Almas perdidas en la ceniza - Parte 3 de 10 - Luis Fernández
Relato 3 – La cita
Está lloviendo.
Llevo bajo la lluvia más de un cuarto de
hora. Hace tanto frío, que he escondido mis heladas manos en los bolsillos de
mi negra gabardina. Miro hacia la ventana. Se ve luz. Ella se asoma, me indica
con gestos que aún le faltan algunos minutos para estar lista. Le devuelvo la
sonrisa levantando el brazo. No hay prisa, le susurro. Ella se mira al espejo,
se termina de acicalar, deja una nota a sus padres. “No os preocupéis”. Se
vuelve a mirar al espejo. Ana es una chica joven y un poco coqueta. De formas
menudas y melena larga. Siempre me asombra lo bien que huele, como a fruta
fresca. Busco mi reflejo en uno de los interminables charcos temblorosos de la
calle, no tengo mal aspecto para mi edad. Me retoco un poco el flequillo. Oigo
ruidos de un ágil trotar escaleras abajo. Ana sale del portal con una tímida
sonrisa. Ya ha tomado una decisión con respecto a mí. Ahora sí confía en lo
nuestro. Como buen anfitrión le ofrezco cobijo bajo mi paraguas. Se abraza a
mí. Me dice que con esta ropa parezco mayor. Me río con ganas. Quizás tenga
razón. Noto su temblor como un perro pequeño.
- Estoy muy nerviosa -me confiesa Ana.
- No lo estés -le asevero, mientras la abrazo con fuerza.
- Llueve un poco, pero eso lo hace más bonito, más especial, ¿verdad?
Me contesta afirmativamente con los ojos.
Damos un paseo por el parque. Es tarde y lloviendo nadie se anima a perderse a
tan altas horas por aquí, excepto un hombre con prisas para ver a su última
amante. Ella no me es desconocida y también la visitaré pronto. Hablamos de su
vida, de su hermano, de la cantidad de cosas que quiere hacer, me río. Es muy
divertida. Mi corazón se estremece con el brillo de sus ojos, con las cosas que
me cuenta. La noche es espléndida y las estrellas, después del chaparrón,
parecen estar más cerca. Nos sentamos en un húmedo banco. Noto cierta tristeza
en su mirada. Me coge de la mano y me la acaricia suavemente. Mis largos y
huesudos dedos se entretienen en sus mejillas. Tiene la piel muy suave, aunque
su olor haya ido perdiendo su frescura desde que saliera del portal y se haya
diluido con la lluvia. La amo. Lo he sabido desde el principio. La quiero como
a todas las anteriores a ella. Nos levantamos. Rompo un poco el hielo
relatándola algunos chistes malos de curas y monjas. Se ríe nerviosa. Debo
cambiar un poco mi repertorio. No tenemos prisa y las horas juntos se pasan
volando. Terminamos en el coche. Unas sirenas se oyen en la lejanía. Se acerca
la hora.
En estos tiempos caóticos quiero darles un
cierto sentido a sus vidas. Que al menos puedan elegir su final. No puedo
evitar ser un romántico perdido.
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¡La historía continúa con la cuarta parte!
No te quedes sin leer las otras partes de "Almas perdidas en la ceniza" en el siguiente enlace!
Parte 1 - El vagabundo / Parte 2 - La expedición
Buen relato. Un poco tristón. En línea a tu estilo narrativo. ¿Para cuándo uno más alegre?
ResponderEliminarRecomiendo para relatos más alegres, un autor poco conocido pero en auge con dos muy divertidos libros en circulación. Los cuentos de Max y Menos Lobos, Caperucita integrados en el (por el momento, a falta de otro nombre) Klausiverso…
EliminarLo buscaré por internet, creo que el autor tiene un nombre exótico.
ResponderEliminarHahahaha
ResponderEliminarKlausiverso está bien como nombre
ResponderEliminarEsto está tomando unas dimensiones que piden libro recopilatorio.
ResponderEliminarBuen relato, me gusta,estoy de acuerdo con beto, esto tiene que acabar en un libro
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