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El faro sumergido - Luis Fernández

 


  🤡version divertida alternativa


    Al poco de adentrarme en las gélidas aguas oscuras del embravecido mar, vislumbro en las profundidades el faro. Un Polifemo sumergido y cegado en su ciclópeo ojo. Respiro gracias a mis branquias, ocultas desde hace años en la superficie bajo un pañuelo. Poco después alcanzo la verdusca cúpula del faro. Amorfas sombras de criaturas acuáticas parecen escabullirse al enfocar mi linterna el interior de las resquebrajadas vidrieras recubiertas de algas marinas. La antigua lente juega a viejos tiempos, atrapando la luz que le llega y, con su reflejo, hace un amago de encenderse. Leves corrientes marinas siguen rotando la lente arrastrando con ella hileras de algas marinas con cada giro.

    Me introduzco por una de las vidrieras rotas con la esperanza de poder acceder al interior del faro. La oxidada balconada, ahora convertida en amenazantes lanzas puntiagudas, me desafía a intentar acceder por la puerta. Débilmente me intentan cerrar el paso alguna de las criaturas de las vidrieras. Reconozco por sus podridos pullovers de lana, sus chubasqueros semi devorados y sus rostros sin ojos, que deben ser parte del barco Massachussets naufragado hace años en las costas de Dargord.

    Les alumbro con mi fuente de luz y la mayoría huyen al cobijo de las gélidas sombras de los pisos inferiores. Algunos de los desgraciados marineros me observan con sus cuencas vacías y gorgotean sonidos desconocidos. Uno de ellos, me señala con los restos de un simulacro de mano. Me interno cuidadosamente en el interior del faro por una de las vencidas vidrieras. La llave del interior del bolsillo de mi pantalón arde cada vez más con el contacto de mi muslo y empieza a emitir un suave zumbido. Dentro del faro, oigo el retumbar de tambores.

    Bajo buceando hasta la casa del torrero. Libros abiertos flotan como perezosas palomas por la estancia que debió ser su dormitorio. La cama deshecha del farero parece seducirme a recostarme en ella, abriendo sus desgastadas sabanas seductoramente a mi paso. Las paredes ennegrecidas, aún con fotografías, muestran símbolos y runas desconocidas sobre un detallado mapa tallado a mano de Dargord. La casa de mi familia está subrayada varias veces. Una bostezante caja provoca mi curiosidad. Al examinarla retrocedo un metro horrorizada. En su interior está un cráneo descarnado. Es el de mi madre. Lo sé.

    Llego a la base del faro tras pasar por unas cada vez más ennegrecidas y turbias aguas. Las criaturas intentan tocarme, apresarme con sus garras, pero el calor que emana mi llave las espanta y las hace cambiar de idea. Nado a la base donde espero encontrar la entrada. Enfoco con la linterna el cuerpo descompuesto cerca del portón. Es un cadáver clavado a la pared de un modo impío. Es mi hermano Per con el rostro desencajado. Parece llevar años aquí, cuando se marchó tan solo algunas horas antes. Le descuelgo y aparto amorosamente de la entrada. La carcasa vacía que tiene por cuerpo se deshace como un mendrugo en una corriente de agua.

    El portón minuciosamente tallado con la majestuosa figura de un Kraken se comba a cada golpe que procede de su interior. Pum, pum, pum. Algo desea salir. Algo GRANDE. Algo que no es de este plano terrenal. Desde su interior provienen de igual modo el ruido de los tambores que oí anteriormente. Extraigo mi llave del bolsillo. Virutas de vapor se desprenden mientras introduzco mi resplandeciente llave en el segundo candado. El otro candado yace abierto a los pies de mi difunto hermano. Giro la llave y el candado se deshace en el suelo de la estancia como una aspirina en un vaso de agua. Pronuncio las estudiadas palabras con el timbre de voz necesario para romper el último vestigio protector. El portón se abre lentamente, el ruido de los tambores cesa y vislumbro desde su interior un nervudo tentáculo abriéndose paso…


Algunos días antes

    Erin entró atropellada a mi habitación de la universidad de Miskatonic, a última hora de la tarde. Agitaba un telegrama a mi nombre. Yo ya estaba terminando de recoger mis libros y cerrando la maleta. Sollozando, me decía que lo lamentaba mucho pero que tenía que darme muy malas noticias. Por supuesto, ya conocía el contenido del telegrama; el abuelo me lo había anunciado noches atrás en un sueño.

    El honorable Jens Obediah Blekksprut, mi abuelo, había fallecido ayer por la tarde.

    En el sueño premonitorio, el abuelo Jens, hinchado como un pez, cubierto de hematomas y algas, flotaba en una parda viscosidad. Tenía los ojos abiertos de par en par. No eran estos ojos normales sino más parecidos a los de un pescado muerto. Vidriosos, fríos, desprovistos de vida alguna. Me gritaba con la boca cerrada que debía volver a Dargord. Que debía cumplir el destino que mi familia había querido evitar todos estos años escondiéndome en la Universidad de Miskatonic. Lo que antaño fue cálido timbre, esa voz afable que me relataba de pequeña, amorosamente, leyendas del amplio mar y de su vida de farero, se había transformado en un grotesco gorgojeo. Su ahora altiva voz, desconocida para mí, me ordenaba volver a mi pueblo pesquero, sin posible dilación. La última imagen, antes de despertar, era la expulsión de una viscosidad parecida a la tinta de un calamar, de su exageradamente amplia boca llena de pequeños colmillos como alfileres.

    Cuando desperté ya no me encontraba en mi cama, si no en la Biblioteca mayor frente al escudo de la Universidad "Ex Ignorantia Ad Sapientiam; Ex Luce Ad Tenebras" (es decir "De la Ignorancia a la Sabiduría; De la Luz a la Oscuridad"), vestida tan solo con un camisón. Me levanté el cuello del camisón púdicamente para cubrirme las branquias.

    Apenas somos cuatro estudiantes femeninas en la Universidad. Ser mujer, de pelo rizado rojizo, con vitíligo segmentario en más del sesenta por ciento del cuerpo no ha facilitado especialmente mi aceptación entre los estudiantes masculinos. Tampoco ha ayudado mi abierta orientación sexual que nunca he anunciado, pero tampoco ocultado. Era y soy un bicho raro incluso en una universidad tan selecta a la par de exclusiva, tan acostumbrada a lo exótico y al estudio paranormal. Es más fácil pasar desapercibida estudiando lo arcano que tener una relación "amorosa" con la estudiante Erin del mismo sexo. Tras los primeros meses de novedad, mi "exotismo" pasó a ser un tema secundario entre los estudiantes más preocupados en aprobar los exigentes exámenes del profesorado.

    Abrazada a Erin, le confirmo que ya he hablado con el rector y que me marcharé dentro de un rato. Ella insiste en acompañarme, que no debo pasar por ello sola. Rechazo su invitación a acompañarme de nuevo y le confirmo que siempre la amaré. Qué jamás debe permitir que nadie escriba por ella en el libro de su vida, que nadie le imponga a quién o cómo amar. Que yo soy solo una página en su libro. El resto está en blanco. Deseoso de ser escrito. Le hago prometérmelo.

    Me acaricia el cuello, ese mismo cuello que cree lacerado a los laterales por un intento de suicidio cuando era joven e impulsiva. Una piadosa mentira. El mismo cuello que oculto con un pañuelo a diario. Me pide que la escriba y que vuelva junto a ella. Miento, la beso una última vez y salgo por la puerta. No volví a verla nunca más.

    Cuando llego al puerto del ahora abandonado pueblo pesquero de Dargord, mi hermano Per me está esperando bajo la copiosa lluvia. El barquero me ayuda con la maleta y se marcha escupiendo a mis pies, como alma que lleva el diablo con un escueto; "Aberraciones. Maldito culto. Con este último viaje, mi familia paga su deuda". Mi hermano le fulmina con la mirada y le lanza cuatro monedas al interior de su embarcación. Me abraza y me saluda con un escueto "La ceremonia ya ha empezado", como único saludo. Asiento y aceleramos el paso dirección al cementerio. El pueblo ha pasado de tener un aspecto saludable e idílico a ruinoso, sucio y abandonado en menos de una década. Ya nadie vive aquí excepto mi familia. Mi madre se arrojó desde los acantilados a la muerte, al descubrir el año pasado que volvía a estar embarazada. Nunca fue fuerte. Nunca fue un miembro valioso del culto. Sólo un recipiente necesario para albergarnos a mi hermano y a mí.

    Al mismo tiempo que llegamos al camposanto, las olas se tragan al barquero haciéndole naufragar. No llegó a regresar nunca a su hogar. Ahora sí estaba pagada su deuda.

    Al llegar al cementerio, mi padre de pie observa, desprovisto de sentimiento alguno, la lápida del abuelo. A una distancia considerable, un grupo de desconocidos de ropajes negros susurran una cantinela. La lluvia se intensifica. Amplias cortinas de agua los ocultan para hacerles desaparecer poco después.

    Regresamos a casa de mi padre. Mi progenitor empieza a hacer la cena mientras mi hermano pone la mesa. Cenamos en silencio unos insípidos pescados. Mi hermano vuelve a observar con sumo detalle las manchas de mi vitíligo en brazos y manos. Después anuncia con un sonoro bostezo estar cansado y que se retira a su cuarto. Mi padre me ordena quedarme, y sólo una vez que oye cerrarse la puerta del cuarto de Per del piso superior, me pregunta si he traído la llave. Le contestó afirmativamente. Es hora de abrir el portón, anuncia. Mañana se lo diremos a tu hermano, continua. Fuera sigue arreciando la lluvia.

    La falta de pigmentación de mi piel no es una enfermedad… es un mapa. Un detallado mapa para seguir las corrientes marinas que me indicarán la ubicación exacta del faro perdido. La entrada al viejo mundo. Intentar acceder al faro sumergido sin seguir estás indicaciones, sin valerse de estos pasadizos marinos, es perder por cada minuto de inmersión el equivalente a un año de vida en sus negras aguas. Juntando la parte interior de las palmas de ambas manos se descubren las palabras exactas que deben ser pronunciadas para abrir el portón. Y finalmente, la llave que me entregó mi abuelo años atrás, para protegerla, es solo una de las dos que nos harán falta para completar el noble destino de nuestra familia. El destino irrefutable y sellado de los Blekksprut.

    Despierto con los enfurecidos alaridos de mi padre, confirmando que mi hermano es más estúpido de lo que jamás llegó a pensar y que ya ha partido camino al faro, para ser el primero en dar la bienvenida a nuestro señor Yog-Sothoth. Sabedor ahora qué corrientes seguir para acceder al faro, desconocedor que la falta una de las dos llaves y que no podrá abrir el pasaje.

Ahora

    El gigantesco tentáculo me atrapa y empieza a quebrarme los huesos. El sonido de los tambores se intensifica. Voluminosas columnas de fuego del interior de la dimensión de mi señor convierten el agua residente en vapor. Un majestuoso ojo sin párpado me observa curioso y un segundo tentáculo estruja mi insignificante cuerpo. Me está partiendo como una nuez. Antes de que todo se oscurezca, pienso en Erin, y espero que el reinado de Yog-Sothoth, sea benevolente con ella. Ya que yo no lo veré.

Yog-Sothoth conoce la puerta. 
Yog-Sothoth es la puerta.
Yog-Sothoth es la llave y guardián de la puerta.
Pasado, presente, futuro, todo es uno en Yog-Sothoth.


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¡Muchas gracias a mi hermano Klaus y a Beto por su paciencia, sus constantes mejoras de estilo y expresiones! Vamos, que el relato estaba hecho un cromo... hahahaha

SafeCreative  2205311270861

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