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Por un montón de Likes - Luis Fernández (3a parte de 3)


Por un montón de Likes - Parte 1 & Parte 2


Coordenadas 40°25′28″N 3°40′32″O (Subsuelo de Madrid)

    Tras recorrer un angosto pasillo débilmente iluminado por un puñado de velas, nuestros amigos llegan al interior de la iglesia. Aquella basílica apócrifa es muy anterior al cristianismo y mucho más grande de lo que se podría esperar de un templo excavado en la roca y bajo el suelo de Madrid. Las raíces se cuelan por fisuras que el tiempo ha creado en paredes y techos. Una ancha grieta trae la podredumbre de las cloacas desde la superficie y ha creado un pequeño arroyo de aguas negras que recorre el lugar sagrado. Todo el templo parece a punto de desplomarse, y solo el amparo de algunas vigas de madera apuntalan un techo que hace decenas de años no miran al cielo sino a grandes capas de tierra. Algunas partes del techo se han desplomado y yacen desganados por la estancia. Una pesada sensación de inestabilidad envuelve la estancia. Ambos exploradores sienten que una voz más alta que un susurro pueda terminar por enterrar el templo, con ellos dentro, para siempre. Los grabados rudimentarios de las paredes muestran seres extraños haciendo guardia en portales luminosos y una figura de atributos femeninos, que ya ha perdido la cabeza, reina sobre ellos. El pasillo central de la iglesia es seccionado por una decena de bancos destartalados, donde aleatoriamente, estatuas color ceniza de amplios ropajes parecen asistir a la misa, sentados o rezando. El aspecto grotesco y vencido por el tiempo de la iglesia queda subrayado por el altar decorado profusamente con flores frescas dedicado a la Difunta Correa.

   Aquel escenario no es tan sorprendente como encontrar allí a Chickaboom. Su figura encorvada tras el altar está revolviendo entre los restos del suelo, en busca de algo. Les saluda con una mano y les indica que se acerquen. Amplias nubes de polvo se levantan y revolotean al paso de los urbexers. A Happy le parece intuir que las estatuas poseen algún tipo de vida y se desplazan a su paso. No mucho, algo, casi imperceptible. Al llegar al altar, echa la mirada atrás repentinamente para pillar por sorpresa a las estatuas… Nada. Pero observa que son solo dos pares de pisadas las que han dejado huella desde la entrada de la iglesia hasta el altar. Las muy reconocibles pisadas de sus tacones Gucci y las "botarras" de Santiago alias Urbex_DemiGod. Las de su hermano son susurros en el suelo, tan débiles, que apenas se vislumbran.

    —Como no gane algo de peso, un día de estos se lo lleva el viento —justifica Happy sin darle más vueltas— ni huellas deja el tío.

    —Hola Happy, qué alegría verte. Al final lo conseguiste. Hemos dado con Pablo, y podemos traerle de vuelta, pero antes necesito explicaros tanto a Santiago como a ti unas cosillas de nada —explica risueña Chickaboom—. ¿Por cierto, has cogido bastante peso, no?

    »El movimiento Urbex es cada vez más popular. Eso es un hecho. Nada nuevo. Casas abandonadas, sanatorios ocultos tras frondosos bosques, residencias de menores en la mitad de la nada… El misterio de los Lost Places o lugares abandonados ejercen una fuerte atracción sobre cada vez sobre más personas. Pero lo que casi nadie intuye que estos lugares son mucho más peligrosos de lo que los urbexers se imaginan. Santiago ya te ha puesto al corriente del peligro de romper las reglas, pero no conoce toda la verdad. Nunca estás realmente solo en estos sitios. Son custodiados codiciosamente y en secreto por unos seres. Los que transitan. Llegaste a ver a uno de ellos en la India, el sacerdote ése que dejastéis manco o al zorro. Pueden aparecer adoptando la forma que viste — Chickaboom señala en tono solemne a Happy.

    »Se alimentan de nuestra alma. ¿Recuerdas la sensación extraña al volver de una exploración? Hemos abonado el tique de salida a un precio carísimo sin saberlo, nada menos que con una parte de nuestra alma… el principal alimento de esos seres. Estos sitios una vez visitados, siguen tentándonos una y otra vez. Y aunque es cierto que seguimos pagando el precio por visitarlos, el pago es menor. El hambre por visitar estos sitios persiste pero se sacía mucho mejor con lugares nuevos. Ellos lo saben. Y por ello la atracción, el hambre se debilita. Son codiciosos, prefieren saciarse de golpe, darse un atracón y no con migajas.

    »Mucha culpa la tienen estos seres, nos seducen con volver y esta vez romper las reglas si antes no lo hemos hecho... un edificio prohibido, pero no vallado, una ventana tapiada pero que, con un buen empujón, cedería o una entrada por el sótano... Múltiples posibilidades de entrar si rompiésemos una o dos reglas. Estos seres saben que si rompemos, no una, si no todas, nos quedaremos con el marcador del alma a cero y anclados ipso facto al lugar, da igual que dispongamos de un código trampa en forma de muñeca quemada o de un amuleto. Le pasó a Pablito. Y con el tiempo estos anclados, quedan olvidados, hambrientos y se transforman poco a poco en parásitos, en nuevos guardianes. Es su ciclo vital.

    »Pero dónde hay sombras debe haber luz, y otros seres, Los revisores, apóstoles del culto de Santa Correa les plantaron cara. Legionarios de la misma iglesia que estáis pisando ahora mismo ¿A qué mola? Bueno, está algo deteriorada, pero oye, para llevar casi 60 años bajo tierra... ¿Qué más quieres?

    »Hace más de 150 años , el culto de la Difunta Correa, Los Revisores, acordó un trato con los Nigoi o los que transitan. Un pacto de contención o de no agresión. Como queráis llamarlo. Eran las famosas reglas del Urbexing. Si alguien se las saltaba, los Nigoi estaban autorizados a alimentarse. Por supuesto, fueron ingenuos. Subestimaron el enorme poder de atracción de estas localizaciones. El ser humano es curioso por definición. Se siente atraído por estas localizaciones como polillas a la luz. Los seguidores, conscientes de su fracaso en la contención, idearon un plan más agresivo. Harían arder hasta los cimientos sus lugares de abandonados, sus "comederos". Pero fue otro fracaso. Y en lugar de espantar a los urbexers, sólo consiguieron multiplicar aún más el interés en visitarlos. Otro fracaso.

    Obligados por las circunstancias, negociaron una tregua. Ellos les permitían abrir más localizaciones o sacarlas a la luz con la condición de que habría una opción: traer de vuelta a las personas ancladas. Llamémoslo, en argot de los juegos, darles una vida extra. Los revisores tenían un último plan de contención oculto más ambicioso que pensaban activar a espaldas de Los que transitan. Poco o nada se ha sabido de qué opción se negoció, hasta ahora.

    —¿Y qué interés tenían esos seres en ser nuestros ángeles de la guarda? ¿Y tú que pintas en todo esto? —pregunta Happy, aturdida con tanta información y profundamente aburrida—. ¿Por qué la gente habla tanto? ¿Por qué no van al grano? No me entero de nada.

    —No tengo ni idea por qué quieren protegernos, de su agenda oculta, pero sí te puedo decir que a mí me reclutaron los buenos. Gracias a Rodri y la famosa muñeca de plástico, hemos podido localizar a Pablito, pero tenemos un problema. No es nada fácil sacarlo y debemos hacerlo antes de que termine su transformación en uno de ellos. Nos quedan pocas horas. El tiempo fluye de forma diferente en su plano. Pero tenemos un as en la manga... un descendiente directo de María Antonia Deolinda Correa... ¡Tachán!

    —¡Y ésa soy nada menos que yo! —afirma con rotundidad una envalentonada Happy—. ¡Lo sabía, desde el principio! Apartad vulgo... Ya estoy yo aquí para salvar el día...

    —Eh... pues no, prenda —la corrige Chickaboom volteando los ojos—. Es nuestro amigo Santiago, alias Urbex_DemiGod.

    Escondido a la entrada de la iglesia, un zorro semi devorado observa curioso la escena y relame una de sus patas descarnadas. Esgrime una sonrisa antinatural y vuelve al amparo del pasillo en penumbra riéndose como un niño pequeño donde una mano de largas uñas negras le acaricia el pelado lomo.


    Rodri continua la historia sentado en uno de los bancos. Le cuesta cada vez más respirar.

    —La última opción o el plan de contención final era hacer entrar en el juego a un descendiente directo de la Difunta Correa, cuya identidad se guardaba con sumo recelo en el culto. Se jugaría esa carta tan solo en el peor de los casos. Aquí es donde entra en liza la madre de Santiago. No es verdad que se suicidó en la residencia de menores que Pablo y yo mismo visitamos años atrás y dónde Pablito, a la postre, desaparecería. ¿Y qué mejor manera de ocultar a un descendiente que bajo el mismo techo de uno de los sacerdotes de los malignos, la madre superiora de la residencia? Exacto. Corrompida por el sabor acaramelado de las almas, dicen que huelen a palomitas de caramelo de las ferias, se había entregado en cuerpo y alma a Los que transitan. ¿Su pago? Algo tremendamente aburrido y banal.  ¿Dinero y riquezas? ¡Qué va! ¡La Inmortalidad!

    »Berta, la madre de Santiago, tuvo que tomar la más terrible de la decisiones. Al quedar embarazada, tenía que proteger a su hijo a cualquier precio. Debo corregir que Berta no era monja, esa información era un malentendido. Era la cocinera, con un hijo en camino. Las monjas la acogieron y para salvaguardar su honra, la ocultaron en la residencia para que allí diera a luz fuera de las incriminatorias miradas de una caduca sociedad. Muchos años después, se sacrificó sabiendo que su muerte sería la única excusa viable para que Santiago pudiese salir adoptado de la residencia y de la atenta mirada de la madre superiora. Al día siguiente tras encontrar el cadáver ahogado de Berta en el pozo, uno de los apóstoles del culto de Correa, aparecería en la residencia para llevarse a Santiago. El hijo de Berta, que jugaría un papel fundamental más tarde...

    Rodri no puede terminar la frase al surgir entre las sombras, acompañada de un zorro medio carcomido, una imponente figura. Largo pelo negro suelto semi canoso. Manco. Viste un elegante traje color marfil y su única mano está adornada por media docena de anillos. Sus ojos desprenden fuego y odio a la par. La mera presencia de la iglesia debe ser una agonía y una tortura para él, pero no impide su paso firme dirección al altar. Los bancos son barridos por su presencia y se apartan chirriantes de la figura, arremolinándose a los laterales.

  —¡Es Diego, el cigala! —grita una animada Happy entre chillidos, sin parar de cerrar y abrir los ojos y menear ostentosamente la cabeza! —¡Me encanta tu música! ¿Qué haces aquí? ¿Das una fiesta privada? ¿Me invitas? ¡Tienes más anillos que Thanos, el titán loco! Me regalas uno, ¿El del pedrusco gordo? —Happy no pregunta, ametralla a la siniestra figura con una batería de preguntas una tras otra.

    —Happy, no es Diego, el cigala, es el sacerdote de la India, Hapreet Nahinrayan, que ya tuviste la desgracia de conocer hace algunos meses —le corrige Chickaboom—. El Cardenal blanco.

    —No me gusta perder el tiempo —dice un altivo Nahinrayan—. Así que iré directo al grano. Permito devolveros a Pablito —pronuncia su nombre con una mueca de asco— y no os mato aquí mismo. Con el marcador de alma al 100%. Vosotros, a cambio, os marcháis y dejáis de importunar a los míos. Todo esto os viene demasiado grande. Jugáis con cosas que están fuera de vuestro entendimiento. Las cosas son como son. No lo va a cambiar una influencer bajita de tres al cuarto de tetas gordas y su panda de inadaptados sociales. Es más, de lo que os merecéis. Es mi única oferta.

    —¡No me pienso bajar ni una sola canción más tuya! ¡Cantas fatal para ser un miembro de Camela! —afirma con rotundidad Teresa besándose los nudillos para abrir su puño después, mirarle desafiante para acto seguido enmudecer como los demás y caer de rodillas. Cómo si la hubiesen desconectado de la corriente. Los demás corren el mismo destino a excepción de Santi.

    —No tan deprisa —interrumpe incrédulo Santiago al sacerdote mirando a su alrededor y analizando la situación—. Tú... tú nos tienes... miedo. Tenemos algo que te asusta. Si no, no habrías empezado ofreciendo un pacto. Y, además, de todos nosotros, solo te intereso yo. El único que no ha caído bajo tu ataque hipnótico. Vuestro poder se nutre de nuestras almas. Almas que os proporcionan los Lost Places mayormente. Pero os interesan bien poco los lugares ya conocidos, los masificados no os aportan apenas energía ¿cierto?

   —No tengo tiempo para discutir contigo, gordito. Es un pacto de caballeros. Yo os doy lo que buscáis, y vosotros... mejor dicho, tú, nos dejas en paz. Los mejores tratos son los sencillos. Lo más fáciles de cumplir. Mi palabra y la tuya. No hace falta firmar nada. Vamos. ¿Ves a tu amigos, hincados de rodillas? Puedes acabar con su dolor, es muy fácil. Con cada movimiento que realizan se rompen un hueso. ¿Qué dolor, cierto? Haría falta mucha fuerza de voluntad, resistencia al dolor para soportarlo. Y tus amiguitos para eso son unos fracasados. Unos "mataos" como decís los jóvenes. Dame tu palabra y yo te doy la mía. Cerremos el trato —ofrece un aparentemente tranquilo Cardenal. Su zorro mascota, en cambio, corretea nervioso entre sus patas.

    —Quieres que os deje en paz... insistes, mucho en ello. Ah, ahora lo entiendo. Ya sé a qué te refieres con dejarte en paz… no quieres que levantemos más polvo, no quieres haga pública mi lista de Lost Places. Os haría polvo que se conocieran todos de golpe. ¿Pues sabes lo que te digo? Que te den por culo —afirma Urbex_DemiGod activando su móvil y lanzando las localizaciones de forma masiva a infinidad de servidores a disposición de toda la comunidad Urbex.

    O al menos eso cree. No hay red, nada, ni una raya. Santiago, desesperado, no puede creer que, habiéndose jugado su carta maestra, ahora se haya quedado desprotegido por un tema tan trivial. Por haber ahorrado unos euros en la compañía telefónica. Se maldice mil veces. Vuelve a mirar su dispositivo... nada. Ha perdido.


    —Estúpido. Tienes razón con que no nos interesa que vosotros, bolsas de carne, sepáis de nuestras estaciones de alimentación... y que hacerla accesible a todo el mundo, no hubiese terminado con nosotros, pero nos habría debilitado en sumo grado. Pero bueno, en fin, la vida es una mala puta, ¿verdad?— dice riéndose El Cigala. 

    El crac de un hueso de Happy al moverse y partirse es contrarrestado con un sonoro blip en el móvil de Santi. La influencer acaba de compartir con él su Hotspot. Una mueca de satisfacción alumbra el rostro de Teresa. Su mano derecha está partida, pero eso ya no importa. Santi acepta el Hotspot de Happy, le manda un imaginario beso y lanza masivamente a la red Urbex todas y cada una de las coordenadas de las localizaciones.

    —Jódete, cigala —susurra Happy antes de caer desmayada mientras el Cardenal Blanco desaparece junto a su zorro entre espantosos gritos. La iglesia se empieza a derrumbar.

Coordenadas 40°25′17″N 3°40′15″O (Madrid)

    En la sala de urgencias del Hospital universitario Santa Cristina, Rodri le alcanza a Happy un café mientras esperan que el doctor termine de redactar los informes. La mano enyesada de Happy descansa inmóvil como un pez muerto sobre su regazo. Teresa con la mirada perdida pregunta a su hermano que qué demonios ha pasado.

   —Estamos vivos, Tere. Es lo que importa.

    —¿Qué hay de lo demás? ¿Y de Pablo?

    Tampoco recuerdo mucho. Cuando la iglesia se empezó a caer a trozos. Recuerdo que Santi nos ayudó a salir al pasillo del metro y que se volvió en busca de Chickaboom. Luego ya nada. Creo que estarán bien. Tienen demasiados cojones para palmarla. Pero hablando de cojones… Los tuyos. Encender el móvil aun sabiendo que te ibas a partir un hueso. Estoy muy orgulloso de ti, hermanita. No eres tan gilipollas y egoísta después de todo —le pega un codazo en las costillas—. Te quiero un huevo, un súper huevo. En cuanto a Pablo… creo que es demasiado tarde para él. Oye… no me estarás grabando, ¿verdad?

    Happy se hace la ofendida, súper ofendida y apaga el móvil a escondidas al grito de cómo se atreve a dudar de ella. Ambos ríen y el mundo da algo menos de miedo, aunque solo sea por unas horas.

Epílogo.

    Josetxu se está terminando de vestir el traje de neopreno. Pronto se sumergirán en las frías aguas del Atlántico. Le acompaña Meritxel, su novia. Ella no está muy de acuerdo en bucear a lo loco en busca del barco hundido. Nunca ha entendido muy bien esa pasión por los lugares abandonados y menos si están bajo agua. Ha leído algo de una reglas a lo que Josetxu se ha reído, brazos en jarras. Entre risotadas le ha dicho que eso son tonterías. Además, no se aplican en la mar. No correr, no ir solo… gilipolleces. Nadie ha dicho nada de bucear. Josetxu dirá lo que quiera, pero ella se ha informado un poco y antes de vestirse, agarra la cadenita que le regaló su padre antes de morir y la besa. Después revisará sus redes sociales… hoy toca nueva entrada de su influencer favorita, Happy Panda.

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Diego, el cigala - Si tú me dices ven


Camela - Sueño contigo


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Comentarios

  1. Me han gustado mucho las historias Urbex. Veo mucho potencial para más relatos y un futuro libro. Me imagino relatos en un bloque de apartamentos abandonados, en estaciones nucleares, en presas, en silos de armas nucleares, en pueblos test de oscuros ensayos, en estaciones de esquí olvidadas... Puf. Tienes material y calidad. Adelante.

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    1. Gracias rey. De momento tengo en mente, una de un barco hundido y otra de un bloque de apartamentos en... Chernobyl

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    2. Jajaja muy divertida. Propongo un antiguo manicomio, un plató de televisión abandonado... La verdad, me ha gustado mucho

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