Translate

Deconstruyendo a Cthulhu (Especial Cthulhu 2025)


Secuestramos al renombrado psicólogo alemán Karl Gromenauer hace unos días, justo a la puerta de su casa, mientras sacaba la basura.

Haciéndonos pasar por dos individuos de aspecto desaliñado, las malas lenguas dirán que vamos así siempre, nos acercamos con una artimaña insólita digna de nuestra maldad intrínseca. Con una sonrisa torcida y palabras dulces, le preguntamos si deseaba ver un perrito. Sin sospechar el engaño, Gromenauer accedió a subir a nuestra furgoneta. No tardó en descubrir la ausencia total del supuesto cánido, pero para entonces ya era tarde: con un certero golpe le sumimos en la inconsciencia.

Los días siguientes fueron un tormento para él. Semidrogado y embriagado con el infame "Anís del Pulpo", atravesó un viaje interminable entre sombras y delirios. Cuando finalmente despertó, el panorama era desolador: una planta petrolífera abandonada y oxidada, en algún rincón del Mar del Norte, se convirtió en su prisión.

Ocultábamos nuestros verdaderos nombres tras unos alias improvisados, Carlitos y Juanito. ¿La razón? Simple. Nuestros nombres originales son imposibles de pronunciar para una garganta humana, atrofiada por la insuficiencia de cuerdas vocales. Aunque, he de admitir, una ingesta masiva de tequila rosa “José Cuervo” podría otorgar la dicción necesaria.

En resumen, sin más ceremonias, condujimos a Gromenauer ante la figura imponente de nuestro señor. ¡El gran y colosal Cthulhu!

Bueno… de colosal, nada. Últimamente presentaba un tamaño más bien modesto. Una criatura de metro y medio, con rasgos de pulpo, dragón y humanoide, cabeza cubierta de tentáculos, cuerpo escamoso y elástico, garras afiladas y un par de alas estrechas en la espalda. Su piel presentaba manchas marrones, producto de la edad, similares a los plátanos cuando ya no sirven para nada más que un batido.

Cthulhu se deslizó ante el psicólogo y agarrándole de la pechera, le graznó:

—¡Usted, vil insecto, hijo de mil chacales mustios! ¡Usted tiene que ayudarme! —ordenó llenándole la cara de salivazos al hombre. ¡Si lo hace, le recompensaré pudiendo portar mi cetro cuando conquiste este mundo que tantos disgustos me ha dado, joder!

Juanito y yo nos miramos, nuestro señor parecía muy nervioso.

—Responda, ¿cómo es posible que cubiertas las 3/4 partes de la Tierra con vastos océanos, la humanidad, esos simios en terreno firme, se sigan resistiendo a mis planes de conquista? —continuó nuestro amargado pulpo—. ¿Por qué, tras incontables eones, sigo comiéndome una puta mierda? —se preguntaba el ser interdimensional.

Karl, perplejo, sólo acertó a murmurar:

—Le imaginaba más grande.

Cthulhu bufó.

—Estoy enfermo, ¿vale? Enfermo de incompetencia ajena, de planes mal ejecutados, de frustraciones diaria, de alcohol y, sobre todo, de la maldita música que suena en esta remota parte del mundo. ¡Aquí sólo se sintoniza Radio Olé!

El psicólogo se atrevió a preguntar:

—¿Y qué quiere que haga al respecto?

El antiguo dios estalló:

—Hace milenios, infundía miedo. ¡Me respetaban! Tenía legiones de seguidores y todo se perdió. ¿Sabe por qué? —inquirió, golpeando repetidamente la sien de Gromenauer con el extremo de un tentáculo—. ¡Porque ya nadie cree en mí! Me han convertido en una broma, en un meme. La humanidad está absorta en pantallitas, Netflix y mucho porno. ¡Y, como si fuera poco, rodeados de porno japonés con tentáculos! ¿Qué ha pasado con el terror ante mi llegada?

Suspiró profundamente.

—Ya nadie me venera. No hay más aldeanos dispuestos a sacrificar sus vidas esperando mi resurgir en pueblos costeros mugrientos de Nueva Inglaterra. Ya nadie desea sentir los deliciosos latigazos de mi justicia divina.

—Nosotros sí le somos fieles —intervinimos Juanito y yo.

—¡Callad, idiotas, que no os he preguntado! —rugió Cthulhu—. Lo que necesito de usted —continuó, cepillando con un tentáculo una pelusa del traje de Gromenauer— son herramientas, soluciones mentales, psicología barata, de librito de mesita de noche para restaurar mi confianza. Quiero recuperar la fe en mis designios y, así —susurró con tono viscoso—, podré finalmente aniquilar a todos. Todos ganamos. Un auténtico win-win.

—¡Hágalo, por favor! ¿Qué más le dará? —exclamamos Juanito y servidor asintiendo como los muñecos de Elvis o El Fary colgados del retrovisor de un Seat Ibiza de los años 80, que tanto ayudaron al baby boom en sus asientos traseros.

Cthulhu, animado, agregó:

—Y necesito sus consejos antes de mañana por la tarde. ¡Nos sacarán a hostias de esta plataforma el ejército británico! Dicen que somos okupas o no sé qué leches. Que si la plataforma pertenece a su Royal Majesty, o yo qué sé. ¡Qué sabrán ellos del verdadero terror!

Juanito y yo volvimos a mirarnos. No había nada que hacer. Con la mirada, nos dijimos que tampoco ayudó, a que el gran Cthulhu, ante el ejército, saliera medio cabreado y cagándose en su puta madre encalomado a una grúa haciendo aspavientos como King Kong.


Gromenauer ya no podía más y sus rodillas cedieron. Un instante después, su cuerpo se desplomó con un golpe seco. Para un hombre tan frágil, tanta tensión no podía traer otro desenlace. Los profundos aguantamos más, somos más machos que cualquiera, donde va a parar.

—¡Llevároslo y que repose! —bramó Cthulhu—. ¡Y que alguien me traiga dos Focusynes! Mi mente debe afilarse, la hiperactividad es una carga intolerable.

Sin mucho miramiento, Juanito y yo lo agarramos por las axilas y lo arrastramos por la plataforma de acero, esquivando charcos de aceite y cables sueltos, hasta que encontramos una esclusa que nos parecía adecuada. Lo empujamos dentro. Un sonido hueco, un distante chapoteo. Perfecto. Le daríamos unos minutos, diez a lo sumo, para que recompusiea su espíritu y luego, de vuelta ante nuestro gran señor.

Tras tres minutos, el tiempo acordado, Juanito abrió la esclusa con un resoplido metálico.

El horror nos golpeó como una ola gélida. Parecido a cuando te dice tu mujer que ha visto tu móvil y quiere hablar contigo.

No le habíamos lanzado a una sala. Le habíamos lanzado al mar.

Boca abajo, flotaba a 150 metros de distancia, mecido por las corrientes, inmóvil como una marioneta sin hilos. Nos miramos en un silencio aterrador. La certeza nos invadió: Gromenauer no regresaría.

Regresamos junto a Cthulhu, resignados a recibir el castigo merecido por nuestra torpeza. Ya era el cuarto psicólogo que nos cargábamos por razones que nadie parecía recordar con claridad.

Pero el gran Señor de las Profundidades, en un inesperado acto de extrema madurez, nos sorprendió con un arrebato de hartazgo divino.

—Me voy a mimir otros mil años —sollozó con una mezcla de furia y agotamiento—. Estoy hasta los cojones. Haced lo que os dé la gana.

Sin más, el cefalópodo encanijado con tentáculos se deslizó por la borda de la plataforma, y se lanzó al mar. Lo que debería haber sido un coloso abriéndose paso hacia las profundidades del océano se observó como si alguien hubiera lanzado un saco gordo de basura desde un quinto. Un planchazo contra el agua que dolió de verlo.

Abajo, en las profundidades insondables, le esperaba la ciudad sumergida de R’lyeh, lista para recibir a su amo en su letargo milenario.

—¿Y ahora qué hacemos? —susurró Juanito, con el pánico reflejado en cada línea de su rostro—. ¡Yo no sé hacer nada aparte de servir a nuestro señor!

Le miré con fastidio, sintiendo que la responsabilidad, una vez más, caía sobre mis hombros.

—Tengo una idea —dije, aunque no con mucho convencimiento—. No es brillante, pero podría funcionar. Hace unos meses alquilé un local en Toledo. Podríamos montar una empresa de visitas guiadas por la ciudad, algo con un toque siniestro y esotérico… "Arcanum et Sinistrum Toletanum".

La propuesta quedó flotando en el aire, absurda pero intrigante. Ritualismos, cocidos toledanos, endeudamientos, impagos a proveedores… lo que mejor sabíamos hacer. Si Cthulhu podía dormirse otros mil años, bien podríamos encontrar nosotros un pasatiempo acorde.

"Ph'nglui mglw'nafh Cthulhu R'lyeh wgah'nagl fhtagn'hgur" (En su casa en R'lyeh, Cthulhu muerto espera soñando muy harto de todo).

FIN.

Safe Creative 2506102072221.
Todos los derechos reservados.


¡No te pierdas más aventuras de Juanito y Carlitos bajo el siguiente enlace!

¡La banda sonora del desternillante relato! 

Miley Cyrus - End of the World.



Sigue a Klaus @ en Instagram

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Mis mejores escenas de Televisión y Cine (I)

Steelheart - Brandon Sanderson