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Año 3X d.C (después de Cthulhu). Una historia oral. Las secuelas

 

El estupendo booktrailer.

Antes
Hace ahora seis lustros que se inició el reinado de Cthulhu.

Durante siglos, los acólitos del primigenio habían ido allanando su regreso, anidando en todos los estamentos mientras multiplicaban la desinformación sobre su amenaza real. Ya lo sentenció, muy acertadamente, el célebre poeta maldito, Charles Baudelaire: "El mayor truco del diablo es hacernos creer que no existe".

Y así, desde las profundidades del poder norcoreano, un acólito del Gran Soñador, manipuló un experimental satélite ambiental cuyo fin no era otro que el espionaje para después provocar un cataclismo global.

Una calculada disfunción y reentrada en la Tierra, con el consiguiente impacto en una remota estación ballenera en Grytviken, en la isla antártica de Georgia del Sur, donde liberó hordas de microbios ancestrales, el mal de Ivanosky, que se hallaban encerrados en criptas de hielo

Ahora
El Gran Cthulhu yace inerte y muerto, pudriéndose desparramado sobre el puente de la destruida ciudad de San Francisco.

Sus secuaces, atónitos y asustados, los auto llamados Susurradores del Abismo, resisten perplejos en las grandes capitales, protegidos por grotescas criaturas; bomzis, híbridos de carne humana y horrores abismales y Nyarlath’gor, seres colosales del tamaño de los rascacielos, que expulsan incesantemente día y noche esporas a la atmósfera.

Antes
La liberación de los microbios tuvo efectos catastróficos en la humanidad. En un parpadeo de dos meses, el 98,8% de la humanidad murió, se transfiguró en bomzis Nyarlath’gor.

Los primeros eran seres deformes, mutados con una esperanza de vida muy corta, cuya única función vital era servir a Cthulhu y los segundos, era terraformar la Tierra para convertirla en un hábitat mucho más agradable para su señor.

Cthulhu estaba satisfecho, muy satisfecho y se retorcía las enormes manos de puro placer sentado en su trono.

Ahora
La ciudad de Valdepeñas se encuentra totalmente incomunicada desde hace veinte años. Nadie quiere entrar y nadie puede salir. Los acólitos de Cthulhu la designaron como Área K y establecieron un perímetro de seguridad de 150 km a su alrededor. Nadie habla de lo que hay dentro ni la razón de tan extremas medidas de seguridad.

Antes
El Gran Cthulhu se desparramó como un saco de basura sobre el puente de la devastada San Francisco. Sus ojos parpadearon varias veces de incredulidad y cayó muerto. Su último pensamiento, emitido telepáticamente a todas sus huestes en el planeta, fue el nombre de una ciudad insignificante de Ciudad Real, Valdepeñas.

Ahora
Soy de los pocos humanos que quedan y no he sufrido mutación alguna. Deambulo sola por la anteriormente colorida y viva Avda. Primero de Julio, sumida en mis pensamientos.

Una pequeña brisa, de vez en cuando, revuelve aquí y allá las hojas secas que se encuentran a mi paso. Poco queda en pie de esta ciudad tras varios años abandonada a su suerte. La voraz naturaleza ha reclamado su terreno. Exceptuando los hierbajos, Valdepeñas es una ciudad muerta.

Antes de que todo se fuera a la mierda, el ejército nos encerró en refugios provistos de un ecosistema autónomo para sobrevivir durante diez años.

Evidentemente, estos lugares no eran para el populacho. ¿Alguna vez se diseñaron para nosotros? ¿En alguna época de nuestra ya extinta historia fuimos importantes? Siempre fueron para las clases acaudaladas, los políticos y un selecto censo de personas, que debidas a su oficio o valía, podían aportar calidad a los refugios.

Al refugio de Valdepeñas no llegó nadie de tales características. Mi padre, un alto mando militar, cerró sus enormes compuertas en cuanto pudimos traspasarlas mi familia y yo. Apenas éramos ochenta personas para un refugio con capacidad para mil almas. Le suplicamos que las abriera para nuestros amigos, nuestros vecinos, el resto de la población. Él solo se limitó a responder: "Hago lo mejor para mi familia".


Antes
Los acólitos, asustados y parapetados en las grandes urbes, rumiaron su plan de acción tras la muerte de su líder. Algunos exigieron atomizar la ciudad de Valdepeñas con armas nucleares, un recurso mil veces visto en alguna película o videojuego, otros necesitaban —los más eruditos— conocer y estudiar este horrible acontecimiento. Valorar sus implicaciones, pero tras varios días discutiendo acordaron, de momento, aislar la ciudad. Ya verían qué hacer más adelante.

Mientras tanto, en Valdepeñas, nadie entraría ni saldría, y así estarán a salvo. O eso creían.

Ahora
Me dirijo al lugar exacto de Valdepeñas que ocupó la mente del Dios no-tan-inmortal en sus últimos momentos de vida.

Es el sitio más inverosímil del planeta, ubicado en un viejo centro comercial: una antigua guardería.

Todas las respuestas a la muerte del dios se supone que están aquí, y espero que también nuestra salvación.

Acabo de acceder al centro comercial por una derruida pared. Aquí se respira muerte y también, Dios me asista, un sentimiento que hace años no tenía…Esperanza.

Antes
No todos los que entramos en el refugio estábamos sanos, algunos estábamos ya infectados.

El caos se desató a las pocas semanas de nuestro aislamiento.

Ahora
La antigua guardería se halla en la planta inferior del centro comercial, es fácil localizarla por su letrero y sus paredes alegremente adornadas con payasos y duendes.

Siempre ha habido extraños rumores acerca de este sitio. Rumores que afirmaban que no era sino un lugar en el que el ejército realizaba experimentos con niños y que incluso uno llegó a escaparse. Otros afirmaban que era el sancta sanctórum de un grupo de vampiros llamado El Círculo.
 
Me había provisto de una palanca para forzar su entrada, pero observo con sorpresa que no me hará falta. El local me recibe con sus puertas abiertas. Ya han estado aquí, no soy la primera.

Antes
El 15 de agosto de 1977, un radiotelescopio recibió una señal de radio de origen desconocido durante exactamente 72 segundos proveniente de la zona oriental de la constelación de Sagitario alcanzando una intensidad 30 veces superior al ruido de fondo. A la humanidad se le dijo que dicha señal, conocida como Wow!, era indescifrable.

No era verdad. 

Los estudiantes de física de la afamada Universidad Blas de Rufino de Madrid consiguieron desentrañar su mensaje. Era un plan de ataque de los acólitos de Cthulhu que se llevaría a cabo en años posteriores.

Dada nuestra fama, los demás países se rieron de nosotros y no se prepararon para esa amenaza. Nosotros sí, y se diseñó un plan para construir refugios y laboratorios de estudios.

Pero también somos como somos, y la secreta financiación pública se dilapidó en otras cosas: estadios de fútbol, aviones privados, campañas políticas, carreras musicales de familiares de políticos.

En resumen, solo se construyeron apenas cuatro refugios; Torrejón de Ardoz, Navamorcuende, San Juan del Olmo y Valdepeñas.

En la última población se ubicó también un único y avanzado laboratorio de estudio.

Era una ubicación secreta bajo cientos de metros bajo el amparo de una insulsa tapadera de una guardería, donde una rama ultra secreta del ejercito llevaba años experimentando con prisioneros acólitos de Cthulhu. Sin resultados apreciables, sin avances significativos hasta que apareció Leyre, una niña con un potencial increíble. 

Se la torturó, se experimentó con ella, hasta conseguir extraerle un vial con sangre mutada que en ciertas condiciones sería un virus letal contra Cthulhu.

Tras poseer el cuerpo de una mujer, la doctora Megía, Leyre consiguió escapar de la base. Pero, gracias a Dios, los protocolos de seguridad funcionaron y fue abatida por unos militares en el propio centro comercial ante el horror de los clientes que ahí se encontraban. Los militares eliminaron también esa amenaza.

El cuerpo moribundo de Leyre, liberado al fin de su prisión de carne humana, empezó a mutar grotescamente, a crecer de un modo inaudito y desproporcionado sobre el suelo del centro comercial hasta cubrir toda la planta inferior del centro.

Los militares clausuraron el centro —reformas dijeron— y a las pocas semanas se produjo el incidente de Grytviken.

La localización del vial, de nuestra única esperanza, es incierta.


Ahora
Una sombra parece observarme desde la parte inferior del centro comercial. Al fijarme más detenidamente vislumbro un tentáculo que sostiene una cámara reventada. Golpeo con la palanca el suelo y la criatura desaparece chillando y sumiéndose de nuevo en la oscuridad.

Debo darme prisa, los bomzies son gregarios y habrá ido a buscar a más congéneres. Entro en la guardería sin más dilación.

Antes
Sacrifiqué a mi padre esta mañana, ya sólo quedábamos él y yo.

Al poco tiempo de aislarnos en el refugio, empezó a mostrar indicio de infección, al igual que el resto de habitantes del búnker.

Yo, sorprendentemente, debido a mi leucemia, parece que soy inmune a los estragos de la plaga que asola todo el planeta.

Lo sé ya que cursé estudios de hematología antes de que todo se fuera a la mierda.

Mi padre, en unos de sus pocos momentos de lucidez, me apuntó en un arrugado papel la ubicación de un lugar de nuestra población. Ahí estaban las respuestas, afirmó. Había recibido esas coordenadas hace veinte años cuando murió el gran Dios.

Mañana saldré del refugio, no sé cómo me afectara ver mi ciudad destrozada, ni si aún seré inmune. Será cuestión de averiguarlo.
 
Ahora
Me introduzco por una apertura en la pared de la guardería. Unas escaleras mal iluminadas se invitan a seguir descendiendo. De algún modo, sé dónde debo ir. Debo descender, descender cada vez más.

Hasta llegar a una puerta roja, una en la que tras ella se halla, mal etiquetada en una estantería, un vial de sangre. Su código de apertura es 1512.

Oigo ruidos en la parte superior. Ya vienen los bomzies. Son rápidos, me alcanzarán en pocos minutos. 

Encontré el vial. Estaba donde imaginé, en una sala aledaña a un laboratorio. Las luces se encendieron nada más penetrar en él. Era una estancia autónoma alimentada con unos generadores auxiliares.

Un extraño niño deforme con cara de pez, Álvaro, yace muerto en una esquina, pero aún así sigue emitiendo instrucciones de ayuda a nuestra raza.

Instrucciones de cómo debe crearse un virus, basado en la sangre del vial y la mía, para combatir a Cthulhu.
Cuando murió Álvaro, emitió un potente ataque que fulminó al único ser, Cthulhu, que estaba en su frecuencia mental.

Recibo otra instrucción de Álvaro. 
Tengo claro mi cometido. Todo pasa por un último sacrificio.
El mío.
La mezcla de mi sangre y la del vial creará una enfermedad letal para los invasores.
Me inyecto el vial.

Espero pacientemente la llegada de las criaturas que sin duda me devorarán viva.

Luego irán a sus líderes a comunicarles que la amenaza está resuelta sin saber que portan en su interior mi sangre, y que cual caballo de Troya, llevará a su propia destrucción.

Después
Los acólitos, en sus grandes urbes, recibieron con gran satisfacción el fin de la amenaza y la respuesta a la muerte de su líder, por parte de los bomzies implicados.
La muerte ya había entrado en sus hogares.
Se contaminaron el 31 de agosto del año 3X después de Cthulhu.

Es el fin de su era. 

Es paradójico que unos microbios acabaran casi con nosotros y unos microbios vuelvan a darnos esperanza.

Durante los siguientes meses y años la humanidad vuelve a recuperarse, vuelve a ser dueña de la Tierra.

Es el año I de una nueva era.



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La historia del laboratorio de Valdepeñas, de Leyre y de Álvaro.

La historia de la cámara rota y de los bomzies bajo el centro comercial.

Versión alternativa de la historia.

¡Más relatos inéditos de Cthulhu bajo el siguiente enlace!


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Comentarios

  1. Excelente final de fiesta de los meses del blog dedicados al gran Cthulhu. Todo tiene sentido. Deseando leer una continuación de este relato, puesto que la habrá ¿no?

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