se está buscando que me la llevé a mí terreno y le haga un nuevo relato.
    Muy buena historia.

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  5. Ooooh, me pareció ver un lindo Wolterpingito! Qué mono. Luis, algún día Happy querrá escribir sus memorias y está claro que no tendrán desperdicio 😃. Qué maravilla!

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  6. Bravo Luis. Muy entretenido y muy bien hilado. Lo he disfrutado mucho. Deseando leer la siguiente aventura de Happy Panda y Rodri

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