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Murakami, el eterno nominado al Nóbel. Por algo será. Kafka en la orilla - Haruki Murakami

 


Murakami siempre está en las papeletas del Nóbel. ¿Por qué se me está haciendo tan cuesta arriba "Kafka en la orilla"?
Esa era mi impresión, que dejé reflejada en la red Threads. En el mismo hilo pedía que alguien me convenciera de no abandonar. Porque, en ese punto al que había llegado, estaba ya para tirar la toalla.
Qué rollo. Qué mal. Qué aburrimiento. Qué innecesario me parece todo. Qué pedantería ofensiva.
 
¿De qué va Kafka en la orilla?
Un muchacho (Kafka Tamura) de quince años se escapa de casa. Un anciano (Nakata) con una discapacidad cognitiva leve que puede hablar con los gatos. La señora Saeki es una burguesa al cargo de una biblioteca privada que se ha quedado anclada en su propio pasado. Las tres historias están conectadas y al final confluyen. Todo, en una suerte de repetición sin sonrojos del Complejo de Edipo para darle solidez y objetivo al devenir de las historias. Ya que, Kafka se ve obligado a matar a su padre, acostarse con su madre y violar a su hermana.

En mi opinión:

¡Que no! Que no te has enterado de nada, que no va de eso. Pues ya me lo imagino que no me he enterado. Porque no le encuentro ni pies ni cabeza a nada de lo que sucede.
 
De primeras ya me entró torcido el personaje de Ôshima, el encargado de la biblioteca.
Kafka, en su huida, llega a otra población y se dedica a pasar el rato leyendo en una biblioteca. Traba amistad y cierta complicidad con el encargado de esta.

Ôshima es un compendio de todo lo que no soporto en cualquier persona. Primero te lo pintan como una belleza, bien vestido, siempre pulcro, amable, interesado y compasivo con el pobre Kafka. ¡Es un niño que se ha escapado de casa, capullo! ¡No le alojes y escondas en tu biblioteca! Pero bueno, todo sea por la literatura y porque tiene el permiso de la directora (la Sra. Saeki, que también ha decidido ser antisistema).

Pero no es su actitud antisistema, que se la perdonamos en aras a la literatura, es la necesidad obsesiva que tiene el personaje de quedar siempre moral y culturalmente por encima de cualquiera que hable con él.

«Todos los coches deportivos deberían tener la carrocería de color rojo». Hablando de que sean más visibles en carretera. Pues no, listo. Como deberías saber, las ambulancias, bomberos y policía hace tiempo que incluyen el amarillo para destacar en carretera.

«Para entender la música de Schubert es necesario cierto aprendizaje». No hay cosa que peor lleve que la gente que pretende darte lecciones y si no lo aprecias es que no has estudiado suficiente, es que tienes que leer más. Sí, claro. El problema siempre es del otro. No de quien no sabe comunicar.

«Soy una persona especial. No solo por la hemofilia. Hay algo más». Se las da de misterioso el tío pedante y ¿qué resulta? Es transexual. Pues para eso no hace falta tanto Schubert, Haydn, versos y demás tonterías gafapasta. ¡Cómo si valorar el arte estuviera condicionado a no tener un sexo normativo!

Luego me lo quieren pintar un poco de malote diciendo que va a 140 km/h, ¡por la autopista! ¡Que no era una carretera de montaña!

¡Oh, qué malvado! Seguro que también subraya libros en la biblioteca y les dobla la página para marcar el punto de lectura.

Al momento siguiente, el malote Ôshima «compra tanta comida que apenas puede acarrear las bolsas él solo». En un momento me quieren pintar un personaje guay y dos líneas más abajo es un tío patético que ni puede con la compra. A todo esto, va conduciendo un deportivo en el que la mochila de Kafka no cabe. La tienen que atar al maletero. La imagen que se me crea con las bolsas en las rodillas es de un patetismo incoherente con lo que me quieren vender.
 
Johnnie Walken (sí, está bien escrito). Desde luego, qué personaje tan maravilloso nos pinta Murakami aquí con el Johnnie Walken. Al igual que Nakata. Son dos personajes soberbios.

Creo que esa virtud hay que concedérsela. Los personajes de Murakami son extraordinarios. Tienen personalidad propia, vibran con vida porque son auténticos, genuinos. Nada planos.

Hay un pasaje en el que unas activistas feministas vienen a tocar las pelotas a la biblioteca con la disposición de baños diferenciados o el orden en las fichas del catálogo separadas por hombres y mujeres. Ôshima las deja en ridículo con su verborrea pedante. ¿Aporta algo al personaje, a la trama o al sentido del libro? No. Tanto este como otros pasajes no tienen sentido para mí más que expresar una idea que se le pasó por la mente en un momento a Murakami y que decidió que fuera a engrosar este volumen.
 
Las historias como las de la señora Usagi quieren desprender un aire de trascendencia que no me llega a calar en ningún momento. Me produce rechazo y lo aborrezco. Son como la "Señorita Cora" de Cortázar o "La falsa rubia" de Manuel Peyrou. Una señora que se quiere hacer la interesante y misteriosa pero no hay nada detrás. Un amor de la infancia truncado: eso es lo que tiene de especial y lo que provoca toda su melancolía. Pues vaya, una historia como cualquier otra.

Vamos, que me quieren vender que la señora ha llegado a un estado de trascendencia que une la realidad con el mundo de los sueños o los muertos (no me queda claro y llega cierto momento que ni me importa), solo por el hecho de que se enamoró a los quince años hasta las trancas. Como cualquiera.

Está lleno de frases de galletita de la suerte: «¿Tú estás en un lugar alejado de la realidad, con unas personas alejadas de la realidad? ¿Es eso?». O eso, o hay mucha droga-porro de por medio. ¿Qué quiere decir?

Se dicen cosas tan sin sentido como «Quiero luchar en la guerra civil española». ¿Qué es? ¿Cómo una especie de lucha romántica en la que te gustaría estar? De verdad, me parece tan estúpido, aún como metáfora, que alguien pueda pensar así.

«En cierto sentido, Haydn es un enigma. A decir verdad, nadie puede comprender el violento pathos que, en su fuero interno...» «...en sus notas puede descubrirse un anhelo oculto hacia un yo moderno». «Es muy suave, pero posee un espíritu obstinado y centrípeto, lleno de una curiosidad abierta como la de un muchacho». Otro sinsentido. Nakata en su periplo se une a un camionero (Hoshino) que deja su trabajo para ayudarle en su misión. El camionero, que es un zafio desde el principio, termina hablando de mierdas que nadie comprende con un camarero. Ni harto a hierba son creíbles estos diálogos.

Al final del libro va matando personajes para terminar con todo. No sé cómo terminar con la historia, pues mato al personaje. Pero lo mato porque me da la gana. Uno se va a dormir y no se despierta. Otra se la encuentran tumbada sobre su escritorio. Muertos, sin más, sin explicación.

Todo el libro no sé a dónde me quiere llevar. No sé qué me quiere contar y lo que llego a cazar de lo que me cuenta me parece tan chusco que no merece la pena leerle.

Le pongo dos estrellas por el gasto de bolígrafo⭐⭐

Comentarios

  1. Gracias por esta estupenda y muy pasional reseña. Murakami no me llama la atención. Me da la sensación de que es un triste con historias de nulo interés. ¿Qué te llevo a tí a leer esta novela? ¿Te la recomendaron?

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  2. Murakami me parece un triste y lo que me quiere contar no me apetece leerlo. Buena reseña.

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  3. Tanta gente diciendo que es buenísimo, que homenaje por aquí, que entrevistas, que por qué no le dan el Nobel... Literatura sin sentido.

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    Respuestas
    1. Gran aporte Alberto. Es cierto que a menudo una conversación, una noticia o una reseña (como está, por ejemplo) son alicientes para acercarte o alejarte de las obras de algún autor. En este caso creo que Murakami, tras esta critica queda relegado al cajón del "mejor otro día"

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