Una mirada a la oscuridad - Philip K. Dick
De todos es sabido el problema que Philip K. Dick tenía con las drogas. También es cierto que pertenece a una época en la que se habían idealizado, además de su uso recreativo, como un potenciador de la creatividad.
El libro, no obstante es un alegato en contra del consumo de estas y, de hecho, al final hace mención a una lista de amigos y conocidos personales que se vieron afectados por estas. Muerto, trastorno mental, enfermedades crónicas. Se incluye a sí mismo en la lista como un tal Phil.
Originalmente publicado en 1977, se sitúa en el futuro de los 90. La sociedad sufre una pandemia en la que un 20% de la población está enganchado a las drogas. Sobre todo a la sustancia M. Lo llaman la muerte lenta. En este futuro distópico la policía posee una tecnología que permite espiar a la gente sin miramientos.
Algunos, como Fred, se infiltran haciéndose pasar por otro flipado más. Trapicheando y drogándose para integrarse en el mundo de los traficantes. Fred asume la identidad de Bob Arctor, un traficante de poca monta. Vive con otro par de drogatas y está medio pillado por una cocainómana, Donna.
Cuando recibe órdenes o entrega informes, los agentes de policía, para seguridad de los infiltrados, se entrevistan con un traje disruptor que no permite conocer la verdadera identidad del interlocutor. Hank, su supervisor, encuentra al propio Arctor como el más sospechoso del grupo. Así que, Fred el policía tiene que espiarse a sí mismo.
La deriva de dualidad, doble personalidad y confusión, debido tanto a las drogas como a la situación en sí, va en aumento. Fred/Bob pierde la cabeza y ya no sabe quién es.
Tiene diálogos tronchantes, muy de flipados, que aprecen sacados de un episodio de Bob Esponja. Por ejemplo en el que, uno de ellos, compra una bicicleta robada. Le han dicho que tiene nueve velocidades. Cuando se ponen a mirar bien la bici ellos solo encuentran siete velocidades. Empiezan a ponerse nerviosos, ir a reclamar (reclamar algo robado), que les han estafado. Sí, mira. Dos delante y cinco detrás: siete. De alguna manera, los ladrones les han escamoteado dos velocidades. Antes de ir a pelearse por la supuesta estafa, deciden que alguien imparcial les diga algo sobre las velocidades. Paran a un chico por la calle y les explica que la bici tiene diez velocidades y que lo que han estado haciendo es sumar, cuando lo que tendrían que hacer era una multiplicación.
Un tema recurrente en la literatura de Philip K. Dick es la dualidad de la realidad. El no estar seguro de si lo que ves es real o no. ¿Son personas o son androides? ¿Es la realidad o es un sueño mientras me mantienen dormido como en Ubik? O, como aquí, ¿soy Arctor o Fred? ¿El policía o el traficante?
Una gran novela sobre las drogas, sobre las personas que consumen y su deterioro gradual.⭐⭐⭐⭐
Me encanta Philip K. Dick pero admito que sus novelas largas no son una lectura fácil. Gracias por la reseña.
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